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Volver a casa nunca le había parecido una idea tan amarga, tocar su cama nunca le había parecido algo tan asqueroso, ver a su padre nunca le había dado tanta rabia como en ese momento, no saber nada de su hermana y madre nunca le había dado tanto miedo como ahora. No le había parecido nunca bueno algo en lo que se suponía debería llamar hogar.

Ni eso le parecía bueno hacer.

Esta vez la caída de su cuerpo se amortiguó gracias al colchón bajo él, pero el dolor en este siguió existiendo, haciéndose cada vez más insoportable. Su brazo derecho prácticamente colgaba y no podía hacer nada por arreglarlo, trataba de sostenerlo lo mejor posible pero su padre lo tiraba a cada que tenía la oportunidad.

Se apoyó en la pared de la ventana a la par que sintió el lugar frente a él hundirse, mirando aterrorizado al hombre que se hallaba allí, observándolo espectante.

— Y bien, Ivancito, ¿me vas a contar quién era ese gil con el que te estabas escondiendo de mí?

El chico no respondió, estaba seguro de que ya tenía toda la información de Rodrigo y decirle lo que ya sabía no haría diferencia alguna. Y aunque sabía perfectamente a lo que lo llevaría el silencio, no pensaba hablar.

— ¿Le vas a ocultar todo a papi? ¿O es que te da miedo que sepa que es tu noviecito y lo mate? Porque sabés que puedo hacerlo.

Y sí que lo sabía; estaba teniendo piedad.

— No es mi novio.

Fue su única respuesta. Se alejó un poco más del hombre, encogiendo sus piernas y esperando a que este dijera algo. Para su sorpresa, simplemente se levantó y caminó alrededor del cuarto, observando todo. Se acercó a una esquina donde había un gran mueble lleno de libros, juguetes de cuando era pequeño, objetos de valor sentimental y fotografías, tanto con su familia como con Tomás.

Una gran cantidad con este último.

Iván entonces encendió todas sus alertas, dando un casi imperceptible salto al ver como su padre tomaba un cuadro entre sus manos y lo miraba por mucho tiempo.

— Tomás sí lo es, ¿no?

Una peculiar fotografía en papel polaroid donde se recordaba la única vez que se dejó besar en la mejilla por parte del mayor, muestra de cariño que nunca dejaba a nadie hacer hacia su persona a menos que fuese su madre o, esos últimos días, Rodrigo.

El hombre se volteó hacia él, sus ojos brillaban de una manera que no lograba describir; era extraña y nunca había visto aquello, pero su miedo aumentó tras esta.

Tomás había sido parte de su vida desde hace siete años, y todos en su familia lo conocían porque lo traía consigo de un lugar para otro; entendía el punto de su padre al creer que él era su supuesta pareja, pero no estaba ni cerca de serlo. Era más bien como un hermano.

Negó suavemente, sin esperar una reacción positiva, pero tampoco lo que hizo.

Arrojó el cuadro a un lado de él, estampándolo contra la pared y rompiéndolo, haciendo que la bonita foto saliera de su lugar, entonces, las manos rápidas del hombre la tomaron y, sin piedad alguna, justo frente a sus ojos, la rompió.

Pronto su mirada se cristalizó, dejando caer lágrima tras lágrima con rapidez una tras otra; podría no llorar, pero cómo no hacerlo cuando era la única copia que existía.

— No llorés, nenita, es una foto.

La figura frente a él tomó uno de los vidrios rotos que yacía a su lado, acercándolo a su rostro y poniendo la punta contra este, apretando poco a poco hasta que cortó levemente su piel. El menor se quedó totalmente paralizado, sin atreverse a mover ni un milímetro de su cuerpo; ni siquiera quería respirar.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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soulmate ; 𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora