3. Bromas

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Para cuando Chuuya terminó su relato Kunikida anotaba cada palabra dicha en su libreta, agregando notas y descripciones muy detalladas.

—Muy bien—dijo cerrándola—. Debo ir a reportar esto. También voy a solicitar una autorización para prohibirle la entrada a ese hombre, aunque por lo que me contaste no parecía ser un cliente regular así que no creo que nos dé más problemas.

—De acuerdo, gracias.

Luego de eso el supervisor le pidió (o más bien ordenó) que tratara sus heridas y se fuera a casa a descansar, pese a que Chuuya insistió, alegando que no era tan grave y que había muchos clientes como para que se fuera, el rubio negó y Chuuya no le quedó otra que aceptar con resignación.

Su supervisor se despidió de ambos y salió por las puertas del local.

Chuuya miró a Dazai. Este le devolvía la mirada con preocupación y un deje de otra emoción que Chuuya no supo descifrar. De pronto se sintió algo cohibido.

—¿Tú quieres un café antes de que me vaya?—preguntó con educación, pero Dazai negó con la cabeza.

—Estoy bien, gracias.

Chuuya se encogió de hombros antes de dar media vuelta y retirarse, atravesando rápidamente la cocina y yendo directo al área de descanso, donde se encontraban los casilleros.

Desbloqueó el suyo y tomó su bolso, para luego ir al baño y cambiar su uniforme por ropa más cómoda. Estaba saliendo del baño de empleados cuando una voz familiar se dirigió a él.

—¿Te vas?—le preguntó
Albatross, extrañado.

Chuuya asintió con premura, tratando de pensar una buena historia para excusarse.

—Sí, es que...

—Chuuya, ya sé que te lastimaste.

Cerró la boca de golpe.

—A-Ah, sí, sí. Es que tropecé y me cayó café en la mano—era una verdad a medias—. Luego hablé con Kunikida y me dijo que fuera a casa, aunque no entiendo porqué, solo fue una pequeña quemadura.

—Yo creo que Kunikida tiene razón, Chuuya. Deberías descansar—hizo saber Albatross. Chuuya rodó los ojos.

—Solo me quemé, no es como si me hubiera roto una pierna.

—Sabes que no es solo por eso—comentó el rubio, frotándole fraternalmente el hombro—. Chuuya, se nota a leguas que no has estado durmiendo bien, tienes demasiadas ojeras, no me sorprende que Kunikida haya usado esto como excusa para mandarte a descansar—reprochó—. Entiendo que quieres tener buenas calificaciones en la universidad, pero no puedes hacerlo a costa de tu salud.

Hizo una mueca. Puede que su amigo tuviera algo de razón, últimamente estaba tan enfrascado en su desempeño académico que se había descuidado a sí mismo. Sin embargo, si debía elegir entre su salud y sus calificaciones, tristemente elegiría la segunda opción.

Y lo hacía, realmente elegía la segunda opción.

Estaba en los parciales, esas últimas semanas a duras penas y dormía un poco, estudiaba hasta horas intempestivas de la noche, consumía más de tres tazas de café diarias, iba a la universidad a las siete de la mañana y luego trabajaba hasta las seis de la tarde, para luego llegar a casa y continuar con sus deberes.

Era agotador.

No obstante, todo el esfuerzo valía la pena cuando su nombre encabezaba la lista de mejores calificaciones del curso.

—Estoy bien, no te preocupes por eso—trató de quitarle importancia, pero su amigo seguía viéndolo con el ceño fruncido—. Tross, de verdad, no pasa nada, sabes que es solo por los parciales. Este viernes es el último examen del trimestre. Luego tendré vacaciones y podré descansar lo suficiente.

Un día de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora