Capítulo 1: "A mi ser más amado"

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"Lo invade una ira feroz al oír eso y está a punto de matarlo, pero para eso debería dejarme y no puede. Me sujeta con tanta fuerza que casi noto el latido de su corazón, como un aleteo de una mariposa. Es un eco, el ultimo jirón de mi espíritu aun sujeto a mi cuerpo. Un suplicio." 

—La Canción de Aquiles, Madeline Miller.

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Ella iba a morir y su bebé pagaría las consecuencias. Aunque, si era rápida, su bebé moriría con ella.

Mientras el dolor inundaba cada rincón de su cuerpo, maldijo todo y a todos, en especial a ella misma, por su racionalidad que fue cegada por el amor y el odio, que terminaron impulsando las decisiones que tomo en el pasado, decisiones tontas, estúpidas y equivocadas, solo por el deseo de libertad y venganza, venganza hacia las dos personas que la arruinaron, las personas que acabaron a ella y a ese futuro brillante que era su deseo de libertad, que con recelo había guardado con llave en un baúl en el centro de su corazón, un baúl lleno de secretos que se cubrió de polvo en espera de ser abierto en el momento correcto.

Pero de nada sirvió guardar el baúl, protegerlo y amarlo en secreto, porque el baúl fue ultrajado y su futuro se le escapó de entre las manos.

Su brillante futuro, su anhelado futuro, su querido futuro, donde seria libre, libre de prejuicios y etiquetas, libre de expectativas y costumbres, libre de todas las enseñanzas que grabaron en su cerebro desde niña, libre y feliz con el hombre del que se enamoró, el hombre que se tomó el tiempo de conocer piedra por piedra el muro que rodeaba su corazón, el hombre que no derribo ese muro, sino que con determinación decidió escalarlo hasta llegar al centro de ella y hacerse un espacio con puramente acciones tiernas, miradas discretas y palabras amorosas.

Aquel que ella misma dejo que quemara en su piel su nombre con esa caligrafía envidiable, que le permitió conocer sus más íntimos secretos, sus profundos miedos e inseguridades y sus más locas ideas, que la desnudo en cuerpo y alma adorando como si fuera una obra de arte. Él, que era su futuro brillante, su anhelante futuro, su querido futuro; tan paciente, tan amable, tan cuidadoso, tan perfecto. Aquel que veía a escondidas, cuando el sol descendía y las luces de las lámparas de cristal iluminaron su camino hacia el rincón del castillo que la esperaba.

Un hombre tan magnifico, tan suyo y ella tan de él. Un hombre que no la veía solo como una buena candidata para esposa, como una señorita sangre pura perfecta, como una mujer fría y distante, sino que la veía como su todo, su universo y su más preciado tesoro. Un hombre y un mago excepcional, pero al final un mestizo sin renombre ni gloria.

“—¿Sabías que esa constelación representa a Ladón? el custodiaba los jardines de las Hespérides por órdenes de Hera, quien no confiaba en las Ninfas, hijas de Atlas, para cuidar sus manzanas doradas. Su feroz determinación y coraje para proteger el árbol lo hizo convertirse en el terror de quienes se atrevían a enfrentarlo. Por ello cuando murió, la diosa Hera lo convirtió en una constelación. Siempre he amado las historias que se hablan de él. Se que es extraño, pero podría ser de mis criaturas mitológicas favoritas; él, Pegaso y el Kraken —Su rostro lleno de calma dirigió su mirada hacia su dirección mientras una leve sonrisa se apoderaba de sus labios y seguidamente susurro con algo de incertidumbre —¿Crees que si llegáramos a tener un hijo me permitirías llamarlo como esa constelación?

-—Cuando tengamos un hijo, podrás ponerle el nombre que desees, amor, pero con la condición de que a nuestra hija la nombrare yo —Susurro como si le contara un secreto y él sonrió más brillantemente que las estrellas que los iluminaban.

—¿Tendremos más de un hijo? —Su tono de voz se elevó un poco, pero de inmediato miro hacia los lados con temor de ser descubierto.

—Amor, mi vientre te dará los hijos que desees. Uno, dos o un equipo de Quidditch completo y con reservas. Claro, mientras me sigas amando cuando este llena de estrías y flácida —Soltó en broma, pero su rostro rápidamente se endureció, tomo la pálida mano y dijo con firmeza.

—Mi amor por ti trascenderá miles de años, te lo aseguro. Cuando mis versos sean publicados en el mundo, me asegurare de dejar huella que constate cuanto te ame y cuanto te amare por la eternidad, así seremos recordados como otros famosos amantes cuyas historias aun hacen eco en el mundo. Como Piramo y Tisbe, como Psique y Eros, como Patroclo y Aquiles.”

Su mente comenzó a maquilar desde aquel día. Fue al bosque árido que estaba en su corazón y busco el único árbol que aún tenía vida, aquel que guardaba los contados recuerdos donde sus padres le daban un respiro y podía ir a explorar los amplios jardines de la mansión, del árbol de cerezo extrajo la madera suficiente para hacer el baúl de memorias y promesas que se volvería su más preciado objeto, su más sagrada posesión. Ahí guardo el recuerdo de sus interminables charlas nocturnas cuando hablaban de huir a otro continente para nunca ser encontrados, cuando hablaban de una casita de madera con gran jardín donde se plantarían todo tipo de flores y frutas, cuando hablaban de los nombres que les pondrían a sus hijos y cuanta diferencia de edad tendrían entre ellos, que no sería mucha. Vertió todo eso, junto con gran parte de sus propios sentimientos y los hizo su principal fuente de energía para seguir avanzando día con día.

“—Hemos hablado de tantas cosas para nuestro futuro, pero nunca te he preguntado lo más importante de todo —Dijo su amado tan pronto como estuvo en su vista. El salón estaba iluminado con velas flotantes y un camino de rosas que lo conducían hasta él, quien vestía sus mejores trajes —Así que lo pregunto ahora, mi amada Francesca, ¿me harías el honor de pasar toda la eternidad juntos?

—Mi amado, mi querido Alexandre, mi alma y corazón no podrían vivir en un mundo sin ti”

La respuesta fue acompañada de lágrimas y la promesa de una eternidad juntos, claro todo fue dicho en el calor del momento, cuando era una joven de 17 años recién cumplidos y completamente enamorada, cuando se sentía invencible e inteligente, cuando creía que el amor lo podía todo y que sus padres no podrían quitarle eso, quitarle a él.

Pero fue ingenua y tonta y un pequeño descuido descubrió su objeto más sagrado. El baúl fue roto y abierto sin su consentimiento por dos mujeres a las que veía con adoración y cariño, quienes tomaron sus secretos y los expuso a todos como un animal de circo. La mujer que considero más madre que su propia madre y la mujer que considero como la hermana que nunca tuvo.

“—¡Por favor!, ¡Por favor, no lo hagan!, ¡Se lo suplico!, ¡Padre, madre! —Suplico entre gritos mientras intentaba con toda la fuerza del cuerpo sacar las esposas que restringían su magia —¡Prometo dejarlo!, ¡Prometo nunca volver a verlo!, ¡Pero por favor, paren!

—¡Cállate!, ¡Tu, engendro de mi vientre! Tu padre y yo no sufriremos tal deshonra por tu culpa, te criamos mucho mejor que esto y no dejare que tus rebeldías arruinen a esta familia —La voz errática de su madre teñida de algo de locura le hizo pelear con más fuerza.

Su padre, un hombre imponente y carente de cualquier emoción humana, con una inteligencia aguda y ningún otro pensamiento más que su preciada supremacía de sangre, un hombre vil y cruel que supo jugar su carta y se deshizo de todos los competidores que se interpusieron en su camino para lograr la mayor ambición de su vida, el puesto de presidente de la república mágica. Su progenitor observaba desde la esquina de las mazmorras, sin nada más que vacío en su mirada, mientras dos policías mágicos lo flaqueaban, igual que los dos que la aprisionaban con las esposas mágicas, igual que los dos que con frías cadenas de hierro azotaban una y otra vez el cuerpo mal trecho de su ser más amado, su preciado Alexandre.

Su piel fue abierta, su palidez hacia un grotesco contraste con la sangre que brotaba de su cuerpo, de las heridas, de la boca, de los oídos; los bastardos magos bajo las órdenes de su padre tomaron cadenas de hierro para sujetarlo de las extremidades hasta descolocar sus huesos, látigos cayeron en su espalda y pantorrillas que dejo de contar las veces después de los treinta, pinchos para golpear su rostro hasta volverlo morado e hinchado, pinzas toscas que utilizaron para sacarle todas las uñas de sus manos, pies y uno que otro diente, y por último, como un recordatorio para ella de que los mestizos y nacidos de muggles son solo magos que contaminan su mundo, utilizaron la varita de su amado, aquella que solía conjurar cálidos vientos y hermosas flores de colores vibrantes, esa hermosa varita de espino y núcleo de pelo de unicornio fue utilizado para el acto más grotesco y barbárico que pudo presenciar cuando su padre dio la orden de que a su amado se le sacaran los ojos con ella y que se usara para darle fin a la vida de su Alexandre con la maldición asesina.

Sus gritos de dolor resonaron en las paredes mohosas de las mazmorras durante horas, mientras lo observaba todo, desde la distancia, amarrada, sin poder hacer nada, a merced de quienes me dieron la vida y de quienes veía como familia, todos esos bastardos alegres y contentos del sufrimiento del impuro, del corrupto, de la aberración, del hombre que la amo más que simplemente su apellido y su sangre. Vio la vida escaparse de sus ojos mientras su alma se iba con él. Entonces dejo de moverse, dejo de gritar, se volvió uno con su amado, un cuerpo sin vida.

—Espero que entiendas, Francesca, que esto lo hicimos por tu bien —Dijo la mujer bastarda mientras le acariciaba la mejilla.

—Algún día nos lo agradecerás, hermana mía —Dijo la otra mujer desquiciada”

Aquel día le quitaron lo que más amaba, con 17 años conoció la muerte en vida, perdió su sustento vital, su sagrado alimento, pero encontró otro en la podredumbre de los sentimientos más bajos y retorcidos del que su amado solía huir, el odio puro y la cruel venganza, juro ante los recuerdos rotos de su Alexandre que no se reuniría con él en inframundo hasta que todos pagaran con sus miserables vidas por su muerte, pero primero les haría pasar por el más puro infierno de todos.

Comenzando con las dos mujeres que lo arruinaron todo. Tan altivas y soberbias, tan confiadas y distinguidas, creyendo siempre que tenían la razón, creyendo que tenían la vida perfecta. Empezando por ellas. Ellas se sumergirían en las turbulentas aguas de la desesperación primero. Hizo memoria mientras se deshacía del dolor en el encierro autoimpuesto. Sus más grandes orgullos, su distinguida sangre, lo que las elevaba en el puesto de la sociedad mágica.

Les hizo creer que había recuperado la razón, actuó con tal convicción que no tuvo que reforzar sus barreras de oclumancia. Sus padres se alegraron de que su unigénita se acarreara al camino correcto de la supremacía de sangre, las dos mujeres con sus respectivos esposos vinieron a celebrar tal grata noticia. Nadie sospecho por las copas de vino que desfilaban sin parar por órdenes suyas, nadie se dio cuenta de la poción que había mezclado en las copas de todos, un potente somnífero para todos, un veneno mortal para la mujer que había querido como una hermana, la misma mujer que estaba atravesando por su primer embarazo tan planeado.

Pero ese solo fue el comienzo de su plan, de hacer la noche de todos un infierno, pero en especial de la bastarda y la desquiciada, su madrina y su casi hermana. Los queridos elfos domésticos que la criaron desde que era un bebe fueron sus mayores cómplices, ayudaron a mover a todos, levitando a todos los invitados cuando cayeron dormidos. Sus padres fueron a su recamara, sus invitadas a las suyas asignadas, pero sus esposos, sus amados esposos que las enaltecían en sociedad, ellos fueron llevados a su propia recamara, los desnudo por completo y los metió entre sus sabanas, destrozo su habitación para crear la escena del crimen perfecto, araño y marco su propia piel y como ultimo indico a sus preciados elfos que trajeran a las presas a la trampa en cuanto se levantaran, justos a la misma hora. En cuanto el sol salió por el horizonte, con total asco y repulsión se desnudó por completo, unto aquella poción viscosa que simulaba la eyaculación de un hombre entre sus piernas, muslos y abdomen y se acurruco en un rincón de su propia recamara fingiendo fragilidad y angustia, baño su rostro de lágrimas mientras se abrazaba así misma.

Con los primeros cantos de los gallos llegaron los gritos de horror de las dos mujeres y sus padres, apenas hubo tiempo de explicación, pero logro hacer su más grande actuación al lanzarse con temblores a los brazos de su madre diciendo las atrocidades que ambos hombres le hicieron en contra de su voluntad. Una traición sin precedentes. Hubo hechizos, maldiciones e imperdonables lanzados en todas direcciones, pero su padre, un mago tan bien entrenado en el área de duelo evito que alguno le tocara, saco a ambos matrimonios mientras su madre consolaba sus lágrimas falsas. El toque final de aquel día fue cuando escucho detrás de la puerta a su preciado elfo domestico personal ofrecerle un vaso de agua a la mujer embarazada con los últimos rastros del potente somnífero combinado con rastros pequeños de mercurio.

Su gran sonrisa se ensancho días después, cuando las noticias llegaron en forma de una carta de la hermana de aquella mujer, que era ignorante de todo lo que había ocurrido, contando con profunda tristeza y dolor como su querida hermana mayor había perdido a su bebe y como los sanadores daban pocas probabilidades de un nuevo embarazo. Cayó la primera, porque una bruja sangre pura infértil era una bruja inútil. Faltaba la siguiente.

La siguiente fase del plan comenzó dos meses después, cuando salió sin aviso de su recamara donde se había vuelto a recluir y termino desmayada ante sus progenitores que de inmediato llamaron a los sanadores de la familia, aquellos que habían recibido una gran indemnización de sus cuentas personales, ellos anunciaron la buena nueva, que un bebe sangre pura se gestaba en su joven vientre de 18 años. Aunque nadie celebro la noticia. Sus padres exigieron una interrupción y los sanadores que bien había adiestrado les dijeron que las complicaciones serian extremas y que la fertilidad de su útero se volvería inexistente.

La alegría de la aceptación de sus padres por continuar el supuesto embarazo solo se vio opacada cuando una medibruja se quedó con ella para explicar que de hecho su vientre si había sido fecundado, en su interior cargaba a un pequeño bebe que no sabía de su existencia, un bebe que tenía tres meses creciendo en su interior. No necesito hacer cuentas ni suposiciones, porque nunca había habido alguien aparte de su amado a quien permitiera tocar su cuerpo y explorar el placer que podía proporcionar el mismo. Un pequeño o pequeña, un bebe tan suyo y tan de Alexandre.

Su corazón volvió a latir y maldijo a la venganza y el odio por haberla cegado. Pero sabía que de nada servía detener sus planes, así que siguió con ellos.

Sus padres mandaron una misiva llenos de furia a esos dos magos que creían la habían ultrajado. Pidieron sus presencias y su acto de responsabilidad. Ambos vinieron, con sus respectivas esposas, la bastarda y la desquiciada. Ninguno de los hombres quería hacerse cargo de sus actos, pero poco margen de salirse con la suya tenían. Aceptaron su responsabilidad siempre y cuando un medimago de su confianza hiciera el hechizo de paternidad pertinente, mientras se realizaba la prueba agradeció infinitamente a la hermana e hija de la bastarda y la desquiciada por, en su ignorancia, proporcionarle el nombre del medimago de confianza de su familia, otro peón en su plan que recibió una gran recompensación de sus bóvedas personales y que fue la clave para la caída de la segunda. La prueba confirmo la paternidad, cayó la bastarda cuando la prueba revelo que su esposo era el padre.

Después de eso se volvió una reclusa en su propio hogar, mientras su vientre se hinchaba con el pasar de las semanas y su pequeña constelación crecía sanamente, sus únicos consuelos para tan duro momento eran el avance en sus planes esta vez para la inminente caída de su familia, las bellas estrellas que veía en las noches donde encontraba a su Alexandre y las cartas de la otra mujer que veía como una hermana, una que recién había descubierto que estaba embarazada, con quien intercambio esas charlas entusiastas de embarazos que creyó algún día intercambiaría con su amado, aunque ella no sabía de su propio estado. Compartió las enseñanzas de los libros de la biblioteca familiar, el nombre que le pondría a su primer bebe, las canciones de cuna que le cantaría y cuanto lo amaría. Si llego a sospechar de su estado por el gran entusiasmo que ponía en cada carta, su querida casi hermana, no lo menciono.

Paso sus nueve meses oscilando entre el dolor de la ausencia de su amado y la alegría de tener todavía un pedazo de él en este mundo. Hasta que entro en labor de parto y entre sus gritos de dolor y agonía combinado con los gritos de los médicos que intentaban detener su abundante sangrado escucho a las voces furiosas de sus padres hablar de como entregarían a su bebe a esa familia llena de bastardos, de la que las dos mujeres horripilantes también poseían apellido.

Pensó en su bebe, un ser tan puro, de hijo de alguien tan puro como su padre, que no tenía la culpa de nada, más que de haber nacido en tal desafortunada familia, con tal desafortunada madre, quien pagaría los platos rotos por su irracionalidad.

Así que ella iba a morir y su bebé pagaría las consecuencias. Aunque, si era rápida, en cuanto los medibrujos se distrajeran y a ella le dejaran a su hijo en brazos, su bebé moriría con ella.

Su pequeño hijo decidió nacer en la madrugada de un 4 de junio 1974 y lo amo, como amo a su preciado Alexandre.

Su hijo, tan pequeño y frágil, con piel tan blanca como la porcelana, con cabellos rubios cenizos y ojos grises plateados. Todos fueron tan ignorantes para decir que se parecía a ella, pero en cuanto lo vio supo la verdad, aquel pequeño era la viva imagen de su padre, desde la curva de su nariz hasta el pequeño lunar situado bajo su ojo izquierdo, tenía el mismo tono de cabello que su amado, porque el de ella era más vivo, tenía el mismo tono de piel de su amado, porque el de ella era más rosáceo, tenía el mismo tono de gris de su amado, porque el de ella era más apagado, pero nadie se dio cuenta más que ella.

Lo tuvo en sus brazos unos momentos, beso su frente la mitad de ese tiempo y la otra mitad la paso llorando mientras buscaba una almohada tras su espalda. Pero el frio que inundaba su cuerpo la alcanzo antes, no pudo lograr su cometido, no pudo llevarse a su preciado hijo con ella para reunirse con su padre y ser una familia feliz en el inframundo. Mientras las garras de la muerte la alcanzaban con rapidez solo tuvo un último pensamiento.

“Por favor, madre Hécate, cuida a mi hijo de este mundo cruel y egoísta, cuida a mi preciada constelación, cuida a mi preciado Draco…”

Cerineo Y LadónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora