Se sentía como estando sumergida en un gran tanque de agua fría, los oídos no escuchaban, los ojos no veían, la piel no sentía, simplemente existía. No sabía siquiera si estaba respirando.
Poco a poco, un pitido agudo comenzó a hacerse presente en su cavidad auditiva, como una molesta y perforadora alarma despertando a un estudiante un lunes. Su cuerpo comenzó a pesarle, empezó a reconocer el sube y baja de su pecho con su respiración, pronto se sintió rodeada por un tejido suave y ligero, una sábana. Y luego sintió partes de sus brazos y articulaciones tensamente enrollados en vendas y gasas.
Lo siguiente que le siguió fue el dolor cansado que acechaba sus músculos, era un dolor soportable, presente pero reconfortante, le recordaba que seguía sintiendo, que seguía viva. Los ojos de la contorsionista se abrieron poco a poco, aunque se vio obligada a cerrarlos de nuevo ante la cegadora luz artificial de la habitación. Su garganta se sentía arenosa, casi prístina, como si fuese la primera vez que el aire inundaba sus vías respiratorias.
Al tercer intento, los ojos obsoletos de conciencia sobre la situación de la muchacha se abrieron, sus pupilas se achicaron con el fin de permitir al ojo humano asimilar la luz que provenía de la lámpara de techo.
Su inocente mirada comenzó a moverse por su entorno, se encontraba hospedada en una habitación de paredes blancas ligeramente desconchadas, había una ligera humedad en el aire camuflándose tras el intenso olor de productos desinfectantes. Había un par de estanterías mal colocadas por la pared derecha y una mesa metálica con instrumentos médicos a la derecha de la camilla sobre la que se encontraba tendida.
Y entonces, como si de un interruptor encendiéndose se tratase, el cerebro de la contorsionista asimiló que no debería estar en aquel lugar. El entorno no era conocido, no era la familiar vista de su habitación ni el horroroso recuerdo del empedrado final de una ladera boscosa. ¿Dónde estaba? ¿Qué era ese lugar?
De hecho, cuando se paró a pensarlo mejor, se dió cuenta de que ni siquiera debería estar siendo capaz de hacerse preguntas. Había rodado por toda una ladera y no recordaba haber llegado al final, todo se había apagado a un negro eclipsante mucho antes de que eso sucediera. La realidad le chocó como un camión de carga, ella debería estar muerta.
— En efecto, deberías — de repente una voz masculina resonó en su cabeza, alarmando considerablemente a la muchacha —. Pero decidí intervenir con el curso natural de las cosas y traerte de vuelta.
La humana miró a su alrededor con ansiedad y confusión colmando su cuerpo, no había nadie en la habitación, solo ella, sus vendados huesos rotos y un par de estanterías viejas con instrumental médico. Y, esa voz no sonaba exterior, no.. sonaba como si estuviese hablando directamente en su cabeza. Era una voz barítona, masculina, grave y profunda, que resonaba como la letra de una canción pegadiza en el cerebro, pero con un deje mucho más aterrador que confundía al cerebro y hacía que se te pusiese la carne de gallina con un escalofrío.
Justo cuando la contorsionista iba a abrir la boca para preguntar, ¿el qué? muchas cosas podrían ser, tal vez preguntaría por el lugar en el que se encontraba, por el portador de aquella voz masculina, por el por qué de su continuidad viviendo.. habían tantas preguntas rondando por aquella cabeza y tan pocas respuestas al alcance de sus ojos, justo entonces, cuando todas las preguntas iban a brotar de su boca como gotas de lluvia en una tormenta, la puerta a la habitación se abrió, revelando a un hombre de edad jóven, piel grisácea, cabellos marrones completamente despeinados y con una máscara azul ocultando su rostro.
— Oh, ya estás despierta — habló él por vez primera, su voz era rasposa y gutural mientras se acercaba.
Por muy aterradora que fuese su apariencia, su silueta tan humana pero inhumana a la vez, la forma en la que se aproximó a la camilla en la que se encontraba recostada aquella belleza angelical era lenta y gentil, cuidando cada uno de sus movimientos ante la tensa posición y aterrada mirada de la contraria.
— ¿Quién eres? — preguntó de forma ansiosa la chica —. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Cómo estoy aquí? ¿Por qué no estoy muerta?
Las preguntas escaparon su boca como una cascada de incertidumbre, sus ojos mirando al contrario con terror y confusión. Jack aceptó la ansiosa cascada de preguntas como un pato acepta las migajas de pan. Cuando la muchacha terminó de vomitar la ansiedad en forma de palabras interrogativas, Jack se sentó en la maltratada silla de metal al lado de la camilla de la confundida chica.
Tal y como en uno de los múltiples escenarios que Jack predijo que podría tomar la situación, la angelical criatura comenzó a llorar, grandes y cristalinas lágrimas rodando por sus pálidas mejillas que nunca volverían a ser cálidas al tacto, el llanto no tardó en escalar y la pobre alma en desgracia cubrió su maltratado rostro con sus manos vendadas, los movimientos dolían, pero más le dolía sentirse tan confundida.
— Tranquila.. — susurró el ente demoníaco mientras que le pequeña lloraba —. sé que estás confundida, pero todo se aclarará a su debido tiempo.. — la intentó calmar.
— Pe-pero.. yo quiero- quiero irme a mi casa.. — sollozó la contraria —.
— Ya no puedes volver.., ya no eres humana, ahora eres algo y no alguien, no puedes volver entre los vivos si tu corazón.. — dijo mientras posaba su dedo índice en el pecho de la contraria —. no late..
Esas palabras arrancaron otro sollozo quebrado de entre los labios de la contorsionista, aún tendida en la cama con los brazos y piernas vendados, cubriendo su rostro para ocultar las lágrimas brillantes como diamantes que lloraba. Jack se hizo entonces una promesa, por muy humano que pareciese e inhumano fuera, protegería a esa angelical criatura que lloraba en su camilla con el corazón y las articulaciones destrozadas.
Tan cerca de ser lo que era antes pero tan lejos de estar viva a la vez.
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𝓣.𝑯𝑬 𝓒.𝑶𝑵𝑻𝑶𝑹𝑺𝑰𝑶𝑵𝑰𝑺𝑻 ━ ; creepypastas ━━
Fanfiction▇▇▇▇ 𝗟𝗔 𝗖𝗢𝗡𝗧𝗢𝗥𝗦𝗜𝗢𝗡𝗜𝗦𝗧𝗔 ! ╰┈➤ 𝖙𝖜𝖎𝖘𝖙𝖎𝖓𝖌 𝖆𝖑𝖑 𝖒𝖞 𝖑𝖎𝖒𝖇𝖘 𝖋𝖔𝖗 𝖞𝖔𝖚 ᵗʷᵒ ᵒᶠ ᵗʰᵉᵐ ⁱⁿ ᵏⁿᵒᵗˢ ᵃⁿᵈ ᵗʷᵒ ᵒᶠ ᵗʰᵉᵐ ⁱⁿ ˡᵒᵒᵖˢ ¿Hasta que punto puede llegar a ser el sufrimiento humano un arte? Tan...