▌𝐁𝐎𝐑𝐍 𝐓𝐎 𝐃𝐈𝐄

𝐄𝐒𝐄 𝐃𝐈𝐀

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                        La caída de Shinganshina                                               シンガシナの陥落

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               Hasta este momento había sido un alma perdida, desnuda, sin ningún motivo por el cual vivir, pero ahora que mi muerte se aproxima me arrepiento de no haber vivido un poco más.

Corría oyendo los gritos de niños y adultos por igual, donde mirara la sangre de la gente de mi ciudad estaba esparcida por doquier

Pase saliva al ver de reojo como un titán mataba sin piedad alguna a solo un pobre niño, la sangre de inocentes manchaba mi rostro siendo salpicaba cuando los titanes se los comían.

No miraba atrás, me dedicaba a mirar enfrente esquivando las rocas que habían en mi camino las cuales debajo había restos de gente.

Mi pecho quemaba con fuerza y mis ojos picaban y los sentía hinchados por llorar, caí al suelo por tropezar inútilmente, me quedé sentada sin reaccionar.

Podría morir aquí, y a nadie le importaría, la muerte incluso podía ser más compasiva con mi vida.

Me pare de ahí por instinto teniendo la salida de evacuación a unos metros frente a mi, Shinganshina al igual que los demás distritos de María, al ser una ciudad donde más titanes se amontonaban recibía el nombre de carnada, así que en caso de algún accidente como estos los ciudadanos podrían escapar en barcos.

Salí de ahí, al instante los oficiales encargados del barco me reconocieron por ser la hermana del capitán, asi que no rechistaron y me subí.

Me senté en lo tablones de madera que había de banco viendo atentamente la madera que tenía, y por primera vez desde hace tiempo subí la mirada hacia lo que era antes mi ciudad.

Humo salía y lograba verlo arriba de la muralla, a mi lado había personas llorando y sollozando.

El barco se empezó a mover, pero no todas las personas habían subido aún faltaban demasiadas, la desesperación se veía en sus rostros, la gente empezó a saltar importandole poco su vida.

Algunos lograban llegar a salvo al barco y algunos caían ocasionando su muerte, los cañones empezaron a oírse, me cubrí los oídos por el ruido y más humo empezó a salir.

La puerta se empezó a cerrarse, pero los cañonazos aún estaban en acción eliminando a los titanes quién más cerca se encontraban en la puerta.

Sin esperarlo la puerta fue destrozada por un titán lleno de coraza, y otra vez ahí estaba la incredulidad, María había caído. La paz falsa que nos había rodeado durante 100 años se había caído junto a mi casa en un solo segundo por los titanes.