Capitulo 7

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Violet
Después de un largo tiempo mi mente vuelve a la realidad, a la dura y triste realidad que me toca enfrentar. Los recuerdos hacen mella en mi interior una vez más y mi pecho se comprime.

“Ellos son los causantes de la muerte de mi madre” me recuerdo.

Por culpa suya no está a mi lado un día como hoy.

—¿Cree que con esto podrá hacer que caiga rendida a sus pies? —cuestiono mirando directamente a sus ojos y por un instante soy capaz de ver cómo si una capa de hielo los cubriera, ya que pierden brillo y me devuelven la mirada inexpresivos.

—Creeme que puedo tener muchas intenciones contigo, pero esta no es una de ellas —casi suena aburrido.

—No sé cuáles sean o no sus intenciones pero no necesito cenas de cumpleaños ni nada que venga de usted —me pongo en pie —Permítame recordarle que estoy aquí en contra de mi voluntad y a causa de leyes estúpidas.

-Cuidado plebeya, porque juro que he reunido contigo la paciencia que Dios me negó al nacer —respira profundo sin mostrar ninguna emoción en su rostro. —No tientes tu suerte.

—Solicito permiso para retirarme —aprieto la mandíbula con frustración.

—¡Guardias! —llama en un grito. —¡Llévenla al jodido calabozo!.

Decido cambiar mi técnica, así que cuando los guardias se acercan a tomarme por los brazos sonrio y hago una muy exagerada reverencia que encierra de todo menos respeto hacia el patán que me observa atento y con notables ganas de matarme.

Me llevan al lugar donde estuve hace unos días y el frío no ha mermado ni siquiera un poco. Cuando los guardias abren las viejas y oxidadas rejas de hierro un escalofrío recorre mi columna vertebral. Y al sentirme observada volteo.

“Tiene que ser una broma” me digo.

—Pensé que habíamos terminado —me alejo todo lo que puedo de las rejas.

—Terminamos cuando yo lo disponga, niña —el apelativo hace tambalear mi máscara sarcástica.

—No me digas —sonrio de lado. —No eres capaz de imaginar por un segundo el odio que corre por mis venas. Te maldigo a ti a tu apellido una y mil veces Cris —una lágrima traicionera se escapa de mi ojo izquierdo. — Haz lo que quieras conmigo, pero que quede claro que te odio.

Su máscara de fingida indiferencia se agrieta por unos instantes.

—Despues de todo no eres humano, eres una jodida bestia —le señalo con el dedo índice —¿Quién querría a una bestia en su vida?.

—A diferencia de ti, niña estúpida, yo no necesito a nadie que me quiera —se da la vuelta listo para irse.

—No eres más que un monstruo de frío corazón —para en seco ante mis palabras.

—¿Quién te crees que eres para hablarme así? —no se voltea a verme —Pagarás por todo lo que has dicho, este será tu prisión y yo seré el verdugo que se regocije con tu sufrimiento. Bienvenida al infierno.

Me deja sin aliento la seguridad y poder que destilan sus palabras, así que por primera vez decido tragarme mis insultos y observar cómo se aleja para luego sentarme sin ningún tipo de cuidado en el piso a pensar en las consecuencias de mis errores

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La decisión la tomé hace una media hora y justo ahora me encuentro con una barra de metal que encontré tirada en una esquina golpeando firmemente las rejas de la pequeña ventana en la pared al fondo de la celda.

—Ay si, soy el más traumado de la historia —atino un golpe fuerte rezando porque no lo escuchen los guardias —y me desquito contigo porque soy el rey y tú eres María la cenicienta después de las doce —pongo los ojos en blanco y maldigo cuando me descuido y me abro una herida en la palma de la mano.

La rabia sale en forma de golpes con la barra de metal a las rejas.

—¡Maldita sea! ¡Maldito seas! ¡Asqueroso narcisista de mierda! —continuo golpeando, haciendo caso omiso al dolor de mi herida.

Parezco loca despotricando a las paredes y a las malditas ratas pero la verdad me importa un rábano.

Sonrío cuando las rejas ceden y caen. Me bajo de la silla en la que trepé para realizar la tarea.

—A ver a quien condenas ahora a tu infierno, imbécil.

Arrastro con mucho esfuerzo la vieja mesa de madera hasta colocarla donde antes estaba la silla para hacer más fácil la huida. Intento colar mi cuerpo por el pequeño orificio de la ventana pero mi vestido se traba en un clavo que no se de donde rayos salió. Retrocedo y razgo la tela y reduzco su largo hasta las rodillas. Vuelvo a intentar y esta vez sí paso, con el ligerillo problema de que ahora no sé cómo bajar. Y menos cuando mi pie se atora. Ahogo un grito cuando pierdo el equilibrio y quedo colgando de cabeza con el pie trabado en la ventana.

“Eso, el premio al mejor plan es para Violet” mi conciencia comenta sarcástica con voz cantarina.

Trato de doblar mi cuerpo para llegar hasta mi pie, cayendo en cuenta de que en realidad estoy a escasos centímetros de la tierra. Cuando consigo soltar mi pie, el dolor en el trasero me dice que no fue lo más inteligente de mi parte el caer de esa forma.

Recupero la compostura, sacudo la escasa tela que cubre las partes necesarias de mi cuerpo y arrastro mi dignidad por el jardín con mucho cuidado de no ser descubierta por los guardias. Ubico una puerta que da la salida que lleva al bosque y reviso si hay moros en la costa. No hay. Me dispongo a comenzar a correr, pero cuando voy a mitad del jardín algo me hace detenerme en seco.

Un ladrido. No, dos ladridos.

Volteo para encontrarme con dos canes color azabache que corren como si no hubiera un mañana hacia mí. Abro mucho los ojos y antes de pensar siquiera en quedarme quieta en el lugar mis piernas emprenden la huida.

“De creadora de planes malísimos a suicida. Valla evolución”.

Corro porque mi vida depende, literalmente, de ello. No me detengo, ni siquiera me volteo a ver qué tan cerca está la muerte. Alcanzo la puertecita que da salida al bosque y para mí enorme pánico está bajo llave. Me desespero y los perros no se detienen, sino que parecen aumentar la velocidad en sus cortas patas. Yo también lo hago.

Comienzo a correr en círculos por todo el jardín, mientras veo de pasada como los sirvientes y soldados se quedan viéndome fijamente y con una pizca de diversión en sus rostros.

Volteo nuevamente para encontrarme con el más pequeño de los dos perros a escasos centímetros de mis piernas descubiertas.

“Dios juro que voy a ser buena y le voy a hacer caso a todo lo que diga el rey”.

Una rama mal ubicada bastó. Solo eso es suficiente para hacerme caer, tirando por la borda mis esfuerzos por sobrevivir. Justo antes de cubrirme el rostro en un acto de defensa ante los animales vislumbro al rey sonriendo en la entrada del castillo.

“De verdad no tengo ganas de que su cara sea la última que vea antes de morir”.

Me preparo para lo peor pero las mordidas nunca llegan, sino que en su lugar los perros se me vienen encima con lengüetazos cargados de saliva. Me cubren completamente a mordidas juguetonas y lamidas suaves que me hacen quedar desconcertada.

Como puedo me incorporo y sé que debo de tener el cabello hecho un desastre y la cara roja por la ira porque el sonido de las carcajadas anteceden a su dueño.

“Maldito Cris”.

Se acerca a paso lento hasta llegar a mi lado.

—Lo que te decía —susurra agachándose —Bienvenida al infierno.

leydisgalano
Capitulo muy emocionante.. encantada con el ... espero que ustedes igual BESITOSKISSSS ❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤

Frío Corazón 💙🥶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora