𝟵|𝗣𝗲𝗿𝗳𝗲𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻

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Los dos corrían para llegar hasta Allison, su brazo te rodeaba la cintura, el otro se extendía hacia la mujer acorralada

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Los dos corrían para llegar hasta Allison, su brazo te rodeaba la cintura, el otro se extendía hacia la mujer acorralada.

—Gracias! —gritó una vez que los tres llegaron al piso de arriba.

—No hay problema. —Dijo Five.

Y entonces la viste. Era una mujer más alta, de pelo negro eléctrico y ojos verdes.

Five les dijo que se fueran, que él se encargaría de la mujer. Mientras Allison corría, tú te quedaste, escondida detrás de la pared, observando.

La golpeó en la cabeza y ella soltó un gemido de dolor. Qué bien. Tu novio podía con todo. No tenías ninguna duda de que sería capaz de manejar esto fácilmente; después de todo, él era probablemente el pensador más rápido de todos. Podía hacer cualquier cosa y esa era sólo una de las razones por las que estabas irremediable y desesperadamente enamorada de él.

Y entonces llegó el escupitajo, junto con un siseo que salía de la boca de la mujer. Jayme, crees que se llamaba. Jayme. Sonaba más o menos bien.

Arrugaste la nariz, como Five, que empezó a maldecirla.

—¡Agh! Eh, qué asco!

Pero antes de que pudiera continuar con el habitual sermón sobre sanidad, su cara se volvió vidriosa. El sudor se acumuló en su frente, y comenzó a caminar casi sin rumbo.

—¿Qué demonios? —se le oyó susurrar. Sus ojos se dirigieron hacia las escaleras, al igual que los de Jayme.

Saliste corriendo, mirándole, pero sin tocarle. Molestar a la gente cuando esta en trance podria terminar peligrosamente, escuchaste.

—¿Qué le has hecho? —susurraste, pero ella lo oyó y sólo sonrió. No era una de esas sonrisas suaves; era algo parecido a la sonrisa de Five cuando estaba enfadado. Era torcida, falsa.

—Sólo le estoy mostrando lo que quiere, niña.

—¿Dolores? —Susurró Five. Pudiste sentir cómo se te destrozaba el corazón.

El maniquí, ese maniquí que se sentó con los dos a través de las noches más oscuras del apocalipsis. Ella estuvo allí a través de todo, él siempre parecía elegirla a ella antes que a ti. Incluso después de estar juntos. Dolores esto, Dolores aquello, "A Dolores le quedaría bien esto, ¿verdad?"; "Dolores, eres perfecta"; "Dolores, te quiero".

Creíste que se había acabado. Pensaste que había superado lo del estúpido maniquí, pensaste que te amaba, sólo a ti. Pensaste que estaban hechos el uno para el otro, la estúpida mierda de alma gemela que todo el mundo predicaba. Pero ahora te das cuenta de que te aferraste demasiado a los sueños de una niña pequeña.

Pudiste verle esbozar una sonrisa, una sonrisa genuina. "Dolores."

Y luego vino el idioma italiano.

Five Hargreeves | One-shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora