04. Quisiera que estuvieras aquí...

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La ceremonia fue un fracaso para Asha, no solo no le concedieron el deseo a su Saba, sino que se lo dieron una chica de unos treinta años, ¿poder hacer los vestidos más hermosos? ¿Cómo eso podría ser bueno para Rosas?

Vio la decepción en la cara de su Saba y como su madre lo consolaba. Ella era la mujer más buena del mundo, nunca recuerda haberla visto llorar aunque es obvio que lo ha hecho.

No podía estar más enojada con el rey. No le había hecho daño de forma directa, si, pero la dejó sin deseo, y le hizo entender que nunca se lo cumpliría a ninguno de su familia. Ni ahora, ni en un futuro.

También como la reina le dirigió una mirada preocupada y fue tras el rey, creyendo que hablaría con él sobro ella. Sin saber que la reina murmuró "¿Qué tontería hiciste?".

En cuanto acabó la ceremonia, se levantó de su asiento y salió corriendo, no buscó a nadie, no esperó por nadie, solo huyó a casa. ¿Cómo podía esperar ser socorrida por alguien cuando toda su vida ella ha negado ayudar a alguien? No era tan cínica.

¿Cómo podría esperar algo que ella nunca ha dado? No lo pensaba dar. No sabría qué decirle a las personas cuando se sintieran mal. Aunque eso la carcomía. Cuando se sentía mal, como una criada en su propia casa, como un venado frente a su cazador, o ahora, frente a cientos de personas que murmuraban de ella.

«Ellos ven a través de mí... Ellos ven a través de mí... Ellos ven mi lado oscuro, ven mi peor lado... ¿Mamá podrá ver mi peor lado?... ¿Él verá a través de mí?... ¿Mis amigos verán mi lado más débil?»

Sus pensamientos la atacaban con la más mínima cosa.

Como si la poca conciencia que tuviera le estuviera gritando en el oído, una conciencia que la atacaba desde los doce años. Cuando escuchó que su padre la llamaba, cuando entró a la habitación y le dio unas palabras que nunca se le borrarían de la cabeza.

"-No llores hija mía... mi hija... Siempre has sido mi hija... desde el momento en que te vi, ya te amaba...

-¡No quiero que mueras!- abrazó con lágrimas -¡Te quiero tener conmigo toda mi vida!

-Mi niña... No puedes tener todo lo que quieres en esta vida... pero si puedes llegar a tener todo lo que necesitas si prestas atención...- sintió como miraba a su alrededor, pero ella solo lo miró.

-¡Te necesito!- suplicó -Aquí... conmigo...

-Lo sé...- acercó su mano a ella, sintiendo temor...

Se quedó helada por mucho tiempo, sollozando y viendo como la mano de su padre empezaba a tambalear.

-¡Asha, obedece!- regañó su madre.

Pero ella estaba tensa, sabía que tenía que darle la mano... pero temía empezar a llorar frente a su padre al hacerlo, y su madre le dijo que no lo hiciera.

Era un dilema muy grande para una niña de doce años.

Dilema que dio fin al ver la mano de su padre desplomarse, mientras mantenía los ojos abiertos y un último aliento completamente audible.

-¡No, no, no!- ahí cayó en cuenta de que nunca más podría tomar su mano mientras estuviera consciente, intentó acercarse, suplicar su perdón, tomar su mano -¡NO, NO, NO, NO, NO!- su Saba la cargó y la sacó del cuarto, tratando de explicar que debía irse -¡PAPÁ! ¡NO! ¡NO...!- gritó desesperadamente, con lágrimas en los ojos, suplicando por quedarse.

-Asha, quédate aquí. ¿Está bien?- pidió su Saba.

No estaba bien. No quería hacerlo. Pero volvió a quedarse quieta, asimilando lo que acaba de pasar. Su Saba volvió a la habitación dejándola sola.

Estrella del AtardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora