...
Construí un teatro de ópera para ti en la selva más profunda.
Y caminé a través de el escenario, cantando con mis ojos cerrados.
Tengo un amor por ti. No puedo escapar. Todo mi amor por ti me corta como alambre de púas.Oh, yo estaba destinado a amarte
Y siempre te mantengo en mi vida.
Oh, yo estaba destinado a amarte.
Sabía que te amaba a primera vista.Si abandonara el amor, sería un hombre sin sueños. Prefiero estar ahí afuera mirando a la muerte entre sus ojos. Y aún puedo oír el sonido de ti llorando toda la noche. Allí en el teatro de la ópera sin nadie más en kilómetros.
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La botella de vino que sostenía en sus manos resultaba totalmente escandalosa al compararla con las descarriladas intenciones que tenía de ingerir todo el contenido de la misma por su cuenta.
Las cortinas de la sala se encontraban firmemente cerradas, sin embargo, por las pequeñas ranuras que unían a cada una, lograban colarse unos traviesos rayos de sol propios de la tarde que, junto a la pequeña lampara de tela, eran los únicos responsables de iluminar la peculiar escena que se desarrollaba en el apartamento.
Chuuya observó por unos segundos más la gran botella en sus manos, antes de finalmente suspirar y verter una generosa cantidad en la copa. Pronto el aroma frutal del vino tomó lugar en la estancia, lo que no hizo más que servir como incentivo para llevarlo a dar el primer sorbo. A penas el líquido fue recibido por su gargarta un sonido de puro deleite salió de sus labios. El vino era, sin duda, su cosa favorita en el mundo.
Luego de aquel trago, le precedieron varios más. Al ser su primera copa, se tomó el tiempo de apreciar la magnífica fragancia que desprendía, como la describía él; degustó con calma y sin premura el sabor tan distinguido del vino, el dulzor y la acidez que se enfrentaban en una batalla por el dominio; se dió el tiempo de admirar el burdeos tan vivaz que presentaba y se maravilló incluso por la sensación tan agradable que le proporcionaba la añeja bebida.
Cuando la copa se halló vacía, no pudo evitar sonreír ante la satisfacción que le brindaba la familiaridad de sabores y olores. Pronto la copa fue rellenada y posteriormente vaciada unas tres veces más. Para este punto, las mejillas de Chuuya ya se encontraban adornadas de un tenue sonrojo y sus ojos habían adquirido ese brillo atontado que aparecía cada que cierta cantidad de alcohol entraba en su sistema.
La sala estaba en total silencio, comenzaba a sentirse ligeramente agobiado por la falta de sonido, por lo que decidió encender el televisor, dejando un canal al azar que simplemente le sirviera para proyectar algo de ruido y desaparecer ese inquietante silencio que comenzaba a hacerse presente.
Continuó así por un rato, tan solo bebiendo y prestando atención de vez en cuando a la película en el televisor. Sin embargo, al cabo de unos minutos fue inevitable que el tren de pensamientos en la cabeza de Chuuya partiera a un lugar al que no había querido ir desde hace un par de días.
Dazai.
Habían transcurrido tres días desde lo ocurrido el jueves. Tres días desde que visitaron el bowling. Tres días desde que recogieron a Nikolai. Tres días desde que se besaron.
Ciertamente, Chuuya se encontraba en extremo avergonzado; no solo habían compartido un simple y dulce beso, no. Ellos habían ido un escalón más arriba, terminando en una posición bastante comprometedora y al borde de soltar sonidos completamente indecorosos.
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Un día de Otoño
AcakPara Chuuya la vida comenzaba a ser monótona y aburrida. Las mismas personas, los mismos lugares, las mismas recetas... Sin saberlo quería algo más. Dazai vivía de la única forma que sabía hacerlo, en ocasiones decaía; sentía que algo le faltaba, qu...