14:Eres lo que quiero

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Durante la noche, Hinata empaquetó sus cosas de aseo en unas pocas maletas para combatir la ansiedad

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Durante la noche, Hinata empaquetó sus cosas de aseo en unas pocas maletas para combatir la ansiedad. Entró en su dormitorio y encontró el maletín que había guardado debajo de la cama con dosel. Empezó a cargar su ropa favorita, sus fotos, y todo lo que tenía algún valor sentimental para ella.

Estudió de nuevo la habitación, sabiendo que ninguno de sus muebles quedaría bien en la casa de Naruto. Tendría que donarlos a la caridad. Alguien tendría suerte, tal vez una de las mujeres de la manada los querría. No parecían del estilo de Ten ten, sino se los ofrecería.

El móvil de Hinata sonó en el escritorio, y casi tropezó en su prisa por agarrar el teléfono. Respondió rápidamente.

—¿Estás bien?

—Sí.

Naruto estaba sin aliento.

—Sal fuera, cariño. Tenemos a seis de esos bastardos. Quiero que les eches un vistazo.

Hinata notó que afuera estaba oscuro cuando regresó a la sala de estar. Ten ten había puesto su escopeta abajo y empujaba la pistola en el frente de sus vaqueros. Tiró de su camisa por encima y abrió camino.

Hinata la siguió por las escaleras y a través del complejo. La parte de atrás eran todo plazas de parking cubiertas y un aparcamiento abierto.

Vio dos furgonetas blancas. Naruto estaba de pie junto a una, y se agitaba sobre ellas. Su camisa estaba rota. Tenía un arañazo en la frente, pero le sonrió y ella no pudo evitar sonreírle de vuelta. Naruto esperó hasta que se acercó antes de agarrar la puerta corredera para abrirla.

Dentro había tres hombres. Estaban atados, sangrando y magullados. Kurama estaba sentado en el asiento del pasajero con una pistola, se veía como un Alfa muy malvado, pero le hizo un guiño a Hinata.

Estudió a los tres hombres, sintiendo que su corazón se hundía mientras miraba a Naruto.

—No está aquí.

Naruto asintió con la cabeza.

—Entonces probemos con el otro grupo.

Hinata le siguió hasta la segunda furgoneta blanca. Un hombre al que ella no conocía vigilaba esa puerta. Agarró el mango y Naruto puso su brazo alrededor de su cintura mientras el otro miembro de la manada abría la puerta.

Hinata se mordió el labio y miró a aquellos tres Hombres-Lobo atados y golpeados brutalmente. La luz no era la mejor en esta furgoneta, pero sus ojos se fijaron en un solo hombre.

—Es ese.

—Lo sabía.— gruñó Naruto al lobo Alfa. —Estás muerto. Esta vez nadie te va a salvar.

El hombre gruñó bajo la cinta adhesiva que estaba alrededor de sus vendas rasgadas en su rostro. Unos fríos y acuosos ojos oscuros miraron a Hinata, pero ella le devolvió la mirada en lugar de alejarse.

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