Rosas rojas y zafiros: IV

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—¿Qué tal ayer? Tú y Mina parecen haberse divertido mucho.

Yaten se encogió de hombros con una sonrisa en el rostro.

—Qué te digo, soy un buen bailarín, tú lo sabes y ahora ella también.

Yaten continuaba comiendo con una sonrisa complacida en su rostro notando como su hermano apretaba la mandíbula, como si en cualquier momento se fuera a lanzar sobre él. Taiki los miraba con una taza café en los labios, mirándolos de la misma manera que lo hacía cuando era unos niños y por un segundo se dio cuenta de que las cosas habían vuelto a la normalidad entre ellos, aunque las situaciones habían cambiado.

—¿Y de qué hablaron?

—Cosas.

—Yaten...

—¿Por qué siempre me preguntas a mí? Pregúntale a ella, un caballero no tiene memoria.

—No seas sin vergüenza. Nunca la trataste bien, todos lo saben.

Yaten miró a su hermano por un momento. Era lo suficientemente autocritico para saber que lo que le decía era cierto, no que por eso se lo fuera a decir a él.

—¿Y? Ese no es asunto tuyo, ella siempre ha tenido gustos diferentes... he escuchado que le gustan los platinados.

Yaten se encogió de hombros y tomó de su jugo de naranja.

—¿A alguno ya se le ocurrió preguntarle si en verdad no tienen a nadie? — preguntó Taiki intentando mediar la situación.

—Si así fuera crees que estaría tan triste. —dijo Seiya acomodándose en su asiento.

—Tu estabas enamorado de Serena y siempre estabas triste.

—No es lo mismo, era un crio, estábamos en guerra, nuestra princesa estaba perdida...

Yaten puso los ojos en blanco cuando la puerta del elevador se abrió.

—Buenos días, creí que estarían durmiendo.

Mina entró en toda su gracia matutina. Llevaba uno de sus vestidos blancos que parecían algo más coloridos que antes— o eso se dijo Seiya que de pronto se dio cuenta del poco sentido que tenía ese pensamiento—. Mina tomó asiento a lado de Seiya y le acercó una bolsa con lo que parecía un guisado muy caliente y una café que parecía más negro que la noche.

—Come y bebe— le dijo a Seiya— creí que necesitarías algo más apara sobrevivir el día de hoy a menos, claro que no quisieras salir de casa. Hay para todos—concluyó cuando notó que todos se habían quedado callados.

Seiya le sonrió con sus ojos azules y le dio un pequeño beso en la mejilla, que hizo que Taiki y Yaten giran a verse algo incomodos por el gesto que parecía tan insignificante y tan intimo al mismo tiempo.

—¿A dónde me vas a llevar después de que termine todo? — le dijo Seiya por un segundo.

Yaten echó a reír fuerte, Mina se rascó la cabeza.

—Oh, quedé de ir con Yaten a una exposición, pero puedes venir si quieres.

Seiya miró a Yaten enojado y luego comenzó a comer.

—Paso, pero gracias por el almuerzo.

Mina sonrió satisfecha. Yaten le dirigió una sonrisa burlona a Seiya que no alcanzó a ver porque de pronto encontró la comida interesante. Taiki, pensó que las cosas comenzaban a volverse normales.

Entre joyas y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora