Mientras los primeros rayos de sol comenzaban a iluminar las torres de los muros en donde se encontraban los soldados, estos despertarían de sus pequeñas siestas que tomaban entre cambios de turnos.
Pero para uno de esos soldados a los cuales el sol le llegaba, no sería suficiente para despertarlo, obligando a que sus compañeros de turno lo hiciera.
Guardia Stephen: Oye, ¡oye, Vanderlihn, despierta!.
Exclamaría el soldado de cabellos amarronados, mientras sacudía al pobre muchacho de cabellos oscuros, quien daría un pequeño salto provocado por el repentino susto que éste le había dado.
Guardia Stephen: Ya es de día chico, habías dicho que estarías despierto a primera hora para cumplir con tu deber y proteger los muros.
Aquel joven muchacho, que posiblemente tendría aproximadamente entre diecisiete a dieciocho años, de cabellos negros como el carbón y que se veían ondulados, y con una suave cara que remarcaban ciertas pecas, se restregaría los ojos mientras bostezaba y limpiaba su armadura que se había quedado ligeramente polvorienta.
Aksel: Ya ya... y no había mentido, solo estaba.. meditando...
Guardia Stephen: Si, claro, meditar... prepara tus cosas y vamos a los muros, ya están cambiando los turnos.
Aksel: Claro, ya voy, ya voy...
El joven de cabellos oscuros iría hacia una de las estanterías para armas, de donde retiraría una espada de acero con un mango detallado para que este no fuese muy resbaloso, a la par que tomaba un carcaj lleno de flechas de punta de acero, se podían contar hasta unas cuarenta flechas, y por último tomaba un arco de madera de roble, que tenía grabadas en el guardamanos las iniciales "A.V.", en una clara señal de quien era el dueño de aquél arco.
Tras salir al exterior, encaminándose por los pasillos del muro, vería como los demás guardias desayunaban sobre sus puestos para no perder tiempo, uno de estos soldados, arrojaría un pan entero al joven de cabellos oscuros, a quien se lo habrían entregado para que se lo comiera por el camino mientras llegaba a su puesto de vigilancia en el muro.
Tras haberle dado los suficientes bocados al pan, y habérselo terminado, al llegar a su puesto encontraría sobre una mesa dos tazas de café con una pequeña variedad de galletas, algo que llamaría plenamente la atención del joven.
Aksel: Oye, ¿qué es esto?.
Preguntaría algo confuso el menor, mientras veía a aquel soldado quien solo esbozaba una suave sonrisa.
Guardia Stephen: Nuestro desayuno, ¿o acaso no quieres el tuyo?.
Aksel: Oh, no es eso... simplemente no estoy acostumbrado a que dieran éste trato a los guardias.
Guardia Stephen: ¿Qué?, ¿acaso me estas diciendo que no les daban desayuno en la escuela militar?.
Aksel: No me refiero a eso, sino que... bueno...
El joven chico vería lo adornadas que estaban aquellas galletas, con una masa de aspecto crujiente, pequeñas manchas de azúcar y varios puntos marrones que claramente se trataba de chocolate.
Aksel: No solíamos desayunar cosas que se vieran muy bien...
Aquella respuesta golpearía suavemente en los sentimientos de aquel compañero suyo, quien lo vería extrañado.
Guardia Stephen: ¿Qué acaso tus padres no te mandaban algún postre los fines de semana como lo hacen los demás con sus hijos que también se encuentran en la escuela?.
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Los Justos y Los Caídos ©
Science FictionLa historia la escriben los vencedores, al igual que las verdades, pero muchas de estas verdades terminan siendo falsas como aquellos vencedores. Aquí conocerás la historia de cada uno de ellos, y tú mismo serás testigo de todo aquello que oculta la...