Magnifique plan de vengeance

105 7 0
                                    

No iba a fingir su muerte como Amy Dunne, aunque tal vez SeulGi lo merecía por lo que le había hecho, el hundirla en ese juego egocéntrico que la hundía en una depresión y la hacía sentir tan inútil, como si fuera basura comparada a una persona nueva, reluciente, pero sí que iba a hacerle sufrir.

Primero, JooHyun acordó una cita con el abogado de SeulGi, su esposa, para hablar de aumentar el seguro de vida, hablar de los carros y casa para que al final estos queden a su nombre por toda la vida para dejarla sin nada, sólo necesitaba una firma, ¿Y cómo conseguirla? JooHyun rió, de sólo llegar y besar a su esposa para hacerle una felación, montarla, y después darle una cerveza para darle el papel que la otra, casi desmayada, firmó sin ver.

SooYoung le dio esa idea, y fue una magnifica, excelente. Y aunque primero ella se negó, preocupada,  después saltó.
SeulGi nunca se preocupó de ella, ni de ocultarlo, por lo que ni lenta ni perezosa fue al otro plan.

Firmar para hacer notorias sus acciones en la empresa, lo que la hacía 9% dueña de ella y fácilmente podía tener ganancia a espaldas de SeulGi para rascarle y que poco a poco, sienta ese dolor ingrato, algo mínimo de lo que ella le hizo sentir pero que de todos modos, merecía.
Después, caminar al banco con esa sonrisa y estrechar manos con la que llevaba esas cuentas que ella una vez le dijo, acariciando su rostro mientras la besaba, cuando le hacía el amor con auténtica valía, y amor:

—Lo mío es tuyo, conejita, todo lo que tengo— entonces sería verdad.

Ese día firmó para depositar en su cuenta, más de la mitad de cuenta de SeulGi después del 4 de julio, el día que ansiaba JooHyun para por fin dárselo en su maldita cara, pero por mientras, sólo recibió ese ansiado beso en su mano mientras su esposa la veía con una sonrisa, relamiendo sus labios, acercándose a sostenerla por la cintura.

—Hueles divino, mi amor—huele a venganza, rencor, y Jemnie ama ese olor. Le sonríe a su esposa de la misma manera, acercándose a besarla, siendo interrumpidas por el pequeño mozo que llegó a avisar.

—La reservación está lista.

Hora de la acción, la acción que le hacía sentir una adrenalina en el corazón mientras quería dejar a la indefensa que sólo lloraba atrás de ella porque entendió, a la mala, que SeulGi ya no estaría para ella, para defenderla en brazos siquiera por una tonta película de un perro que su dueño muere.

JooHyun sostuvo la copa de agua mientras acariciaba el anillo de la castaña, con esa sonrisa tan hermosa que hizo a la otra carraspear mientras se acercaba a su silla, riendo junto a ella, hablando.

—Feliz aniversa-

—¿Cómo te fue hoy en el trabajo?—interrumpió de forma fría mientras se apoyaba en sus manos, viéndola, quitándose poco a poco el anillo pero después ponerlo en su lugar, ese lugar que se sentía, vacío, aunque tenía el roce metálico.

La castaña tragó saliva, levantando su barbilla mientras volvía a sonreír nerviosa al ver los dedos de su esposa quitarse el anillo pero después, volver a ponerlo donde mismo. Habló después de acariciar los dientes con su lengua.

—Bien, amor, poco trabajo, las secretarias jóvenes son demasiado funcionales y rápidas por lo que el papeleo desapareció en menos de lo que creí, es un buen equipo.

Entonces tenía que soportar a la castaña hablar y hablar sobre su trabajo pero no porque SeulGi fuera así, si no, porque JooHyun le preguntaba con una pequeña sonrisa y sus dedos poco a poco volvían a acariciar la mano de su querida esposa que poco a poco se comenzó a cohibir en su asiento, sintiéndose chica, mientras la mayor se acercaba más, sonriendo.

La pelinegra era lenta, quería causar miedo, terror, un temblor en su esposa que poco a poco desvió la mirada para comenzar a ordenar, tan monótona que SeulGi casi pide la misma ensalada de salmón, que se sorprendió cuando esta se pidió un filete mignon.

¿La estaba poniendo nerviosa? A lo mejor, porque notó cómo SeulGi comenzaba a morder sus labios mientras le intentaba sacar palabras a su esposa que sólo se centraba en preguntarle cosas sobre su día, haciéndole hablar para hacerla sentir culpable de que sólo ella era la que estaba hablando en el supuesto aniversario, donde se supone que tenía que haber comunicación. Sólo rió, mientras su pie se acercaba a acariciar la pantorrilla de su esposa en lo que llegaba su orden.

Sonrió, cortando con el cuchillo afilado que pocas veces usaba en las cenas con SeulGiie y comenzó a partir de una forma suave su carne como mantequilla, pues se pidió el corte más suave, sonriendo mientras veía a la castaña concentrada en cada uno de sus movimientos fríos, ásperos, que tal vez no eran de ella porque su esposa se casó con una mujer delicada, dulce, que recolectaba lechuga y salmón de forma suave, no la que la comenzó a ver más fría, negando.

Después, JooHyun relamió sus labios, llevando el filete a su boca mientras soltaba las palabras que quiso soltar hace días, pero también soltando una pequeña lágrima sin mirar a los ojos a su esposa.

Tuvo el impulso de esconderlo, pero ya no más, porque estaba tan decidida. JooHyun sonrió, con más lágrimas saliendo de sus ojos, relamiendo sus labios, negando.

—Ya me enteré, SeulGiie, hace un mes me enteré que me eres infiel—lo que hace que simplemente deje de llevar el filete a su boca para ver a los ojos a su esposa, riendo, ladeando su sonrisa como si hubiera dicho la broma más estúpida del mundo.

La otra sólo negó, riendo, volviendo masticar su filete, pero de todos modos la pelinegra notó una gota de sudor recorrer la quijada de su amada y fiel esposa. Ella ahora ladeó su cabeza al verla negar, divertida, mientras vuelve a cortar otra rebanada y la lleva a sus labios para saborear, como si lo que iba a decir, la callara.

—No digas ridiculeces, JooHyun.

La otra la vio a los ojos, dejando caer otra lágrima, negando, riendo mientras se le acercaba de nuevo para susurrar.

—¿Ri-ridiculez? ¿Tú crees? Es sólo que... no pensé que el avisarte que sé que tu polla se entierra todos los días en el coño de tu secretaria sería una ridiculez—verla suspirar, temblar y tragar saliva, tragando con ello su filete. Sólo la ve, apretando su mandíbula mientras la ve.

—¿Qué?

—Ah, y felicidades, llevo dos meses embrazada.

The Other WomanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora