Capítulo//04

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Maratón 1/5

Sophie se había quedado como una piedra, totalmente en shock. Tras escuchar lo que había escuchado de su voz, le había pedido casarse. Estaba observándole, pestañeando seguidamente. Mientras él, se mantenía muy tranquilo, como si lo que le dijo, fuese algo normal. Ella le amaba, pero no podía aceptar aquello a lo loco. Como si el matrimonio, fuese algo insignificante.

Pero por mucho que quisiese hablar, las palabras se atascaban. No podía soltar nada, seguía incrédula.

-¿Dirás algo? - preguntó, sacándola de su trance.

-Alteza, perdona por lo que le voy a decir. - sacó las palabras, pero secas. -¿Usted tiene resaca? Porque creo que le ha hecho estragos en su cerebro.

-Estoy totalmente cuerdo, sé lo que estoy diciendo. - respondió. -Sé que parece una locura.

-No lo parece, lo es. - exclamó. -Para mi el matrimonio es sagrado, dónde dos personas que se aman, se dicen el "si, quiero." - lamió sus labios. -Creo que no está pensando bien sus palabras, ni las está escuchando.

-Sophie, no estoy loco. Pero por una vez quiero saber, que es estás realmente con alguien que te ama. Que te apoya, que se guía por su corazón y no por dinero. - la cogió de las manos. -Dame la oportunidad.

-No lo sé, entiendo que ha tenido mala suerte con las mujeres, que muchas son malas. Pero por favor, no me haga esto. - suplicó. -Nadie aceptaría nuestro matrimonio y le entiendo. - bajó la mirada. -¿Qué pinta una mujer pobre y horrenda con un hombre importante y bello?

-¿Horrenda? - repitió. -Usted no es fea, es hermosa y eso se lo puedo jurar. ¿Quiere qué se lo demuestre? - ella no dijo nada. -Mire, ven. - la cogió de la mano, se la llevó hacia el espejo y la puso frente de el. -¿Qué ve? - preguntó viendo a ambos en el reflejo.

-Una mujer mal vestida y fea, donde tiene a un hombre bello detrás. - respondió y él negó.

-Yo veo a un mujer hermosa, no solo físicamente, si no interiormente. - ella sonrió. -Asi que no quiero volver a escuchar que usted es fea... La belleza es algo pasajero, el rostro re arruga, el cuerpo se estropea. ¿Pero sabe lo que nunca se arruga ni se estropea? - ella negó. -El corazón, el corazón nunca se estropea y menos el suyo.

-No me diga eso, por favor. - pidió mirándole a los ojos, muerta de la vergüenza.

-Digo lo cierto, Sophie. Lo que veo en ested. - acarició su mejilla. -No se menosprecie.

Tras escuchar aquellas palabras lindas, Sophie se sentía más segura. El hombre que amaba le había dicho, que era hermosa. Pero sabía que si realmente lo dijo, es para que aceptará. Pero de una forma u otra, él le había dicho que era hermosa y que tenía un bello corazón.

-Que dice, ¿Acepta? - ella respiró hondo y tragó saliva.

-Déjeme pensarlo. - él con una sonrisa, aceptó.

-Por supuesto, pequeña. - la dejó un beso en la mejilla. -La dejo hacer sus tareas, la veo luego. - la guiñó un ojo y salió de la habitación.

Cuando ella se quedó sola, se dejó caer en la cama y soltar todo el aire que mantenía en sus pulmones, liberando sus nervios. Sentía una mezcla de emociones tenía ganas de gritar y sonreír. Primero la besó, dejó el sabor de sus labios en los suyos. Los probó, los tocó y eso, era una inmensa felicidad. Pero escucharle que quería casarse con ella, fue aún más feliz. Luego escucharle decir que era bella, fue el remate.

-Dios, ayúdame, dame una señal. Para saber que camino escoger, tú lo sabes mejor que yo. Sabes que lo amo, pero no sé qué camino coger... Solo tu puedes ayudarme. - susurró mirando al cielo y tocando su pecho.

Cerró sus ojos y negó, se levantó de la cama y empezó a hacer sus cosas. Dejando su mente en blanco, aunque le iba a resultar difícil.

Derek desayunando, como si nada hubiese pasado en su habitación y muy tranquilo. Su madre se hallaba a su lado, escuchándola hablar. Pero él, no escuchaba nada realmente.
Amaba a su madre, le dio la vida. Pero sabía que su madre, era una mujer cruel, mezquita. No le gustaba relacionarse con la gente pobre, no tenía corazón, si lo tenía podrido.

Si Sophie aceptaba ser su esposa, sabía que su madre, no iba a estar de acuerdo, que pondría el grito en el cielo. No iba a aceptar a Sophie como reina de Alemania. Pero él nunca hacia o decía lo que ella le decía, era mayorcito y tomaba sus propias decisiones. Se casaría, pero a escondidas. Una vez que ella fuese reina, nadie podían tocarla. Era un delito insulta, amenazar o intentar matar a un miembro de al realeza, un delito que se pagaba con la muerte.

-Hijo, ¿Qué te ocurre? Estas muy callado. - dijo la madre, sacándole de sus pensamientos.

-Desayuno, eso es todo. - respondió, para luego darle un sorbo al café. -Escucho tus palabras.

-¿No te parece interesante? Danna viene, esa niña me encanta, podrías casarte con ella. - Derek se rio.

-Me parece la mayor estupidez que has soltado. - soltó riendo, ella se puso sería. -Danna es superficial y mezquina.

-Pues como debe ser una reina, deber ser así. - él negó, su madre no tenía remedio.

-Madre, soy mayorcito. Nunca te he hecho caso, me parece bien que veas a Danna como reina. Pero la cosa aquí, es si yo la acepto. - exclamó. -Deja de buscarme esposas como si fuesen zapatos, no vayas de casamentera, por favor que no va contigo.

-Derek, no me hables así. Soy tu madre. - alzó la voz.

-Entonces compórtate como tal. - contraatacó.

Sophie apareció, con una cesta en las manos. Ella iba a ir hacia la cocina, pero la voz de aquella mujer, la detuvo.

-Tu, niña. Recoge esto, ya hemos terminado. - chasqueó sus dedos y Sophie cerró sus ojos, para aguantar los insultos que iba a escuchar.

-No te cuesta nada, tratar bien a la gente, madre. - exclamó con seriedad, el rey.

-Asi debes llamar al servicio, como se les trata. - respondió. -Por cierto, niña. Vas a dejar de hacer tus pasteles de color rosa, no nos gusta. - ella solo asintió.

-Habla por ti, ese pastel se ha vuelto mi favorito desde que lo probé. - siseó. -Sophie no dejes de hacerlo, a mi me gusta y a mi padre también.

Sophie desapareció con los platos en la manos, no quería estar en medio de aquel conflicto entre madre e hijo.

-No me gusta que me contradigas delante de las criada. - habló con los dientes apretados. -Sigues defendiéndola, no eso me gusta eso. Es solo una muerta de hambre, que trabaja para vivir.

-Pues esa muerta de hambre como tú la llamas, tiene más educación que tú. Esta claro que nacer en una cuna de oro, no te hace mejor perdona, si no, más gilipollas. - contraatacó.

-¡Respétame! - alzó la voz.

Derek, se levantó y dejó a su madre sola en el salón. Estaba harto de discutir con ella, de seguir así.
Sophie apareció y ver que Derek no estaba, la asustó más. Esa mujer era horrible, cruel y la tenía miedo.

Ella camino hasta la mesa, pero cuando sintió unas manos sujetando su muñeca, cerró los ojos.

-No sé que narices haces, para que ellos te defiendan tanto. - la miró con odio. -Pero te sacaré de aquí, aún así, mi hijo este en contra. - la joven tragó saliva. -Dime, ¿Te lo estás follando? Porque seguro mi hijo no te está tomando enserio, solo quiere divertirse y te busca a tí. Porque para eso estás, para satisfacer los deseos de un hombre con poder y dinero. Mi hijo no está a tu alcance, no estás a su nivel. No te hagas ilusiones, mi hijo es mucho hombre para una muerta de hambre- salió de allí y Sophie dejó caer sus lagrimas.

¿Ella sospechaba o les había escuchado? Fuese lo que fuese, era un dolor muy grande, esas palabras se clavaban en su pecho. Esa mujer era mala y daba miedo.

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Hola, bellas.

Empezamos en maratón.

De empleada a reina. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora