El inicio de nuestra vida

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El joven rubio revisaba algunos papeles mientras que a su vez bebía enérgicamente su café. No había dormido bastante esa última semana. A duras penas había llegado a descansar a su departamento junto con su pareja, Annie. Y aunque debía ser algo reconfortante para él, terminó siendo un martirio después de pedirle a su novia ayudarle con la búsqueda de la candidata perfecta para llevar el hijo de Eren en vientre.

Fue más que pésima idea, puesto que ya varios conocidos de la rubia decidieron huir de ella al momento de ofrecerles un trabajo de la nada, del cual, por cierto, no les brindaba ningún tipo de información específica, esto a pedido de Armin. Y sin duda alguna tanto misterio hizo esparcir uno que otro chisme dentro de su círculo social, unos más fantasiosos que otros.

Escuchó el sonar de su teléfono en el escritorio. Casi de inmediato lo tomó.

—Señor Arlert —escuchó la voz de su secretaria al otro lado de la línea —una mujer llamada Mikasa Ackerman pregunta por usted, dice aceptar su propuesta...

Ante sus palabras Armin tragó grueso, ¿Annie había conseguido a alguien?, aunque para ser sincero él nunca había escuchado ese nombre entre las escasas amistades de su novia.

—Hazla pasar a mi oficina por favor, que nadie nos interrumpa.

Dos minutos pasaron, frente a él había entrado a su oficina una mujer de pelo corto azabache, ojos grises oscuros y serenos, estatura un poco más alta que el promedio. Lo que más resaltaba de su rostro eran las evidentes facciones japonesas. Su complexión delgada era totalmente tapada por el enorme abrigo negro que llevaba puesto, el cual se suponia que debía protegerla del clima, sin embargo ella seguía sintiendo frio.

—Buenos días —ella habló por fin. —Mi nombre es Mikasa Ackerman, y estoy aquí para aceptar... su propuesta.

El volvió a tragar saliva —C-Claro, puedes sentarte —ella obedeció. — Supongo que la razón por la que viniste fue el dinero, de una vez quiero avisarte que esto no es sencillo —Mikasa lo miró preocupada. «¿En qué me metí?» ella se preguntó. —Nada de esto es ilegal, solo que el cliente al que represento le gustaría dejar todo este proceso en anonimato. Ahora si me permites voy a platicarte del contrato y las cláusulas, por favor no te vayas hasta que termine de hablar.

—E-Está bien... —Decía ella con inseguridad.

Armin se armó de valor para hablar, se juró que ese sería el último favor que le haría a Eren —El contrato consta de varias partes, pero en resumidas cuentas trata de que usted debe rentar su vientre a mi cliente para gestar en su útero al producto de una inseminación artificial. —La boca de Mikasa se cayó ante la sorpresa, aunque eso no detuvo a Armin de hablar. —Durante el periodo de gestación usted deberá quedarse en una de las propiedades de mi cliente, con el fin de salvaguardar la salud y desarrollo del feto. Recibirá a cambio diez mil dólares mensuales, esto hasta el momento del parto, donde se le dará un monto de doscientos mil dólares. Una vez el bebé nazca el contrato terminará y entonces usted no volverá a saber nada de mí ni de mi cliente, debe de quedar en el completo olvido. —Él observó la expresión indescriptible de la muchacha. —Hay algunas otras cláusulas, pero por ahora le hablé de la parte principal del contrato.

Ella siguió con la misma expresión de incredulidad —¿Esto es algún programa de bromas?

Armin negó algo consternado —No, esto es algo completamente serio —Él extendió unos papeles ante Mikasa. —Toda la información está aquí.

La azabache extendió el brazo y miró la carpeta con varios papeles dentro. Hojeo un poco las páginas, leía cada palabra tratando de comprender el texto.

—Espero que tome su tiempo tanto para leer el contrato como para pensar si acepta. —Habló Arlert. —Puede volver dentro de dos semanas y darme su respuesta. Si usted llegara a aceptar tiene que venir aquí con sus estudios médicos, necesito su nombre, domicilio, antecedentes familiares... —ella parpadeó varias veces. —Obviamente, como digo, si usted acepta nuestro contrato, si no es así deberá guardar discreción y hacer como si ésta situación nunca hubiera pasado. Yo no la conozco y ni usted a mí —él extendió su mano. —La espero dentro de dos semanas con su respuesta.

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