número cinco.

486 54 5
                                    

El día más odiado llegó.

Haerin no paraba de soltar gruñidos a las enfermeras mientras sostenía a Eunha contra su pecho. Hoy era el día de las primeras vacunas de la cachorrita y Kang tenía su instinto de protección al 100%, desde que se despertó en la mañana no había soltado a su hija en ningún momento, ni siquiera dejaba que Danielle la tenga en brazos.

Al llegar al hospital con el pediatra, no paró de mostrar sus colmillos y gruñirle al equipo médico. Las enfermeras y Seungmin, el pediatra, no sabían qué hacer para calmar a la omega, si se acercaban la castaña gruñía. Y la alfa tampoco sabía que hacer, su novia no dejaba que toquen a su hija y solo podía estar cerca a cierta distancia.

Danielle se sentía nerviosa y avergonzada por el comportamiento de Haerin, también algo tonta por no saber calmarla.

-Hae...

-¡No! -gritó.- ¡Mi bebé! ¡Mía! ¡Aléjense!

Dani apretó los labios. Haerin nunca usaba su voz de omega a no ser que esté en celo o muy enojada, cosa que normalmente no pasa, pero ahora estaba demasiado enojada.

La voz de omega muy pocos la tenían, solo uno entre cien la poseían y Haerin es ese uno. La voz de omega se dividía en dos: una parte es en los celos, esta sirve para seducir a los alfas y así lograr tener relaciones sexuales, era una voz melosa, como un ronroneo y podía sonar algo jadeante. La otra parte solo se activaba si el omega estaba furioso o sintiéndose amenazado, se usaba para tratar de asustar o ahuyentar a la supuesta amenaza, esta se escuchaba como un gruñido, ronca y fuerte.

Lamentablemente pocos omegas en el mundo poseen esta voz. Los que la poseen eran catalogados como omegas especiales.

La alfa se acercó ignorando los gruñidos de Haerin y la tomó por los hombros delicadamente. Su gesto se suavizó al tener a la alfa cerca.

-Amor, es para que la bebé esté bien, ¿sí?-habló de la forma más calmada que pudo.

-¡No! Le harán daño -su gesto cambió, sus ojos brillaron y labio inferior tembló-. Le dolerá, va a llorar, Danielle...

-Lo sé, cosita, pero es para que crezca sana -dice acariciando su mejilla. Haerin apretó los labios, indecisa.

-Puede sentarse con Eunha en su regazo- habla Seungmin.

Luego de darle una rápida mirada a su alfa, se sentó en la camilla de su hija en su regazo, frente a ella se colocó el pediatra con una cálida sonrisa y una jeringa en la mano. Una de las enfermeras se acercó y limpió una parte del muslo de Eunha donde iría el pinchazo.

Haerin se mordió el labio inferior con miedo y preocupación.

El pediatra hacía gestos o cantaba para tratar de distraer a Eunha a medida que acercaba la jeringa a su pequeño muslo. La niña movía sus manitos a la vez que soltaba tiernos soniditos, todo se transformó en un fuerte llanto por el dolor que sintió en su pequeña extremidad.

Haerin pegó más a su bebé a su cuerpo sintiendo las lágrimas resbalar por sus ojos, Danielle se acercó y sobó la espalda de su omega dejando unos besos en su mejilla murmurando que ya faltaba poco para que puedan salir de allí.

Una vez el otro muslo estuvo desinfectado otro pinchazo perforó su delicada y blanca piel, Eunha lloró más fuerte y se removió en el regazo de su madre pasando sus manitos por su carita. La joven pareja salió del consultorio, Danielle sosteniendo a la pequeña en sus brazos todavía llorando y Haerin secando sus lágrimas soltando sollozos casi inaudibles.

-Ya no quiero más -solloza Kang sosteniendo a su bebé en brazos una vez entraron al auto para dirigirse a casa.

Danielle llevó una de sus manos a la mejilla de su omega dejando un pequeña caricia, alejando las lágrimas.

-Sé que no te gusta, amor, a mí tampoco me gusta verla sufrir. Pero es por su bien, para que esté sanita -explica moviendo su mano hasta el piecito de su hija, lo tomó entre sus dedos pulgar e índice moviéndolo levemente de arriba abajo. La cachorrita soltó un pequeño gorgoteo haciendo sonreír a sus madres.

Haerin suspiró-. Ya sé, Dani, pero no me gusta... ¿Tienes clases hoy?

-No, solo una reunión con los directivos- responde doblando en una esquina-. Salgo temprano, si quieres puedes ir a cenar a algún lugar.

-Me gustaría -sonríe desabrochando su camisa, pues una Eunha bastante hambrienta tironeaba de esta.

El viaje a casa fue casi silencioso, pues lo único que se escuchaba era a Eunha succionar el pecho de la omega y la voz de Louis Tomlinson reproduciéndose en la radio cantando Always You. Al llegar a casa la alfa dejó a su pequeña durmiente en su cuna, al volver a la cocina soltó una risita al ver a Haerin quitando los restos de leche de su pezón y torso con un pañuelo descartable.

-No te rías, es horrible estar normal y que de la nada salga leche de tu pezón manchando tu ropa -se queja haciendo una mueca y tirando el pañuelo a la basura.

-Me di cuenta, hay más blusas y camisas tuyas para lavar que mías -sonríe tomándola de las caderas- Vas a estar así por tres años más.

-No me lo recuerdes, amor.

-Tus senos crecieron bastante, te ves bien. Muy sexy- Haerin suelta una carcajada sin evitarlo.

-¿Me coqueteas? -pregunta pasando los brazos por el cuello de la alfa, enredando sus dedos en el oscuro cabello.

-Puede ser… -picoteando los labios de la menor- Todavía tengo una hora para irme a la junta y Eunha duerme como un tronco.

Haerin sonríe relamiéndose los labios- Aprovechemos el tiempo entonces...
‍      

[...]
‍      

Danielle realmente odiaba las juntas, la agobiaban y le daban sueño. Siempre era lo mismo, sentarse en una silla, apoyar el codo en el apoyabrazos y sostener su rostro con su mano tratando de no dormirse por la pausada voz del director. Estaban hablando del cierre de notas y de cómo evaluarían a los alumnos, preguntaba profesor por profesor y al tener su turno era la misma respuesta. Con un examen.

Dios, no veía la hora de irse nuevamente a su hogar.

Minho estaba a su lado y cabeceaba de vez en cuando por el aburrimiento. Por suerte no era la única.

A paso perezoso llegó a su auto y suspiró pesadamente al sentarse en el asiento, arrancó el auto dirigiéndose a una panadería para acompañar con algo el café que se hará cuando llegue a su casa. Cerró la puerta detrás de ella, dejó las compras en la mesa ratona y empezó a quitarse el saco sin apuro alguno.

-¡¡Danielleeee!!

La alfa dejó caer su ropa el suelo y corrió hasta donde provenían los gritos de su omega, golpeándose el hombro con el umbral de la habitación de la cachorra.

-¡¿Qué?! -grita algo agudo y asustada.

Haerin le puso a Eunha frente a su cara con una gran sonrisa y ojos cristalizados. No estaba entendiendo nada.

-¡Eunha! ¡Me sonrió! -exclama alegre. -¡Mira, mira, mira!

Acomodó mejor a la cachorrita y comenzó a hacer gestos graciosos logrando que la pequeña sonriera y suelte una muy pequeña risa. Era la primera vez que hacía eso. La alfa la tomó en brazos y comenzó a besar sus regordetas mejillas deseando volver a escuchar esa pequeña risa, cosa que logró.

Haerin se colgó de sus hombros abrazándola y dejando besos en su cara hasta llegar a sus labios. Sin dudas, la más alegre era la alfa.

-Tiene tu sonrisa -murmura la alfa con ojos soñadores.

Sin duda, cualquier pequeña cosa que hiciera Eunha hacía latir el corazón de sus madres de forma descontrolada.

Fueron a cenar a un restaurante luego de unas horas, la pequeña veía todo a su alrededor con sus ojitos de siervo y señala cualquier cosa con su dedito soltando balbuceos. Al llegar la noche, le tocó a Danielle hacer dormir a Eunha, la alfa estaba acostada en su cama con la pequeña apoyada justo donde estaba su corazón y con su mano daba palmaditas en su trasero. Se suponía que solo tenía que hacer dormir a una sola bebé, pero su omega estaba en la misma posición que su hija, solo que del lado derecho, también dando pequeñas palmadas para dormirla. Así que se podría decir que tenía dos bebés encima.

𝗖𝗨𝗜𝗗𝗔𝗡𝗗𝗢 𝗔 𝗠𝗢 𝗘𝗨𝗡𝗛𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora