2:Miedo

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Por una fracción de segundo, Naruto pensó que ella había muerto

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Por una fracción de segundo, Naruto pensó que ella había muerto.

Su pecho se tensó de miedo mientras inclinaba la cabeza, intentando escuchar algún latido de su corazón. Suspiro de alivio cuando lo oyó, encontrándolo firme, aunque no muy rápido a pesar de que estaba completamente inconsciente.

No estaba seguro de si se había desmayado por un golpe o por una herida, y no iba a esperar para averiguarlo. Caminando rápido, la llevó de vuelta a su cabaña en el borde del territorio de la manada. 

Vivía en las afueras de la tierra de la manada por elección propia, para poder patrullar y proteger la frontera norte de lobos lo suficientemente estúpidos como para traspasarla, como esos que acababa de eliminar.

Todavía sintiéndose furioso y feroz, el labio de Naruto se curvó hacia atrás y gruñó bajo en su garganta cuando pensó en esos lobos atacando a esta pequeña mujer curvilínea. Su cabello negro medianoche era largo y lacio. 

Incluso sucio y enredado con las hojas, se sentía suave, cuando le hizo cosquillas en el muslo desnudo. Su rostro parecía casi angelical, sus labios llenos, rosados y tentadores. Habría pensado que estaban persiguiéndola por sexo, teniendo en cuenta lo agresivos que podían ser los lobos machos cuando estaban detrás de una hembra de olor dulce.

Los métodos de seducción de los cambiantes no eran socialmente aceptables en la sociedad humana.

Forzar a una hembra humana estaba prohibido en su cultura, pero perseguir a una por tener la oportunidad de convencer a una posible compañera de su fuerza y astucia sucedía más de lo que debiera. 

Habría sido fácil entender a unos cuantos jóvenes lobos sin preparación que persiguiesen a una hembra bonita en el territorio de otra manada, pero estos lobos no la habían seguido por sus curvas, y ella no era una loba en celo. Esta hembra era cien por cien humana, y habían estado cazándola para matarla.

Naruto gruñó de nuevo, esta vez más fuerte y más territorial, mientras miraba abajo hacia ese corte en su frente que todavía sangraba. Le gustaría poder volver atrás y matar a esos bastardos de nuevo sólo por el gusto de hacerlo.

Cuando llegó a su cabaña, dio una patada a la puerta que había dejado parcialmente abierta cuando salió corriendo, después de escuchar los gritos de aquella mujer.

Se acercó a la chimenea, que todavía tenía un fuerte fuego en marcha. Había asado un conejo que había cazado esta mañana para almorzar, y ahora estaba demasiado quemado como para ser comestible, pero esa era la menor de sus preocupaciones. Al menos no había quemado el lugar.

Depositó suavemente a la humana en el gran sofá que estaba frente al fuego y la cubrió. Con la esperanza de que pudiera descansar más cómodamente, le quitó los zapatos y los calcetines, pero le dejó el resto de su ropa, porque sabía que los humanos eran extrañamente tímidos con su piel.

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