Rosas rojas y zafiros: III

47 8 0
                                    


Es fácil. Se dijo Mina por tercera vez mientras subía el elevador que la llevaba a la terraza de uno de los edificios más altos de Tokio. Todo estará bien.

¿Pero qué era lo que estaría bien? Mina llevaba días, quizá algunas semanas de no ver a los Kou. Sabía por Haruka y Michiru que estarían allí, fueron ellas las que se lo dijeron luego de una... ligera conversación.

—No tuvieron que haberlos buscado.

Las palabras de Mina resonaron duras por el salón del Palacio.

Haruka la miraba desde su asiento con su taza de café en la mano, Michiru, que hacía poco había llegado, detuvo el afine de las cuerdas de su violín, Mina sostenía la revista en su mano con más fuerza de la necesaria.

—Fueron ellos los que nos buscaron —respondió Michiru como si hablaran del clima y no de un tema que parecía ser sensible para la rubia.

Te buscaron, Seiya Kou sigue sin gustarme, es un mujeriego.

Michiru no se molestó en ocultar su sonrisa y Haruka regresó a su taza de café como si saboreara cada nota en él. Mina se acomodó en su asiento con la misma postura rígida que mantenía en las reuniones oficiales y como si estuviera en una de ellas, habló con el mismo tono aterciopelado de quien recibirá respuestas.

—¿Seiya te buscó?

Haruka bufó y dijo algo por lo bajo acomodándose en su asiento, Michiru levantó el rostro como si estuviera haciendo memoria.

—Sí, ¿o tal vez fue Yaten?

—Seiya... ellos... ¿dijeron algo sobre la princesa?

Haruka arrugó el ceño y Michiru le respondió con una sonrisa antes de continuar explicándose.

—No, fue una llamada de trabajo. Querían que ayudara con la nueva producción de su álbum y ,si me permites ser honesta, su estilo actual es mucho mejor que antes.

Haruka bufó ante la respuesta, Mina sólo asintió sin más que agregar, perdida en sus propias cavilaciones.

Los extrañaba, pero las cosas se le estaban saliendo de las manos y por alguna extraña razón sentía que la situación la sobrepasaba. Esa en dónde, al igual que antes, quería pasar tiempo con ellos, hacer cosas con ellos, jugar, hablar, disfrutar de la vida con algo tan simple como una cena. Porque con ellos se sentía como una chiquilla otra vez, llena de energía y esperanzas, y no como la adulta sin descanso, que ya ni siquiera encajaba con sus amigas porque no tenía mucho que hablar con ellas en sus conversaciones sobre sobre la familia o el hogar. Porque para los Kou ella sólo era Minako Aino, la que todo lo podía por ser ella, no por ser la líder de las Sailor.

Haruka y Michiru volvieron a intercambiar miradas cuando la miraron agachar la vista a la revista que claramente no estaba leyendo. Sabían que Mina no había estado bien. La primera alarma sonó cuando Hotaru les dijo que estaba distraída, no distraída como cuando iba a la escuela, sino como alguien que está ausente. Las dos se dijeron que tal vez debían esperar, no parecía haber razón por la que alertar a las otras Sailor. Entonces Michiru pudo verlo en su espejo: la luz de Venus se estaba apagando. Casi al mismo tiempo, los Kou regresaron, al principio creyeron que se trataba de una amenaza, con esa energía débil y familiar, cuando por fin se dieron cuenta de que se trataba de ellos, supusieron que podían ayudar con la Sailor del Amor, porque hasta dónde ellas recordaban Mina se la pasaba siempre rondándolos. Esa era la razón por la que habían regresado al Palacio, no podían dejar que la líder las Inner se apagara, era su deber ayudarla, sobre todo ahora que sus amigas parecían demasiado ocupadas con aquello que se llama vida, mientras Mina parecía confundirse cada vez más con las paredes del lugar.

Entre joyas y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora