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Los días vuelan con una rapidez irreal, tanto así, que a Megumi le preocupa estar soñando despierto.

Desde la última pijamada con Yuuji que no ha dejado de pensar en las reacciones tan intensas de su propio cuerpo. Es decir, siempre le había parecido bastante incómodo y extraño que sus ojos se desviaran casi en automático hacia los bonitos labios de Itadori, quedándose fascinado y tal cual un bobo observándolo, para después establecer el contacto visual que tanto evitaba con el resto de las personas; pero cuando se trataba de Yuuji, parecía entrar en un trance hipnótico provocado por sus ojitos similares a dos redondas gotitas de miel. Todas esas veces concluían en intensas miradas, hasta lo que pasó hace dos viernes... y es que nunca había estado tan cerca de ir más allá, hasta el punto de ser consciente de que casi transgrede los límites que definen su amistad con Itadori.

No han vuelto a tener una pijamada juntos y es únicamente porque les ha costado coincidir horarios. Estas dos últimas semanas Itadori ha ayudado mucho a su hermano Choso con la tienda de abarrotes que dirige y por su lado, Fushiguro ha estado ayudando a Tsumiki con las compras del mes.

Megumi extraña a Itadori o, mejor dicho, extraña los viernes de juntas nocturnas, porque lo ve todos los días en la escuela, pero no es lo mismo a pasar tiempo en un espacio de confort como lo son sus hogares. Sin embargo, al mismo tiempo, teme que el viernes llegue tan rápido, porque por primera vez está asustado de sus propios impulsos primitivos. Teme ser tan débil y no poder soportar las ganas que tiene de besar a su mejor amigo y aquella posibilidad lo tiene con un nudo en el pecho difícil de disolver.

No lo comprende, Yuuji es solamente su amigo, el que más quiere en el mundo, ¿desde cuándo está pensando en él de una forma tan pervertida?, ¿desde cuándo lo mira con otros ojos? No debería estar pensando así de él, no puede; no le corresponde hacerlo, menos si no siente nada por él... o eso es lo que quiere seguir creyendo firmemente.

Los días en la escuela siguen siendo como siempre: jornadas cargadas de abrazos, besos fugaces de Yuuji en su frente, apretones suaves de Megumi en las puntas de sus orejas y roces muy peligrosos, que recién ahora, comienzan a perturbar y llamar la atención del azabache. La complicidad solamente crece más y más, hasta el punto de que la última integrante del trío dinámico, Kugisaki Nobara, comienza a hartarse de la situación.

Como un ente que especta desde afuera de la burbuja de amor, está hasta la coronilla de lo ciegos que son sus mejores amigos. Ah, ¿cuál de los dos es más idiota?

Claramente la muchacha no está enterada ni de cerca del beso que Megumi casi le roba a Yuuji, de lo contrario, ya hubiese planeado una mega boda entre sus dos mejores amigos.

Cualquier persona puede ver que hay algo más allí, pero parece que todo el mundo sabe menos ellos mismos.

— Fushiguro, ¿por qué sigues haciéndote el tonto? — la pregunta de parte de la pelinaranja sobresalta a Megumi, quien desvía la mirada desde el libro que estaba leyendo tranquilamente hasta los castaños ojos de la muchacha que lo observan con una leve pizca de rabia.

Es bastante inteligente, por algo es el número uno del curso, pero cuando se trata de comprender indirectas o, mejor dicho, el enorme flechazo que tiene por su mejor amigo... es el ser más tonto que ha pisado la Tierra.

— No entiendo a qué te refieres. — ladea la cabeza, arqueando sus cejas en un gesto de confusión extrema que llena de ira a Nobara.

Si tuviese un martillo a mano, golpearía cada maldita neurona de Megumi para hacerlo entrar en razón.

Pero, tristemente, solo debe conformarse con usar sus manos.

— ¡Eres un completo idiota! — chilló, dándole un sape muy fuerte.

❝Softly❞ 「ItaFushi」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora