Capitulo 3

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Tomé mis cosas del baño y salí rápidamente para la próxima clase que me tocaba, luego de que saliera corriendo de la primera clase del día. Adam me había ayudado a ocultar el tatuaje, dándome su chaqueta negra. Él me dijo que luego de clases hablaría y me explicaría todo. Así que fui a mi próxima clase que era Bioquímica con la profesora White.

Abrí la puerta suavemente y entré. La profesora dejó de dar clase y todos en el salón me observaron.

– Tome asiento señorita Ducan. – el enojo en sus palabras era notable. Bajé la vista y asentí mientras tomaba asiento en una de las sillas vacías.

– Oye, ¿En dónde estabas metida? – me preguntó en un susurro Esther. La miré y solo negué. Ella me miró confundida, mas sin embargo no insistió más y volvió su atención al frente.

Suspiré frustrada y tomé la manga de la chaqueta, solo para levantarla un poco y ver mitad del tatuaje. ¿Cómo es posible que me hubiera salido de la nada? No lo entendía, pero lo menos que entendía era el papel que jugaba Adam en todo esto.

Rodé los ojos y finalmente bajé la manga de mi chaqueta. Miré hacia al frente y me encontré con la mirada de Matt, pero no me miraba a mí si no a algo en mí. Seguí su mirada y esta estaba puesta en mi muñeca. Lo volví a mirar asustada y él solo me miró directamente a los ojos, para luego mirar hacia al frente.

Lo había visto.

Matt había sido mi novio durante dos años, pero luego me di cuenta de lo sobre protector, controlador y posesivo que era, fue ese el motivo por el cual lo dejé. Matt siempre había sido bienvenido en mi familia, y puedo decir que conocía mejor a mis padres que yo misma. 

Luego hablaría con él.

***

Las clases del día continuaron y no volví a ver a Adam. Ese chico era bastante raro pero algo en él me daba intriga y curiosidad.

– ¿Vienes a comer? – preguntó Esther parándose frente a la puerta del comedor.

– Claro, en unos minutos voy. Solo déjame ir al baño. – mentí. En realidad iba a buscar a Matt, él nunca iba al comedor a almorzar.

Caminé por los pasillos de las escuela y me dirigí al patio trasero de la misma. Matt y yo siempre nos pasábamos las horas libres en aquel lugar, hablábamos hasta cansarnos. Era un lugar bastante conservado y tranquilo.

Ahí estaba. Sentado en uno de los bancos del patio.

– Matt...– dije suavemente pero lo suficiente para que él me escuchara.

– Sabía que me buscarías. – dijo sin voltearse a verme. – Sé lo que vi. – su voz era suave y sin emociones. Finalmente me miró.

– Matt no es lo que crees. – dije tratando de que me escuchara. – Sin embargo, no me creerías si te dijera la verdad. – susurré bajando la vista.

– De acuerdo. – dijo entre dientes. Se paró del banco listo para irse de una vez.

– Espera. – grité y lo tomé del brazo.

– Si lo que te preocupa es que se lo diga a tus padres, no lo haré. – espetó. Sin embargo, se volteó un poco y me dedicó una mirada cortante. – Aún. – finalizó y en un movimiento brusco se soltó de mi agarre.

Lo vi alejarse y dejé escapar un largo suspiro de frustración. Levanté la manga de la chaqueta y el tatuaje aún seguía ahí. Aún tenía la esperanza de que todo esto fuera un sueño y que el tatuaje ya no estuviera ahí.

Caminé otra vez dentro de la escuela y esperé a que la hora de almuerzo acabara. Así podría tomar las clases restantes y de una vez por todas hablar con Adam para que me explicara que era lo que estaba pasando conmigo.

***

– ¿Para dónde vamos? – le pregunté a Adam.

Las clases habían acabado y yo había ido a donde Adam para que hablara, pero él decidió buscar un lugar "adecuado" para poder explicarme. Así, que andábamos caminando por los pasillos de la escuela buscando "el lugar".

– Aquí – dijo finalmente Adam y abrió las puertas. Frente a nosotros encontramos la piscina de la escuela, donde el profesor de natación daba sus clases, donde se hacían practicas y competencias.

– ¿Qué hacemos aquí? – pregunté ya cansada de tantos rodeos.

– De acuerdo Isabel, primero vamos a sentarnos. – sonrío. Rodeé los ojos y caminé hasta las gradas, tomando asiento en la primera fila.

– Ahora, ¿ya puedes hablar? – pregunté nerviosa. Quería saber que era lo que estaba pasando. El asintió ahora serio y se acomodó a un lado mío.

– Fuiste una de las diez marcadas. – explicó. Yo fruncí el ceño, sin entender. - En la Antigua Grecia, comenzando en el 1200 a. C. , inició una guerra entre la luz y la oscuridad. Personas que poseían grandes poderes, que tenían la misión de proteger el mundo, pero cuando les tocó decidir entre la luz y la oscuridad hubieron muchas almas que se fueron por el lado contrario, y fueron llamados los fallidos. Inició una gran guerra entre los que habían seguido el camino correcto y los fallidos, que causó grandes desastres, tanto a los terrícolas como a los enviados de ambos bandos. – hizo una pausa y suspiró.

Me había quedado paralizada, no sabía si creer en sus palabras o dejarle por loco. Sin embargo, no podía despegar mis oídos de lo que contaba.

– Esto causó el hundimiento de la civilización micénica dando inicio a la Edad Oscura. Sin embargo, los enviados que habían seguido el camino correcto lograron derrotar a los fallidos restantes, evitando así mayores tragedias. Los fallidos desaparecieron, pero muy bien se sabe que en algún momento volveran. Los enviados que cumplieron su misión fueron llamados Los Mayores. Los Mayores crearon el zodiaco algo muy conocido por los mortales, sentando sus bases en la mitología griega. En cada signo hay ciertas personas que tienen la verdadera naturaleza y poder de su signo. Hace diez años atrás las personas del nuevo siglo se dieron a ver. Cada signo del zodiaco tenía a sus diez personas marcadas. Esas diez personas que fueron observadas durante toda su vida hasta que el momento indicado llegó. – finalizó dejando escapar otro suspiro.

– Todo esto es muy confuso. – fueron las únicas palabras que de mi boca pudieron salir. Adam asintió y continuó.

– Esas diez personas de cada signo fueron puestas a prueba durante un lapso de tiempo y al final solo uno quedó en cada signo, el elegido. El único signo que nunca se reveló fue el Escorpio, esas diez personas aún no estaban listas. Luego de que esos diez años pasaran finalmente al menos siete de las personas de Escorpio fueron reveladas y una de ellas eres tú. – pausó. – Esta será la ultima selección de elegidos que se hará para siempre y por lo tanto es la más importante. – concluyó.

– ¿Cómo nunca me di cuenta de todo esto? – pregunté con la voz llena de miedo, mas para mí misma que hacia él. Necesitaba tratar de buscarle algo de lógica a todo lo que él me estaba diciendo.

– Es imposible que lo hubieras echo. – dijo seriamente y bajó la vista.

– ¿Cuál es el propósito de esto? – dije tratando de calmarme y poder entender más a fondo la situación sin poder creer que realmente estaba aceptando lo que él me había contado.

– Cuando los fallidos reclamen guerra de nuevo, tiene que haber alguien que la detenga. – su voz era ronca y calculadora, no queriendo dejar escapar de su boca cosas que no debía.

– ¿Porqué lo harían? – pregunté asustada. Adam solo ignoró mi pregunta.

– Yo fui el elegido de Acuario. Fui enviado aquí para ayudarte, para instruirte en tu nueva etapa, para salvarte. – apoyó sus codos en amabas rodillas y entrelazó sus manos. Bajó la cabeza y dejó escapar un suspiro.

– ¿Qué? Pero, entonces ¿Qué pasa con los que no fueron elegidos? – pregunté al ver que no había dicho nada sobre ellos.

Adam se tensó a mi lado, pero subió la cabeza y me miró. Su mirada tenía un destello de tristeza.

– Mueren. El elegido los mata. – finalmente dijo, su voz saliendo casi en un susurro no queriendo realmente decirlo.

¡Oh dios!

Escorpio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora