Las sombras

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La noche era oscura y silenciosa. El viento soplaba con fuerza, agitando las ramas de los árboles y creando sombras inquietantes. El bosque era un lugar oscuro y misterioso. Las sombras se extendían como una manta negra, y los árboles se retorcían como garras. El aire estaba cargado de un olor a humedad y podredumbre. La vegetación era densa y los árboles estaban cubiertos de musgo. El aire era frío y húmedo, y se podía sentir una sensación de inquietud en el ambiente.

Entrando al bosque, Hannah comenzó a sentirse incómoda. El ambiente era hostil, y se sentía observada. De repente, escuchó un ruido. Se detuvo y escuchó atentamente. El ruido se repitió. Era un ruido extraño, como el crujir de ramas. Siguió caminando con el corazón acelerado.

El camino se hacía cada vez más estrecho, y la vegetación se hacía más densa. Hannah tenía que esforzarse para avanzar. De un momento a otro se tropezó y cayó. Cuando se levantó, vio algo que la dejó paralizada de miedo. En medio del camino, había una figura. Era una figura alta y delgada, con la piel pálida y los ojos negros. La figura la miró fijamente, con una expresión maligna.

Hannah comenzó a correr. La figura la siguió, con pasos lentos y seguros. Corría tan rápido como podía, pero la figura la alcanzaba cada vez. Hannah volteó a verla y ahora el rostro era el de Darío, su amado. Pero sus ojos eran en su totalidad de color negro y una herida profunda en el cuello se alcanzaba a ver. Hannah continuó corriendo tratando de salir de ese bosque, huir de esa criatura que en realidad no era Darío.

La figura se esfumó en la oscuridad. Hannah dejó de correr un instante, jadeando por el esfuerzo. Se dio cuenta de que estaba sola en el bosque, y el miedo volvió a apoderarse de ella. Las sombras de los árboles dificultaban la visión, sin embargo Hannah sentia una mirada entre la oscuridad. Sus latidos cada vez más fuertes y su respiración acelerada, la mano izquierda comenzó a sangrar por los rasguños de las ramas de los árboles que se enganchaban en su piel en la huida.

Se dirigió a la salida del bosque, caminando con cuidado. No quería volver a encontrarse con la figura. La bruma se hacía cada vez más espesa y se levantaba del suelo con casa paso, el firme terreno comenzó a ablandarse bajo sus pies, por tal motivo sus zapatillas se hundian, dificultando andar. A estas alturas no le importaba el haber perdido las zapatillas tres pasos atrás. Lo único que buscaba era un poco de esperanza, un rayo de luz para saber que el bosque terminaba.

Cuando finalmente después  de avanzar por algunos minutos sobre el fango, llegó al límite la luz de la luna mostraba lo que posiblemente sería la salida, Hannah se detuvo para tomar aire fresco. Miró hacia atrás y vio el bosque, oscuro y silencioso. Hannah se sentía aliviada de haber logrado escapar del bosque, pero sus manos estaban temblando por la experiencia que acababa de vivir. Había estado perdida durante horas, tratando  de encontrar de nuevo el camino al lugar donde se vería con Darío. Ahora, con el corazón latiendo con fuerza, se preguntaba cómo iba a explicarle a su familia lo que había sucedido. Sobretodo  a Darío por dejarlo esperando sin avisarle. Pensaría que se olvidó de la cita.

Mientras Hannah caminaba por el sendero, notó que el ambiente a su alrededor se volvía cada vez más extraño. El aire se volvió más denso y frío, y los sonidos de la naturaleza desaparecieron por completo. De repente, un aullido fuerte, en la lejanía, la sorprendió, un escalofrío recorrió su espalda y sintió otra vez que entre las sombras alguien o algo la observaba. Se detuvo y miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Decidió acelerar el paso, pero cuanto más caminaba, más confundida se sentía. El sendero parecía no tener fin, y cada vez se adentraba más en un lugar desconocido.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Hannah divisó una figura borrosa en la distancia. Al acercarse, se dio cuenta de que era un hombre mayor con una mirada misteriosa en sus ojos.

—¿Estás perdida, querida? —preguntó el hombre con voz suave pero aspera. Hannah asintió, explicándole cómo se había extraviado en el bosque y su intento por encontrar el camino de regreso a casa.

— ¿El camino a casa? — el hombre rio y una amplia sonrisa se dibujo en su pálido rostro, con los ojos hundidos — Pero si estás en ella. — dijo riendo con más fuerza.

Los aullidos sonaron de nuevo pero está vez más cerca y claros, Hannah volteo a la dirección de dónde provenian pero al girarsede nuevo, el hombre ya no estaba, no había pisadas en el suelo ni rastro de que él estuvo frente a Hannah. Los aullidos parecían acercarse cada vez más y Hannah no tenía la intención de esperar que la alcanzarán, no quería investigar que ser estaba de tras de tales aullidos que ahora se mezclaban con un lamento al final que antes no había percibido.

Cada vez más cerca y más fuerte, los aullidos parecían estar a pocos metros de Hannah, y la pobre chica, agotada, con el pulso acelerado y la respiración entrecortada, llevaba a su límite físico hasta el último aliento. Cuando escucho el último aullido parecía estar a unos pasos de ella pero no logro ver nada por la bruma y las sombras de los árboles. A pesar que intento seguir huyendo sus pies ya no daban ni un paso más, su alrededor comenzó a dar vueltas y sus latidos no paraban, por más que intento respirar un poco más el aire parecía no entrar, su mano aún llena de sangre y su vestido rasgado.

Su visita se nublo cada vez más, cayó al suelo, desvanecidose en el aire como si una pluma cayera lentamente. Sus ojos se cerraron de golpe, lo último que pudo ver fueron un par de ojos rojos acercándose rápidamente.


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