Buenísimos días.
Bueno, no para Alhacén, ya que si por sí mismo ya tiene problemas levantándose, tener que levantar a Kaveh de resaca era lo peor.
Principalmente porque este nunca se quería levantar después de ese tipo de noches, no porque fuese esencialmente malo.
Y, sobre todo, porque no se acordaría de nada. Para bien y para mal.
Hoy se encontraba increíblemente cansado, notaba la cabeza como nublada; tanto por la falta de sueño como por los pensamientos arremolinados en su mente.
Ahora mismo, si diseccionásemos la cabecita de Alhacén para ver sus pensamientos, sería algo así:
Dios mío cómo me pesan los ojos, tengo que hacer café dónde habrá dejado los granos este? voy a mirar en la alacena, si, vale. Que frío está el suelo este pasillo es demasiado largo, dios mío no quiero ir a la facultad todavía hm aquí está, voy a molerlo, qué estará haciendo kaveh? Probablemente aún esté durmiendo; vaya melopea pilló ayer. Comparado con el que hace él, este café está asqueroso, madre mía. Mañana tengo que ir a probar unos nuevos, tal vez con kaveh. Hm, no, no me lo voy a terminar, no.
Y bueno, después de eso, deja la taza en el fregadero y se prepara para ir a la cárcel. No sin antes darle una mirada dramática a las flores del día anterior.
(...)
Si dijese que la mañana se le pasó volando, sería una burda mentira: Alhacén salió de la facultad peor de lo que entró pues su dolor de cabeza se había multiplicado por tres al leer las propuestas de sus compañeros de grupo.
Supone que rechazará todas las sugerencias.
Baja las escaleras de la Academia, que dan directamente a su casa, y cuando ve que le quedan apenas unos metros para llegar, saca la llave.
Bueno, en realidad saca dos: la suya y la de Kaveh.
La suya, plateada, tenía adornos minimalistas de color verde; mientras que la del rubio, dorada, contaba también con adornos verdosos, diferenciándose por el llavero de león que se había enganchado en la original.
– ¿Kaveh?– Pregunta Alhacén, mirando la hora.– ¿Estás ahí?– Deduce, sabiendo que el horario del otro coincidía con la hora a la que el otro volvía a casa.
– Si, ya voy.– Responde el rubio desde dentro.
Unos segundos pasan, hasta que el rubio abre la puerta lentamente.
Alhacén lo mira de arriba a abajo.
– Te has colado por la ventana, ¿Verdad?– Pregunta.
Kaveh se quedó unos segundos en silencio, para después asentir. Alhacén suspira, y se mete dentro.
Cuelga su chaqueta en el vestíbulo y deja sus zapatos en un pequeño mueble cercano.
– ¿Podemos hablar?– Pregunta el rubio una vez el de ojos verdes está cómodo.
– Técnicamente...–
– Ya sé que lo estamos haciendo, pero quiero tener una conversación seria contigo.– Dice el arquitecto.
– Bueno.– Concuerda el otro, serio pero no.
Ambos se sientan en el sofá solemnemente, Kaveh por una parte parece concentrado en pensar lo que quiere decir, mientras que Alhacén simplemente está ¿?¿?¿??¿?
De las cosas que podría hablarle seriamente Kaveh son:
El tema de las flores.
Ayer por la noche.
ESTÁS LEYENDO
Ars amandi - Flores para Kaveh
أدب الهواةAlhacén y Kaveh son universitarios brillantes. Siendo muy inteligentes individualmente, se vuelven estúpidos en compañía del otro. [crackfic, minific, no smut]