10. Desafíos

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Chuuya veía con suspicacia el establecimiento frente a él. En la parte superior se podía apreciar un enorme cartel con tres brillantes bolos y una bola con tres orificios que refulgían por las luces neon. Además de una tabla con los horarios que colgaba de una de las paredes. Evidenciando los servicios que prestaba aquel lugar.

—¿Bowling?

—Sip—afirmó con una sonrisita al notar su mirada totalmente escéptica.

—La verdad es que yo no sé jugar y...

Pero ya Dazai había tomado su mano y lo estaba arrastrando al interior, de forma inevitable un suspiro salió de su garganta.

Cuando llegaron al recinto se formaron en la fila y al estar en frente una dependienta rubia detrás del mostrador los atendió.

—¡Bienvenidos! ¿En qué puedo ayudarles?—su sonrisa era radiante, aunque un tanto fingida, sin embargo, tampoco se le podía culpar de ello; estar todo el día atendiendo clientes y mantenerse sonriente no era tarea sencilla, lo sabía muy bien.

Mientras su amigo hablaba con la chica detrás del mostrador, el pelirrojo se sumió en sus pensamientos, inevitablemente recordando su travesía de la mañana, sintió sus mejillas arder y cerró los ojos con bochorno al pensar en ello.

Luego de su pequeña huída al baño, sin razón aparente, bajo la perspectiva de Dazai, se había mantenido allí alrededor de una hora, convenciéndose de no haber tenido un sueño erótico con su amigo y reprendiéndose a sí mismo al siquiera considerar la posibilidad. Había bajado la tapa del retrete y quedádose sentado allí por todo ese tiempo, considerando y reconsiderando sus opciones, entreviendo cuál sería viable y cual no.

Entre sus pensamientos dos claras posibilidades resaltaban con creces sobre las demás:

1) Hacer como que no ocurrió nada e ignorar las sensaciones de las que ahora se hacía consciente.

2) Huír por la ventana.

Al final se había decidido por la primera opción. Lo que le llevó a tomar una ducha para calmar sus nervios y de paso buscar un cambio de ropa. Había recordado que debían ir a la peluquería a su cita y que el Chuuya alegre y enérgico de la noche anterior (el que no había tenido fantasías sexuales con su buen amigo Dazai, evidentemente), se había encargado de pedir que dieran una vuelta por el centro comercial al salir.

De ese modo, lavó y talló muy bien su cuerpo y cabello, cepilló sus dientes y al salir se vistió con unos pantalones negros, una camiseta ajustada, un sombrero y una chaqueta que complementaba de manera perfecta su atuendo.

Chuuya podía ser muchas cosas, pero no era alguien sencillo. Le gustaba usar prendas que le brindaran pulcritud, aplicarse lociones con olores suaves y demoraba bastante acomodando las ondas naturales de su cabello. Le gustaba eso, ataviarse con ropa elegante y que sus zapatos tuvieran un pequeño tacón que lo hiciera lucir más alto.

Cuando terminó de prepararse salió a la sala para ser recibido por la imagen de Dazai en pijama, sacando cajas y vasos de unas bolsas de papel. Desprendían un aroma agradable, que hizo a su estómago gruñir en respuesta.

—¿Qué haces?—se acercó y tomó una de las bolsas para mirar su contenido. Había croissants calentitos y lo que parecía ser latte de vainilla. Sus ojos se iluminaron

El latte de vainilla era su favorito.

—Decidí pedir el desayuno—lo miró y le ofreció una sonrisa—hace unos días vi las publicaciones de una panadería francesa y como eres medio francés creí que quizás...—se encogió de hombros—. Tal vez extrañabas un poco la gastronomía de allá.

Un día de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora