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Debido a la estructura del apartamento, cuando abrías la puerta de la habitación de Kim San podías notar que la cocina y la sala de estar estaban justo frente a ti.

Kim, que estaba atado a una correa y no podía moverse libremente, justo como pretendían los niños, miraba la cocina con unos ojos inesperadamente alertas. Lee Taek con un delantal, estaba haciendo sopa de fideos frente a la estufa de gas y a su lado, Isaac estaba muy concentrado cortando fruta. A primera vista, parecía que sus preciosos hijos estaban preparando el desayuno de un fin de semana, pero ahora que sabía la verdad, todo se sintió un poco diferente para su gusto. Parecían una pareja recién casada. Eran como un par de esposos que preparaban la comida para su amada mujer después de la luna de miel.

El problema era que la esposa era él.

Y los maridos eran los mismos bebés que había dado a luz.

No importaba cuanto lo pensara, esta espeluznante realidad era lo único verdadero que tenía.

Los niños ni siquiera le proporcionaron mantas, por lo que no podía cubrirse durante la noche. En realidad, lo único que había en la habitación donde estaba encarcelado era una almohada y un colchón. En su recámara había artículos simples y de uso frecuente pero, cuando volvió en si, descubrió que los niños se lo habían llevado todo. Parecía que pensaban que iba a suicidarse por lo que no sabía si llorar o reír ante el cariño tan extraño de los niños.

Se apoyó en la cabecera de la cama y miró a sus hijos. Los hombres, que eran más altos que él y que se movían en la cocina con una naturalidad impresionante, también eran los mismos que lo sometieron por la fuerza. Recordó lo poderosos que fueron cuando lo sujetaron de las muñecas y también el hecho de que no importaba lo mucho que se resistiera, ellos nunca se apartaban de su lado ni una sola vez. Además, había marcas grandes y pequeñas no solo en sus muñecas, sino también en el cuello, el pecho y la parte interna de sus muslos. Kim San tembló al recordar a Isaac, empujando su pene a la fuerza entre sus piernas abiertas, y ya que pensaba que esta no sería la primera vez, le preocupaba imaginar si sería capaz de soportarlo de nuevo. Todavía podía sentir su mente divagando y los temblores subiendo por su pecho así que incluso las lágrimas comenzaron a fluir sin cesar hasta que gimió. Sin embargo, trataba de calmarse un poco porque a fin de cuentas, era el padre de esos niños y necesitaba... Ayudarlos.

Pero así era imposible.

¿Debía escapar derribando a los niños? No pensó que lo dejaran ir así como si nada porque, como dijo Isaac y Lee Taek, este era un plan de 7 años. Era complicado. Hace solo unas horas, pensó que no podía dejar atrás a sus bebés, pero también sentía que tenía que irse antes de quedar embarazado de alguno de los dos. Y mientras reflexionaba, viendo como su mente se iba para aquí y para allá una y otra vez, notó que alguien lo estaba llamando:

"Padre..."

Kim San giró la cabeza ante su voz. Isaac le llevaba la comida a la cama.

"Ven, es hora de comer."

Lee Taek se sentó en el colchón y tomó la cuchara. Recogió un poco de arroz y esperó pacientemente a que llegara para dirigirlo de inmediato a su boca. Sin embargo, cuando Kim giró la cabeza, Lee pareció bastante decepcionado.

"¿No vas a comer?"

Kim San suspiró y le dijo a Lee Taek:

"No quiero comer".

"Tienes que hacerlo para que puedas tener a nuestro niños."

Luego Taek sonrió y tocó suavemente el estómago de su padre de arriba para abajo:

"¿No quieres tener un bebé parecido a ti?"

Y ante los comentarios de Lee Taek, Kim San pareció volver la cabeza.

Una Habitacion En Silencio. Tomo 2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora