Acto III

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– Esto no tiene sentido.– Supiera Kaveh, refiriéndose a sus apuntes, los cuales, aparte de prácticamente ilegibles, estaban algo incompletos.

– Normal, parece que escribes con los pies.– Dice alhacén, sorbiendo una taza de café mientras lee las noticias en su teléfono.

– Oye, ni que tu letra fuese tan refinada y distinguida.– Dice Kaveh, que, sabiendo que esa es una defensa bastante pobre contra el filólogo que tenía delante.– Además, lo mío no son las letras, sino los números y el dibujo.– Añade finalmente, volviendo a lo suyo, sabiendo que era una batalla perdida.– Quizás vaya a pedirle el resto a Cyno.

Según dice esto, el rubio se levanta, pero Alhacén lo detiene.

– Ya que bajas, saca la basura.– Le dice, agarrándolo románticamente por la muñeca, en contraste con el mensaje.

– No; la última vez ya lo hice yo, y además tú ni siquiera tienes prácticas por la tarde.– Replica.– Sería mejor que lo hicieses tú.

Alhacén no contesta, en su lugar, se le hace entrega de la dichosa bolsa directamente.

Después de refunfuñar un rato y terminar la tarea, Alhacén permanece en su sitio un rato más. Después de pensarlo un poco, sale de casa, y se dirige a la floristería.

El camino es silencioso y terapéutico para él, pues tan solo la imagen en su cabeza y los pensamientos sobre qué flor daría hoy a Kaveh lo alegraban; sobre todo con la reacción de este el día anterior.

Piensa en unos narcisos esta vez.

Más bien, piensa en el cabello rubio de Kaveh y se acuerda de esas hermosas flores que quizá hoy podrían traer una sonrisa a su cara.

¿Debería disculparse en la tarjeta?

Eso definitivamente quedaría más extraño. Debería hacerlo.

Antes de que se decida, otra alternativa pasa por su cabeza, la de confesarle algo más que su admiración anónimamente.

Pero, en retrospectiva, igual era demasiado pronto para eso. Kaveh debería saberlo por él mismo, no por un triste jueguito que se haya inventado; además, la gramática sería prácticamente la misma, por tanto fácil de descifrar por el otro.

La tentación era demasiado fuerte.

Por no hablar de que, mientras Kaveh tuviera dos neuronas haciendo conexión buscando un culpable, ninguna de sus acciones podría ser juzgada por este.

Alhacén decide hacer lo que le canta la pija por quinta vez en lo que llevamos de historia.

El resultado: Σε αγαπώ.

Te amo en griego.

Por un momento se preguntó si aquello no sería acaso demasiado atrevido, lo cual era definitivamente eso, tan audaz como descarado.

Sin embargo, no importaba.

De todas maneras, una decisión como esa no iba a tener consecuencias grandes, y aunque las tuviese, no puede controlarlas porque, como humano, hay muchas cosas que escapan de su control.

Se consuela en este pensamiento mientras mete la nota dentro del ramo de flores, mordiéndose el labio.

De hecho, Alhacén no se explicaba cómo no lo había descubierto ya, pues él era el único que sabía la ubicación exacta de su piso.

Incluso sabiéndolo los amigos del rubio, todos ellos eran de ramas de estudio completamente diferentes: Cyno sería un químico formidable, mientras que Candace y Dehya serían policías de primera.

Ars amandi - Flores para KavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora