Capítulo 4: El Barón de Alexandria

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Una vez culminadas las fiestas en la capital de Celsya, los primeros rayos del sol comenzarían a iluminar los restos de la misma, dejando a la vista todo el desorden que se había provocado.

Se podrían apreciar a las personas ebrias que habían quedado dormidas sobre el suelo en varias zonas de la plaza, principalmente sobre suelos de paja y pasto seco.

Por ordenanza del duque Devous, se enviarían limpiadores a tratar de arreglar todo ese desorden, se le darían buenas pagas a aquellos que ayudaran en la limpieza de la misma.

Dejando de lado todo el desastre provocado por las fiestas, el general Herts estaría ya despierto, dirigiéndose a las habitaciones de cada uno de los justos, ya con su equipo preparado.

Tocaría suavemente con los nudillos de la mano izquierda la puerta de una de esas habitaciones, la cuál pertenecería a Salz.

De ahí, saldría el mismo hombre, quien ya estaría vestido con su respectivo uniforme.

Capitán Salz: Buenos días General.

General Herts: Buenos días Capitán, ¿los demás ya despertaron?.

Capitán Salz: Bueno, ¿quiere que le mienta como de costumbre o le molesto con la verdad?.

General Herts: Prefiero que me mientas sinceramente.

Una pequeña risa escaparía de los lisos labios del hombre de cabellos oscuros.

Capitán Salz: Pues ya despertaron y están bien animados.

Se podía notar como el general negaba lentamente con la cabeza, mientras esbozaba una mueca de burla, a la par que se encaminaba a cada puerta, a las cuales golpearía con la mano abierta.

General Herts: ¡¡A despertar bola de holgazanes!!, ¡¡tenemos trabajo que hacer el día de hoy!!.

Se escucharía como de cada habitación comenzaba a haber movimiento, y al paso de casi diez minutos, cada miembro saldría de su respectiva habitación, cada uno de ellos perfectamente prolijos.

Aksel y Helgar estarían con los uniformes listos como de costumbre, pero había alguien haciendo una excepción por su apariencia, Stephen...

Ésto llamaría seriamente la atención de todos los presentes, puesto que por lo visto, el propio Stephen no se habría percatado de su propia apariencia desaliñada y con marcas de besos por el rostro y cuello.

Los otros tres hombres presentes empezarían a murmurar una pequeña risita ahogada, al igual que el propio general, quien se tomaría el asunto con humor.

General Herts: Oye, Stephen... creo que tienes algo en la cara.

Stephen: ¿Eh?, ¿en serio?...

El rostro de asombro del hombre sería algo que haría entrar en burlas de los demás compañeros, mientras que el general, aún conteniendo las ansias de soltar unas carcajadas, preguntaría.

General Herts: Dime, ¿dónde esta ella?.

Stephen: N-No se de que me habla General...

General Herts: Vamos Stephen, dejale que salga...

El hombre de ojos verduzcos simplemente se resignaría a la situación, para luego dirigirse a la habitación donde se encontraba anteriormente.

Los Justos y Los Caídos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora