Capitulo 3

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Finalmente (y después del quinto canapé de salmón, albahaca y tomate) los invitados fueron llamados a las sillas. Allí, dispuestas en filas de ocho y decoradas con ramilletes en uno de los extremos, el grupo encontró asientos libres.

Optaron por ubicarse a una distancia intermedia del arco, teniendo una buena ubicación del espectáculo. Chelsea quedó sentada contra Dennis (sorprendentemente apuesto con algo que no fuese una camisa hawaiana) caminó por el pasillo central, viendo a Dennis que caminó hasta posicionarse frente al arreglo. La castaña intercambio una fugaz mirada. Atenta a los detalles notó algo en particular: temblor en sus dedos. La mandíbula tensa y con rostro descompuesto.

«¿Nervioso, Atkins? Me recuerda a cuando le dije que... no, no importa eso ahora. También cuando le obligaron a irse al ejército.»

Con su traje hecho a mano color marino, su cabello pulcramente peinado y su pequeño tocado de flores en el bolsillo del pecho, se le asemejó a la ensoñación que tuvo a los 18. Aquella en donde ambos se casaban para acabar viviendo felices por siempre.

«Guau, es como si mi cuaderno de bocetos cobrase vida.»

El sol en caída le dio el toque perfecto a la escena. Las preciosas rosas rojas, rosadas y blancas se lucieron detrás de la figura masculina. El tul blanquecino se mecía con el suave viento, la tela nívea que cubría la tarima reflejaba luz.

—Deberíamos haber puesto algo así en nuestra boda —murmuró Ethan en su idioma secreto: el alemán—. El arco y los exteriores me parece precioso.

Él pasó un brazo y rodeó sus hombros; ella se apretujó contra él. A su alrededor, las charlas fueron bajando su volumen hasta convertirse en un murmullo monótono.

—¿Tu crees? Lo nuestro fue más lindo y tradicionalista, no tan "Barbie y el Lago de los Cisnes". Además: a mi abuela ultracatólica le podría haber dado un paro cardiaco si no nos casábamos por iglesia.

—Claro, porque salir con un "divorciado", tener sexo y una hija antes del matrimonio y después casarnos, sin una iglesia la hubiera fulminado.

Lo encaró al borde de soltar una risotada.

—¿Qué insinúa, señor Winters? ¿Qué mis motivos para no gustarme la decoración no son suficientes?

—¿Yo? ¿Insinuar? Señora Winters, me ofende que piense así —frotó su hombro con cariño—. Igualmente nos quedó lindo el salón. Casi como lo que siempre me lo imaginé.

—Cosa aparte: tienes mejor gusto y me quieres mucho más.

Lo vio menear la cabeza con una media sonrisa en el rostro.

—Eres rencorosa solamente porque lo escogió Dennis. Si lo hubieras hecho tú era la mejor decoración del mundo.

Ella chasqueó la lengua a modo de respuesta.

—Tristes y desgraciadas habladurías. —Palmeó su rodilla—. Te apuesto que el vestido de la novia es literalmente de princesa.

Ambos intercambiaron una mirada, luego elevaron las cejas en su característico gesto de pareja y prestaron atención a sus alrededores; comenzaron a aparecer los padrinos y las damas de honor.

Chelsea decidió que el color durazno en los vestidos de las damas le resultó imperdonable. Para peor: no a todas les favorecía el corte en la cintura. ¿Y los padrinos vestidos con un color casi celeste?

La música pregrabada se dejó oír, arrancándola de sus pensamientos. Vio a Kelly caminar hacia el altar como la concursante de un desfile. Agarrada del brazo de su padre, sus sospechas se confirmaron. Un vestido salido de un catálogo de princesas, con corte a la cintura y tul por doquier; un bordado bastante agradable en el torso encorsetado, corte corazón para el busto y sin tirantes. Un enorme velo se deslizó detrás, con los bordes finamente bordados con diseños similares a los de su vestido.

Lo único que le agradó fue que le pareció conmovida. Enamorada. Lista para vivir con quien ella creía ser el hombre de su vida. En cierto sentido se acordó de sí misma cuando caminó hacia Ethan, ya unos años atrás.

Cambio la vista una vez la novia pasó por su lado: Dennis plantó una sonrisa bastante convincente. «Es como si le hubieran puesto un palo de escoba por el culo, está extremadamente tenso y no puede disimularlo». La novia llegó a alcanzarlo y le tomó la mano.

El pastor dio inicio a la ceremonia. Las palabras repletas de amor fueron avanzando; unas completamente entregadas, otras ensayadas. Las caricias de los dedos, sonrisitas y lágrimas pulcramente secadas dieron un buen espectáculo. La voz grave y temblorosa del novio casi que dio una explicación de por qué se casaba.

No supo que decir o pensar. Siguió con la mirada al frente, intentando disimular el desconcierto.

Sombras del AyerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora