Capítulo 5

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Cris

Llego a mi habitación con la ira latente en cada parte de mi cuerpo.

_«Amigo y lo que no es la ira también»_ opina mi subconsciente.

Ohhhh, por supuesto que no.

Me pone de los nervios el hecho de que en los ojos de Violet solo hay repugnancia en lugar de devoción o temor.

¡Dios! Desde el día en que la vi en el bosque me obsesioné con ella. Aún desconozco la razón, quizás su espíritu salvaje o su hermoso rostro que parece tallado por los ángeles, pero no me la puedo sacar de la cabeza. Por ello desde ese día mandé a traerla sin saber si estaba en la edad o no ..  es hermosa de una manera salvaje, una que es un arma de doble filo.

«Deja de pensar idioteces» me regaño.

—Feliphe —llamo a uno de los guardias.

—Si mi rey —responde con una leve inclinación de cabeza.

—Solo pan a la chica —dispongo —El que le dé una sola gota de agua conocerá el terror verdadero.

—Como ordene mi señor.

Me encamino en dirección a mis aposentos y con la cabeza vuelta un lío me dejo caer en la cama mientras el sueño se apodera de mi.

∆∆∆

VIOLET
El frío cala mis huesos haciéndome castañetear los dientes. Cada segundo en este lugar es una jodida tortura y casi puedo hacer caso omiso a la excesiva suciedad o al tenebroso y molesto silencio que me envuelve, pero algo que sin duda me hace subirme aterrada a una vieja mesa de madera son los roedores que deambulan por el lugar.

«Odio las ratas».

Me quedo mirando por un largo período de tiempo una diminuta ventana por la cual observo los copos de nieve al caer.

Un par de horas, o quizás tres pasan en lo que siento mi cuerpo adolorido y con un calambre que me hace maldecir.  Aún encima de la mesa tomo asiento con la espalda pegada a la pared y me quedo unos minutos pensando en lo estúpida que debo de lucir con la sed que me hace arder la garganta y me pasan por la mente las veces que mi madre me obligó a usar un abrigo de lana para no pillar un resfriado en mi infancia.

«Lo que diera por uno ahora»

Las lágrimas se acumulan en mis ojos, formando un enorme nudo en mi garganta. Miro al techo en busca de ayuda de no se quién y no dejo que las lágrimas salgan.

Respiro hondo, dejando que mi pecho duele por la invasión repentina de tanto oxígeno.

—Soy fuerte, puedo con esto y mucho más —digo en un susurro —Soy fuerte, puedo con esto y mucho mas —me doy fuerzas a mi misma —Joder Dios, igual podías darme una ayud...

El sonido de le cerradura me hace ponerme en pie rápidamente y aunque me tambaleo debido al mareo adopto una pose defensiva por si es el rey.

Con afán, un hombre se adentra en el sótano, sudando debido a los nervios que le brotan por los poros.

—Violet —me llama con voz preocupada y solo entonces reconozco de quien se trata.

—¿Feliphe?¿Qué haces aquí?¿Acaso te has vuelto loco? —cuestiono desde mi posición segura encima de la mesa, lejos de las ratas.

—Aqui tienes —me extiende una rústica vasija de cerámica con agua en su interior —Que sea nuestro secreto.

Y sin más sale, sin darme tiempo a decir un simple gracias. Bebo el líquido despacio, disfrutando de cada valiosa gota y con el agradecimiento latente en el pecho.

Frío Corazón 💙🥶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora