Capítulo 3: Aquellos años venideros

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Los años habrían pasado rápidamente, la guerra se había iniciado nuevamente, con el ataque de tropas kamonesas por la zona norte, en un intento de bajar la moral cívica de los celsyos.

Con el tiempo, los kamoneses habrían agigantado el paso ante sus oponentes, consumiendo más y más territorio, obligando a que las tropas celsyas se retiraran cada vez más y más, hasta que aquellos grandes héroes se alzarían nuevamente en batalla.

Los Justos, liderados por el general Herts, junto a su mano derecha, Salz, habrían orquestado diferentes tácticas para que el despliegue de sus tropas fueran más efectivas.

Era sabido que las tácticas de guerra del Marqués eran de temer, un hombre que ya había vivido en carne propia la experiencia de la propia guerra, quien conocía a su enemigo como la palma de su mano, alguien que estaba entre cinco a seis pasos de su enemigo, pero aún así, sus tácticas no eran perfectas.

Herts, sabiendo de que toda táctica tiene siempre un punto negativo, analizaría las posibles situaciones en las cuales el ejército kamones se viera involucrado, en eso, comenzaría un plan.

Él sabía que el reciente ataque de los kamoneses habría sido hacia la zona este, por lo tanto, cambiarían su posición hacia el sur, en ese caso, deberían lograr interceptarlos en el campo del sureste, hacia un lugar llamado Albadaz.

Su plan era simple, pero sería efectivo, aprovecharía que los kamoneses estarían reabasteciendose por el camino, que atenderían a algunos heridos y colocarían campamentos temporales para ello, por lo tanto, conformaría grupos de arqueros para atacarlos de alguna zona ventajosa.

El mejor momento para el ataque, sería en la madrugada, en la noche aún habrían guardias más activos, pero por la madrugada ya comenzarían a sentir los efectos del cansancio, algo beneficioso para el pequeño grupo atacante de los celsyos.

Y así comenzaría, en una vindicta de lo que habría sido años atrás la primera emboscada en aquél bosque, resultando con la muerte de muchos nobles héroes.

Soldado Kamones Roderick: ¡Oye Rupert!, trae naipes para jugar, Gleen ya esta por morir de sueño.

Soldado Kamones Rupert: ¡Ya voy, ya voy!, maldita sea que son unos inútiles para mantenerse despiertos.

Soldado Kamones Glenn: No es mi culpa que tu madre me haya acostumbrado así.

Otros soldados reirían de aquel comentario burlesco, lo cual irritaría al otro sujeto.

Soldado Kamones Rupert: ¡Oye idiota, vuelve a repetir lo que has dicho!.

Soldado Kamones Glenn: ¿O qué?, ¿vas a acusarme con tu mamá?.

Soldado Kamones Rupert: ¡Eres un-!...

Repentinamente, El Heraldo haría aparición en aquel lugar, acompañado de dos soldados más, interrumpiendo así el momento.

El Heraldo: Bueno bueno, ¿qué tenemos aquí señoritas?, he oído unos pequeños problemas que no son de mi asunto pero que me gustara resolverlos.

Aquellos soldados se pondrían de pie, haciendo una reverencia a aquella figura de alto rango.

El Heraldo: ¿Y bien señoritas?, ¿no me van a comentar cuál es el inconveniente aquí?.

Los Justos y Los Caídos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora