Rosas rojas y zafiros: VI

51 7 1
                                    

—Es una buena foto—dijo Mina mostrándole la imagen en la portada de la revista. Al final resultó que su primera foto juntos se la tomaron saliendo de su departamento una tarde en la que iban por comida para todos. Estaban riendo por alguna tontería que Seiya había dicho que los hizo estallar en risas.

Seiya parecía algo mortificado al respecto y Mina le tomó la mano apretándola un poco para reconfortarlo. Seiya levantó la mirada para verla, le estaba sonriendo.

—Está bien, Seiya, yo acepté estar aquí y acepté ayudarles. Además, no es como si no estuviera siempre con ustedes. Inevitablemente la prensa escribiría sobre una hermosa chica que visita su departamento, así, al menos, le sacamos provecho.

Mina sintió vergüenza al decirlo, de la misma manera en la que se había sentido Seiya cuando le había explicado la estrategia de marketing que la involucraba a ella. Él le dijo ella podía decir que no, pero ¿y luego? ¿Qué se suponía que hicieran? ¿Buscar a alguien más? Para eso estaba ella, amiga y confidente de los Three Lights, es más, hasta diría que era un trabajo encubierto: Ser la posible novia de Seiya Kou.

El pensamiento la hizo sonrojarse y mirar por el balcón en donde estaban desayunando. El mar y el sol parecían saludarlos y le gustaba. Sonrió sin soltar su mano. Desde la vez en la que fue tras ella para que pudieran hablar se le había hecho un hábito, tomar la mano de Seiya, así, sólo porque es mi amigo y los amigos se apoyan o simplemente porque le gustaba hacerlo. A Seiya le gustaba verla en esos espacios de silencio en los que parecía que estaba hablando consigo misma, justo como en ese momento y la verdad es que prefería verla a ella, de otro modo notaría que su habitación, aunque grande, muy grande, no dejaba de ser eso, su habitación, su espacio personal. Seiya se sintió perder de pronto el color.

—Siento que tuviera que ser yo— dijo mirando al mar. — pero Yaten, ya sabes cómo es con la prensa y todo esto.

—¿Todo bien con tu hermano?

Seiya la miró. No. El problema no era su hermano, el problema era él, que adoraba pasar tiempo con Mina, reírse con ella, divertirse, o simplemente existir, que adoraba su silencio, su risa y sus ojos. Y era un problema. Porque no sabía que pasaba con ella y Yaten, porque su idiota hermano nunca decía nada y porque, si Yaten no hubiera cambiado, la verdad es que al menos sabría que era lo que estaba ocurriendo, pero ahora, con este "nuevo" Yaten, que no era un patán, no sabía cómo tratarlo y tampoco quería dejar a Mina. Porque todo era más fácil cuando no sentía que se estaba metiendo en la vida de su hermano y de la chica con la que se lo había imaginado, aunque en teoría no era esta Minako, sino la Mina de antes. Era difícil no pensar en el destino, en si él estaba en el de ella, si siempre había estado, como si se encontrara en el momento correcto, aunque en realidad nunca lo hubiera imaginado. Demasiado.

—Todo bien.

El tono resignado hizo que Mina enarcara una ceja, pero supuso que eran de esas cosas que uno necesita resolver solo antes de decirlas en voz alta.

—Entérate que habría sido una pena si no fueras tú, quiero a Yaten, en verdad, pero de ahí a que prefiera estar con él que contigo... bueno... ya sabes, tú al menos hablas y cantas y nos divertimos y bueno, eso... no caminamos entre cosas viejas que no hablan...

Mina notó lo que había dicho al final y comenzó a sentirse absurda.

Era cierto. Minako Aino había preferido mil veces estar con Seiya, por muchas razones, por razones que a ella misma le daban miedo. Mina no recordaba la ultima vez que se había enamorado. Supuso que fue de Yaten, aunque fue la etiqueta que resumía mejor las circunstancias por aquel momento... ¿Si era amor? Bueno, tal vez, o más bien sabe que el amor tiene varias formas, así que dirán que sí. El amor... se siente vibrante, es una caricia en el pecho que puede dejarse caer en la nada y reír con locura o es el silencio de fluir sobre todo lo que sea que pase. Y era así como se sentía con Seiya y le daba miedo, porque era su amigo, porque podía ver que había dudas en sus ojos y a ella le daba miedo preguntar si la duda era por alguien y tenía aún más miedo de escuchar que ese alguien fuese su mejor amiga.

Entre joyas y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora