V. Los Juegos

98 15 4
                                    

Sesenta segundos. Ese era el tiempo que tenían que permanecer de pie en el círculo metálico. Si daban un paso fuera, las minas que estaban colocadas debajo se encargarían de volarte las piernas.

Volkov utilizó ese tiempo para situarse. Estaban en la llanura de un bosque, y el aroma a pino invadió sus fosas nasales. Todos los tributos formaban un anillo.

Delante de él estaba la Cornucopia, un gigantesco cuerno metálico con forma de cono, con el pico curvado y con una entrada de unos seis metros de alto. Se encontraba en el centro, a la misma distancia que todos los demás, y estaba a rebosar de armas y provisiones. Estas mejoraban a medida que te adentrabas más en el círculo. Por ejemplo, a los pies de Volkov había una bolsa de plástico, unos metros más lejos había mochilas cuyo contenido era desconocido y, en el centro, el arsenal de armas.

Fue ahí cuando lo vio. Un arco negro con un carcaj lleno de flechas plateadas a juego. Gritaba su nombre. Los Vigilantes lo habían puesto para él.

Volkov miró hacia atrás, al enorme bosque de pinos, donde Greco querría que corriera cuando la cuenta atrás acabase. Pero el arco le estaba llamando, si no lo cogía ahora, sería de otro. Volkov se posicionó para correr hacia la Cornucopia.

Cinco tributos a su derecha estaba Horacio, lo estaba mirando mientras negaba con la cabeza.

El gong sonó, y Volkov perdió dos valiosos segundos al distraerse con Horacio. Corrió tres pasos hasta que la masacre lo hizo detener los pies. Los profesionales habían llegado primero, se habían equipado de lanzas y cuchillos que utilizaban contra cualquiera que intentara acercarse a ellos (o a cualquiera que intentaba interponerse en su camino).

Volkov descartó enseguida el ir a por el arco. Apretó los dientes, cogió la bolsa de plástico y corrió hacia la mochila que quedaba.

Un chico del Distrito 9 tuvo la misma idea que él y forcejearon por la mochila durante unos segundos hasta que el chico le tosió en la cara y esta se llenó de salpicaduras de sangre. Retrocedió un par de pasos y el chico cayó de boca al suelo. Un cuchillo sobresalía de su espalda.

Mierda

Volkov descubrió a la responsable, detrás del cuerpo. Era Kate, una chica del Distrito 2. Su cabello negro trenzadado brillaba bajo la luz del sol, y Volkov echó a correr hacia el bosque cuando vio cómo le apuntaba con otro cuchillo que tenía en las manos.

Se llevó la mochila a la cabeza por acto reflejo y el cuchillo quedó clavado en esta mientras Volkov seguía corriendo. Gracias por el cuchillo, murmuró para sí mismo.

Volkov no dejó de correr hasta que el rumor de la batalla fue apagado lo suficiente por los árboles. Había desobedecido la primera regla de Greco, pero al menos había conseguido la mochila y seguía con vida. Ahora solo le quedaba la siguiente. Buscar un alto era fácil, estaban rodeado de árboles; sin embargo, la maleza le impediría ver más allá de lo que ya era capaz de ver estando en el suelo, por lo que quedaba descartado subirse únicamente para analizar el terreno. Buscar una fuente de agua era el siguiente paso.

Antes de continuar su camino, decidió descansar un momento y abrir la mochila. Había un saco de dormir con el mismo forro que la ropa, para conservar el calor, un paquete con unas pocas galletas saladas, una cuerda, unas gafas de... ¿sol? Volkov se encogió de hombros. ¡Y una botella de dos litros de yodo! La abrió con la garganta seca; sin embargo, estaba vacía. ¿Tanto les costaba meter la botella con agua? Lo último que encontró fue una caja de cerillas.

Guardó todo de nuevo en mochila, junto con la bolsa de plástico, y volvió a retomar la marcha en busca de una fuente de agua. Por el camino vio un par de conejos, lo que era buena señal por dos motivos. El primero, podría cazarlos y tener comida, el segundo, que tal vez podrían guiarlo a un lugar con agua potable.

Hunger Games [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora