3:¿Qué eres?

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Ahora limpia, con su piel rosada de ser frotada casi en carne viva para sacar la suciedad y la sangre, Hinata tuvo que admitir que se sentía mejor mientras se estudiaba en el espejo

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Ahora limpia, con su piel rosada de ser frotada casi en carne viva para sacar la suciedad y la sangre, Hinata tuvo que admitir que se sentía mejor mientras se estudiaba en el espejo. La toalla estaba envuelta alrededor de su cuerpo. 

Su pelo largo y mojado ya estaba volviendo a su estado natural. Sus ojos perlas claro estaban rodeados de círculos oscuros. Tenía un golpe en la frente con un corte fino a través de él en proceso de curación, pero todavía era una mejora sobre cómo se había visto antes. 

Tocó la herida, sorprendida de que estuviera teñida de verde en vez de negra y azul. Por lo general. Tardaba una semana que se desvanecieran los peores moratones. Tal vez no se golpeó la cabeza tan fuerte como había pensado.

Hinata se encogió de hombros y decidió cepillarse los dientes con el cepillo nuevo y la pasta que encontró en el cajón. Se sentía cien veces mejor y más parecida a sí misma, pero todavía se encontraba mirando la puerta con terror mientras terminaba de cepillarse los dientes. Tendría que desbloquearla y ver si él le había dejado la ropa. ¿Era un truco?

¿Estaría esperando para agarrarla?

Naruto aun no la había atacado. Y había estado inconsciente. Si fuera un pervertido, ¿no se habría aprovechado ya de ella? No había bloqueado la cerradura y la había encerrado desnuda en la ducha. Un monstruo lo habría hecho.

Suspiró, caminó hacia la puerta y presionó su oreja contra ella. Cuando solo escuchó silencio, se mordió el labio y buscó el pestillo. Lo abrió, se tensó y cuando no pasó nada, abrió la puerta. El pasillo estaba vacío. Miró hacia abajo y vio la ropa limpia bien doblada en el suelo. Agarró las prendas, cerró de golpe la puerta del baño y cerró con llave.

Su corazón latía con fuerza mientras ponía la ropa en el mostrador. La camiseta que le había dado olía a suavizante, y era fácilmente dos veces demasiado grande para ella, pero era cálida y suave. 

La estiró por su cuerpo, dejándola caer más allá de sus rodillas. Frunció el ceño mientras recogía la segunda y última pieza de ropa. No eran pantalones. Eran un par de calzoncillos tipo bóxer de algodón negro. De hombre. Pronunció una suave maldición y se los puso. 

Eran un poco grandes, pero encajaban. Levantó la camiseta y se miró al espejo. Nunca había usado ropa interior de hombre. Eran suaves y cómodos. Suspiró y dejó caer la camiseta. Al menos estaba cubierta y la ropa estaba limpia.

Un golpecito en la puerta la hizo saltar.

—Oye, ¿tienes hambre o vas a esconderte ahí todo el día? ¿Todo encaja? Te habría dado pantalones, pero mis vaqueros se te caerían y probablemente mis pantalones de chándal dirían la misma historia.

Hinata miró hacia la puerta y suspiró.

—No sé si quiero salir o no. En el mejor de los casos, eres un mentiroso, y en el peor caso, un loco Hombre-Lobo. Con mi suerte, eres los dos.

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