CAPÍTULO 11

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CAPÍTULO 11

"MISIÓN MATHIAS 3"

ÚLTIMA PARTE

Lo primero que pienso es que es sumamente imposible que nadie nos haya escuchado, hay demasiado silencio en este lugar y aunque Demian no pegó un grito estratosférico al cielo, si es posible que ya se hayan percatado de nuestra indeseable presencia.

La expresión de asco que tiene Demian es inmejorable.

Miro dramática hacía la hilera de árboles que pasamos hace rato y me despido de mi libertad y en nombre de Demian también me despido de la de él.

Pero mi despedida es interrumpida por las maldiciones que dice mi amigo en voz baja.

Capto movimiento por el rabillo del ojo a mi lado derecho, justo donde queda el ventanal de la cocina de la propiedad que invadimos sin permiso.

Una mujer de unos cuarenta años, vestida con un uniforme de servicio se pasea de un lado a otro, fresca como una lechuga, contoneando sus caderas de manera muy graciosa.

No parece ser el comportamiento de alguien que descubrió intrusos en la casa en la que trabaja.

El cablecito de sus audífonos se menea igual que ella y es ahí cuando entiendo porque está tan desentendida del ruido y de la situación.

Está escuchando música con sus audífonos.

Esa no es tanta mala suerte.

Me agacho a la velocidad del rayo y corro en cuclillas hacía Demian.

- Demian – musito, - todavía tenemos una oportunidad de...

- ¿Sabes dónde puedo contratar un mercenario?

- ¿Qué?

- Lo que escuchaste, - me acribilla con la mirada. – no creo ser capaz de matarte con mis propias manos, pero si de contratar a alguien para que lo haga por mí.

- Si, si, más tarde, aunque sé que eres incapaz.

Sonríe y niega con la cabeza, pero a pesar de eso hay cierta incomodidad en el ambiente. Evito mirarlo a los ojos por más de un segundo y en su caso es igual.

De hecho, no paro de pensar en lo afortunada que sería Dayana si al final decide hacerle caso.

Porque vaya lo que Demian tiene escondido por ahí.

- Sophie para. – dice Demian de repente con los dientes apretados.

- ¿Eh?

A pesar de la oscuridad se puede percibir el rubor en sus mejillas.

- Para de pensar en voz alta. – culmina avergonzado.

Ahora es mi turno de ponerme roja escarlata.

- Prometo que no pensaba en ti. – Tartamudeo.

- ¿Y a qué otro Demian has visto?

- Eh... yo... Demian...

- Le voy a contar esto a Kenneth, - Me amenaza sonriente.

El peso del mundo me cae encima.

- No serías capaz.

- ¿Quieres ponerme a prueba?

- Le diré a Dayana que lo tienes chiquito.

Sin poder evitarlo empezamos a reírnos con el mayor de los decoros, sin nada de escándalo.

Luego de tranquilizarnos un poco planeamos lo que vamos a hacer.

Nos asomamos al ventanal y sacamos nuestras cabezas hasta poder visualizar a la mujer del servicio que sigue bailando sin parar.

Un amor, cartas y posdatasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora