Capítulo 3 - Tiempo juntos.

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Despertó al lado de su esposo. El pelinegro abrazaba el pecho del castaño aún dormido. El más alto al mirarlo sonrió.

La belleza del azabache era inigualable. Él era excesivamente hermoso y no, no estaba exagerando, era verdad.

El rostro del delfín era hermoso, y sus zafiros se sumaban a la hermosura.

Cualquier persona se enamoraría de él, y agradecía que Nanase hubiese aceptado ser su esposo.

Minutos después el pequeño en estatura comenzó a removerse entre los brazos de su esposo y al abrir los ojos, se encontró con unos color esmeralda que lo vigilaban con cautela y con una sonrisa en su rostro.

- Buenos días... - Mencionaron casi en un susurro los labios del príncipe.

- Buenos días - Pronunciaron los labios ajenos en respuesta al castaño.

Se miraron por unos segundos hasta que sonrieron al mismo tiempo.

Sus labios se juntaron en un beso tierno. El ojiesmeralda acariciaba la espalda de su marido, mientras que el otro le repartía caricias en las mejillas al compás de sus besos.

Se separaron por falta de aire y volvieron a mirarse. Había un silencio que impregnaba el ambiente de aquellas dos personas que habían comenzado con su historia de amor.

Las tripas del pelinegro rugieron, pareciera como si un león estuviese en su estómago.

Tachibana rió al escuchar aquello. Nanase se sonrojó.

- Calla... - Susurraron sus labios.

Ambos se levantaron de la cama, no sin antes vestirse. El pelinegro se colocó la camisa que el castaño se había puesto debajo del saco de su smoking.

Caminaron por la orilla de la playa a una pequeña casa que tenían ahí los Tachibana.

Los brazos del príncipe rodearon la cintura del delfín, mientras caminaban y reían viendo aquel amanecer.

Sin pensarlo dos veces, el de cabello oliva cargó como a una princesa a su ya esposo.

Y lo era, era su "princesa".

Corrió entre la arena hacia el agua a lo que el azabache se abrazó de su cuello mientras ambos reían.

Entraron al mar juntos y como ambos sabían nadar, se dispusieron a hacerlo tomados de la mano.

Salían de vez en cuando a la superficie para tomar aire. La veces que lo hacían, se repartían besos.

Al estar debajo del agua se miraron y entrelazaron los dedos de ambas manos, soltando algo de aire de sus pulmones para dejar salir pequeñas burbujitas.

Volvieron a sacar sus cabezas del agua y optaron por irse a cambiar para tomar su desayuno.

Al llegar a aquella casa, sintieron un ambiente demasiado agradable.

Haru miraba a su alrededor. Aquella casa era hermosa y perfecta, además de que la decoración que tenía era como la playa.

Los colores con los que estaba pintada eran cálidos. Los muebles también tenían ese tipo de colores que al pequeño le encantaban.

Makoto veía la felicidad del azabache. Al parecer le gustó mucho.

- ¿Te gusta? - Se acercó el castaño al pelinegro y el otro le asintió - Siempre vengo con mis padres en vacaciones - Se sentó en el sofá mientras se miraban.

- Es muy hermoso... - Nanase seguía mirando el lugar. Sus ojos se toparon con una fotografía de Makoto cuando era niño.

Su mirada era tan dulce... más bien es. Seguía igual que en aquella fotografía, solo que su rostro infantil se había esfumado.

La verdad de tu corazón. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora