Capítulo 3

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Volver a mi turno fue más sencillo después del encontronazo inesperado con Mingi. Una sonrisa estúpida se formó en mi rostro que duró la siguiente media hora. Sonrisa que ni el cliente más molesto me podía arrebatar. No me detuve a plantearme por qué, quería mantener mi dignidad, aunque, en el fondo, sabía la respuesta.

Las próximas horas se hicieron cuesta arriba, contando que no tenía la presencia de Hwasa para ayudarme a sobrellevarlas. En cambio, tenía otra presencia que me acompañaba, la mirada de Mingi, ahora me faltaba decidir si era una buena compañía o no.

En mis ratos libres, cuando ningún cliente se acercaba a la barra, me dedicaba a observarlo desde la distancia, como había hecho muchas veces antes, pero a diferencia de otras, Mingi no paraba de observame desde su tarima. Podía notar su mirada desde la lejanía, incluso cuando intentaba concentrarme en mi trabajo. Más de un cliente me había reprochado algún despiste.

-Chico, esto no es Whisky.- dijo con amabilidad el señor que me había ayudado la noche anterior con aquel borracho.

Agradecía su presencia porque era una cara conocida y confiable. Un cliente que frecuentaba el club desde hacía poco mas de un mes, pero que aún así brindaba más confianza que muchos que llevaban años pidiéndome copas.

-Lo siento señor.- me disculpé avergonzado. Mi mente no estaba en aquella barra, donde debía estar, sino en la tarima varios metros a mi derecha.- ¿Quiere que le cambie la copa?

El hombre negó.

Volví a sentir una mirada pesada en mi nuca y mi vista se movió hacia el culpable.

-No me importa chico, solo te aviso porque te veo un poco despistado.- siguió la dirección de mis ojos y creyó entender lo que pasaba.- ¿Te gusta?- preguntó refiriéndose al bailarín pelinaranja.

-Sí,-confesé en voz alta- a mí y a todos. Es el bailarín más popular del bar.

-Ya veo. Se nota. Hay quienes no despegan la mirada de él.- señaló con el culo de su vaso a un grupo lejano de clientes que parecía que pronto empezarían a babear.- Hace efecto en todos, supongo que tú no eres una excepción.- se rió con un deje burlesco.

Reí con él, porque tenía razón.

-¿Usted no se ha fijado en ningún bailarín? Siempre que viene le veo en la barra, pero no se acerca a las tarimas.

Río como si hubiera contado el mejor chiste. Yo no sabía si hacerlo, aunque fuera por compromiso.

-Eres muy observador.- en efecto, no me escondía, en las horas de poco trabajo era mi única fuente de entretenimiento.- Me gustas.

Me atraganté con mi propia saliva. Él volvió a reir como si fuera parte de un reality del que yo no formaba parte. Solo esperaba encontrar la cámara oculta pronto.

-No en ese sentido chico.- volví a respirar con normalidad.-;Me refiero a que me pareces interesante.

-Gracias.- formulé más bien como una pregunta.

-Estoy aquí para hacer negocios, no para ver bailarines.- resolvió mis dudas.

-¿Negocios? ¿Con quién? ¿De que tipo?- sobrepasé mis limites como bartender, pero la curiosidad me mataba y ese hombre era realmente un enigma que quería descifrar.

-Haces demasiadas preguntas.- apoyó el vaso en la barra, dejando que el eco del cristal chocando contra la madera llenase el silencio que se había formado.

Pensaba disculparme, yo y mi boca insensata, cuando habló:

-Hago negocios con el señor Kim.

-¿Mi jefe?- no puede ocultar la sorpresa en mi tono. Para ser sinceros tampoco quería, aquel hombre inspiraba confianza, seguro que eso le convertía en un as para los negocios.

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