03. Los deseos de Rosas

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—Ven conmigo.— se acercó hacia el enorme espejos en la pared, tras un movimiento de manos y como si se trataran de cortinas, los espejos se retiraron dejando ver un salón mucho más grande con líquidos en botellas extrañas.

Utensilios de vidrio junto a un par de velas que alumbraban el salón, pero una luz azul iluminaba el lugar.

Asha quedó fascinada ante tal revelación, pero eso no fue todo, pudo sentir una carga emocional extraña, como si sintiera la felicidad, malicia, anhelos de todo el reino en ese cuarto. Entre más pasos daba más carga sentía, era una estimulación satisfactoria... algo que sentías que necesitabas con urgencia.

—¿Puedes sentirlos?— preguntó el rey sacándola de su ensoñación.

—¿Sentir qué...?— no negara que se asustó un poco al escuchar aquello, su cuerpo se tensó por un momento y más viendo la mirada tan relajada del rey.

Este solo rió por sus sorpresa, nuevamente Asha se molestó por esto.

—Los deseos, Asha— elevó su mirar hacia el techo por lo que Asha hizo lo mismo. Y quedó encantada.

Pequeñas y brillantes esferas flotantes estaban sobre ellos, cristales esféricos que desprendían una luz azulada clara, atraves de ellos no podía ver nada, como si neblina azul los cubriera para no ser vistos de lejos. Sonrió con satisfacción al verlos, aun recordaba lo que sintió la primera vez que lo vio en una ceremonia del deseo, solo pensó una cosa ese día "Esos deseos tienen que ser míos".

Era un poco caprichosa de niña, todo lo que pedía, sus padres se lo daban. Por eso la enorme rabieta que les hizo ese día a la mitad del reino nunca se le iba a olvidar, también de que aún era razón de que casi ninguna persona de su edad le hablara.

Magnífico extendió la mano y uno por uno empezaron a descender poco a poco, cada uno cada vez más visible los deseos en su interior.

Asha estaba hipnotizada con esa sensación, un sentimiento de poder pero al mismo tiempo calma, satisfacción y tranquilidad. Sus ojos brillaban entre más atención le ponía a los deseos... eran algo que quería tener...

—Son lo único que importa...— suspiró pensando en voz alta. Al darse cuenta de su error, intentó remediarlo de nuevo con su "natural" ingenuidad —¡Ay perdón!— exclamó avergonzada —No sé porque dije eso...

El rey rió nuevamente, esa ingenuidad le enternecía. Acercó a si mismo tres deseos diferentes: un hombre que anhelaba tener hijos, uno que quería estar con él amor de su vida, y una adolescente que quería saber que se sentía volar. Los mostró sin miedo a la menor, pensando que sería capaz de ver lo mismo que el ve en los desos.

Al acercarse más la menor y visualizar esos deseos podía ver que se movían, era como si tuvieran una personita dentro que estuviera repitiendo el deseo una y otra vez.

—No, es verdad. — acercó los deseo —Ellos son lo más importante.

No solo se refería a los deseos, también hablaba de su familia... su esposa... su reino...

—Nunca esperé que estuvieran tan... ¡Tan vivos!— rió nerviosa, el rey también rió con ternura.

—Sí. Verás, los deseos forman parte vital de la vida de estas personas. Y no sólo son deseos, son esperanza, y mientras las personas tengan esperanza... hay vida... Cuando ellos me entregan sus deseos, yo guardo y cuido esa esperanza...

—... Es asombroso...— suspiró encantada.

—Y no solo eso,— continuó —algunos deseos son bastante difíciles de cumplir, ¿Sabías?

—¿Cómo cuáles?— preguntó confundida.

—Bueno, no estás para saberlo ni yo para contarlo— le dio una risa apagada —, pero hace tiempo un niño se presentó a las puertas del castillo solicitando mi presencia. Cuando pude atenderlo, él me pidió que le cumpliera un solo deseo...— hizo una pausa acercando su mano a un deseo de una mujer de cabellos rubios y ojos azules, en el parecía hablando con los animales del bosque —Su madre estaba enferma... tenía una extraña enfermedad...

Estrella del AtardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora