Capitulo 2

762 53 11
                                    

¿Marcada? ¿Qué significaba eso? Su mirada me daba miedo, más de el que ya tenía. Que un tatuaje te salga de la nada, ¿Acaso eso es posible? Pues claro que no.

– ¿Qué diablos? – me levanté del suelo y caminé hacia el lavamanos. Abrí el grifo y metí mi brazo debajo del chorro de agua en un intento de remover aquel tatuaje. El chico que aún seguía en el baño de chicas, permanecía con su mirada pegada en mi anatomía, calculando cada movimiento que yo hacia.

– No va a salir. – su ronca y gruesa voz resonó por todo el baño. Me volteé a verlo enojada. Estaba apoyado con su hombro en la pared mientras mantenía sus brazos cruzados.

– ¿Qué mierda es esto? – grité señalando el dibujo en mi muñeca mientras lo miraba directamente a los ojos. – ¿Y quién mierda eres tú? – espeté enojada. Mi cabeza estaba por todas partes, los nervios comiéndome por dentro y verlo ahí sin hacer nada no me estaba ayudando. Sin embargo, él permaneció callado. – ¿Sabes qué? ¡No me interesa! Solo quiero verlo desaparecer. Mis padres me van a matar si lo ven. - podía sentir como a cada segundo mi respiración se agitaba más y mi cuerpo comenzaba a temblar. Sentía ira, confusión, ansiedad y sobre todo miedo.

– Qué actitud. – murmuró pero yo lo puede escuchar claramente, por lo que lo fulminé con la mirada. - Se supone que te guste, que quieras saber más de eso. - dijo en murmullos más para él mismo que para mí.

- Ok, no me gusta y no quiero saber más de esto. ¿Entiendes? Solo...ah...¡Solo quiero que este maldito tatuaje salga de mi piel! - grité alarmada. Fue entonces cuando sentí mi cuerpo cambiar, mi respiración se había normalizado y mi corazón ahora palpitaba a un ritmo tranquilo, sin embargo estaba más furiosa que antes. Sentía la ira correr por mis venas sin motivos para detener su camino. El chico de inmediato tomó una posición lista para defenderse y me miró a los ojos, su mirada mostraba un poco de miedo, solo un poco.

– Isabel. – su voz salió con tono de advertencia. – Solo respira profundo y cierra tus ojos. - dijo con voz calmada y pausada acercándose poco a poco con las manos en el frente listo para defenderse si hacia algún movimiento en contra de él. Sin saber el motivo de sus actos hice lo que me pidió. Pude sentir como un peso fue removido de encima de mí, mientras finalmente relajaba mis hombros y dejaba la tensión ir.

– De acuerdo. – dije ahora más calmada y volví a mirarlo. Él me miró confuso, pero permaneció en su posición defensiva. – No te voy a matar. – espeté obviamente mientras lo miraba con el ceño fruncido confundida.

– El cambio fue demasiado rápido. – su voz mostraba confusión y me miraba con miedo. Yo me voltee rápidamente hacia el espejo y miré mis ojos. Tenían el mismo color azul grisáceo de siempre.

– ¿Qué? – susurré confundida. Claramente algo me estaba pasando, pero ahora mismo eso no me importaba, solo quería que ese tatuaje se fuera de mi piel y poder volver a clases como si nada hubiera pasado.

Antes de poder decir algo el chico me tomó del brazo y me arrastró fuera del baño.

– Espera, mis cosas siguen allí. – dije para que se detuviera, pero al parecer a él no le importó, solo apretó más su agarre en mi brazo y continuó caminando.

Caminamos por toda la escuela hasta llegar al cuarto del conserje. El chico abrió fácilmente la puerta, como si la misma no tuviera seguro. Entramos y cerró fuertemente la puerta tras de mí.

– Espero que no tengas pensado tener sexo conmigo, por que si lo haces juro que yo misma te cortaré las...– antes de poder continuar con mi amable discurso, el chico me interrumpió.

– No pienso violarte. – dijo con tono obvio y me miró seriamente. Tomó mi muñeca entre sus manos nuevamente e inspeccionó el tatuaje. – Puedes hacer que desaparezca. – susurró.

- ¿Qué quieres decir con que puedo hacer que desaparezca? - dije irritada. En todo el tiempo que llevábamos juntos no me había explicado ni una sola cosa bien, además de que sus cambios de humor se me estaban haciendo insoportables.

El chico suspiró y volvió a mirar el tatuaje en mi muñeca. Su mano libre se dirigió a la tinta en mi piel y la rozó levemente, casi ni tocándola.

– Solo tienes que decir καμουφλάζ y lograrás que permanezca invisible para los ojos de los demás, sin embargo, seguirá ahí.explicó. Lo miré confundida, realmente no sabía de lo que me estaba hablando. Sin pensarlo más arrebaté mi mano de su agarre.

– De acuerdo, así que se supone que con decir una tonta palabra el tatuaje desaparecerá, ¿cierto? – dije sarcásticamente. Él solo asintió. – ¿Enserio crees que voy a creer eso? – estaba vez le hablé con puro enojo en mis palabras. – Recién llegas a la escuela, ni siquiera te conozco, no se quién demonios eres, es más, ni siquiera se tu estúpido nombre. Entonces, vienes, invades mi espacio personal, dices cosas que no entiendo y pretendes como si todo esto fuera normal. - dije ya a punto de caer en la histeria. Se supone que esté con Esther, hablando de lo que hicimos en verano, de los chicos lindos que conocimos y de todo eso, no de esto, definitivamente sobre nada de esto. – No confío en ti. – espeté.

Él me miró y soltó un leve risita. Lo miré incrédula. Le acabo de decir todo lo que pienso de él y lo único que hacerse es reírse.

– No necesito que confíes en mí. – soltó aún con una sonrisa plantada en su rostro.

– ¿Enserio? ¿Eso es lo único que tienes que decir? – dije entre dientes. Fue ahí cuando volvió a ocurrir lo mismo de hace poco, el mundo a mi alrededor se apagó. Mi respiración se tranquilizó y mi corazón comenzó a palpitar terriblemente suave. Como nunca antes mis sentidos se agudizaron y mis sentimientos se hicieron aún más fuertes. Estaba enojada y mucho.

– Isabel, contrólate. – su voz se había tornado severa al igual que su mirada, sin embargo había cierta vacilación en sus actos, como si no quisiera enojarme más de lo que ya estaba.

Conocía esa actitud, se había comportado igual hace un rato. Fue ahí cuando decidí mirarme en el pequeño espejo que se encontraba colgando en la pared. Efectivamente, mis ojos eran de un color rojo con grietas verdes y lo blanco se había convertido en negro nuevamente. Quería obsérvalos por más tiempo pero alguien me cubrió los ojos.

– ¡Qué haces! – grité enfurecida y retiré sus manos de mis ojos.

– Isabel, no puedes mirar detenidamente tus ojos por mucho tiempo cuando están así, eso trae consecuencias. - dijo y vi como bajó la mirada al suelo, no queriendo mirarme a los ojos. Inmediatamente me asusté.

- ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué mis ojos están así? – pregunté histérica, mis manos comenzaron a sudar y a temblar mientras mi corazón palpitaba rápidamente.

– Te puedo ayudar Isabel. Solo cálmate, cierra los ojos y respira profundamente, déjalo ir. – dijo con voz tranquila y finalmente me miró a los ojos, dándome a saber que podía confiar en él. Pero como podía confiar en alguien que me tenía...¿miedo?.

Traté de alejar ese pensamiento e hice lo que me pidió. Cerré mis ojos y respiré profundamente, para luego dejar ir el aire retenido. Mis hombros cayeron, dejé de temblar y ya me sentía más calmada, tranquila y relajada. Volteé a verme al espejo y mis ojos habían optado su color original.

- ¿Cómo...pasó eso? - dije confundida volteándome a verlo. Él dejó escapar un largo suspiro y me miró, puso sus manos en mis hombro y se bajó un poco para mirarme a los ojos.

- Me llamo Adam y te voy ayudar. - sentenció.

Adam en multimedia

Escorpio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora