capítulo 7

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La Maestra Dulce guió a Diana hasta sus nuevos compañeros. Cuando entraron al aula principal, Diana se encontró con unos 20 niños que la miraban con curiosidad. No era tan común ver a una chica de preparatoria en un aula de preescolar, y mucho menos con el uniforme de jardín de niños.

La Maestra Dulce exclamó: "Ahí está, mis dulces. Denle la bienvenida a... ¿Cómo dijiste que te llamabas, cariño?" Preguntó a Diana.

Diana respondió: "Me llamo Diana Prince."

Seguidamente, la Maestra Dulce dijo: "Díganle hola a Diana. Nos acompaña porque se portó mal, y los niños y niñas traviesas regresan aquí para aprender la lección. Ahora, acompáñenme, todos vamos a desayunar."

Los niños, aún curiosos, siguieron a la Maestra Dulce y a Diana hacia el área de desayuno. Diana, consciente de la extrañeza de la situación, se preguntaba cómo manejaría esta nueva faceta de su misión mientras se integraba en el ambiente del jardín de niños.

Al entrar al comedor, Diana vio con horror que las mesas eran para niños, no había nada a su tamaño. La Maestra Dulce notó su preocupación y le dijo: "No te preocupes, tengo una solución para que no te sientes en esos pequeños asientos."

La Maestra Dulce colocó a los niños en sus lugares y se ausentó un momento. Cuando regresó, encontró a Diana mirando por la ventana hacia el patio. Gentilmente, la Maestra Dulce tomó la mano de Diana, la volteó, y la llevó a través del comedor. Diana mantenía la mirada baja, avergonzada por el trato infantil que recibía.

Cuando se detuvieron, Diana alzó la mirada y vio una silla alta para bebés. La Maestra Dulce dijo: "Bueno, mira, no teníamos sillas normales, pero contamos con esta en la que te podrás sentar. Gusto, cariño."

Diana, aunque todavía incómoda con la situación, se sentó en la silla alta. Se preguntaba cómo seguiría desarrollándose este día tan peculiar en el jardín de niños y cómo resolvería las complicaciones que surgían debido a su apariencia infantil.

Al ver la silla alta, Diana expresó su incredulidad: "¿En serio? ¿No había otra cosa?"

La Maestra Dulce respondió con aprensión: "Lo siento, cariño. No había nada más a tu altura."

Diana, aún desconcertada, preguntó: "¿Y qué tal en tu escritorio? Ahí está a la altura."

La Maestra Dulce explicó: "Mira, en mi escritorio solo está esta sillita. Es por eso que la traje. No hay más sillas normales. Pero mira, tienes dos opciones: sentarte en la silla o sentarte en el escritorio. Pero debes seguir las reglas de este salón. Tú eliges."

Diana respondió: "Si elijo el escritorio, ¿qué pasaría?"

La Maestra respondió enigmáticamente: "Eso no lo sabrás hasta que elijas."

Diana se encontraba en una encrucijada, con decisiones difíciles por tomar. Evaluaría cuidadosamente sus opciones antes de decidir cómo proceder, consciente de que cada elección podría afectar su situación en este entorno tan inusual.

La regresión de la mujer maravillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora