1.El día en que empezó todo

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Alice

Viernes 14 de marzo del 2019, volvía de la universidad tras un largo día de clases y estaba acompañada por mi amiga Choi Sangmi. Ambas hacíamos un buen equipo en clase, compartíamos muchos puntos en común por lo que trabajar en equipo se nos hacía muy fácil ya que nos entendíamos sin ningún problema. Ella era una chica amable y tranquila, de hecho, gracias a ella aprendí el idioma local. Ya habían pasado 2 años desde que comencé mi nueva vida y gracias a ella todo se hizo más liviano. Ella no sabía nada sobre mi pasado, le mentí con descaro nada más conocernos, para ella yo era la hija de un magnate estadounidense que quiso que me sacara la carrera de ingeniería aeroespacial en un país como Corea del sur.

Caminábamos tranquilamente intentando organizar la próxima semana para poder presentar nuestro trabajo en la primera tanda de entregas, hasta que de la nada, mi amiga se paró en seco. Estaba anonadada mirando una pequeña pantalla que estaba cerca de un escaparate y curiosa, decidí preguntarle.

—¿Qué pasa? Te estás poniendo pálida.

Mi amiga estaba sin palabras, desvié mi mirada a la pantalla y al parecer era una noticia de última hora bastante importante. En la pantalla aparecía la foto de un chico bastante atractivo, sonriendo y sujetando un pequeño cartel donde estaban escritos unos números. No era la imagen que cualquiera se esperaría de un criminal, su pelo corto y oscuro estaba demasiado bien cuidado, tenía una sonrisa perfecta y sus ojos brillaban como si de un niño inocente se tratara. Esta persona podría infiltrarse en cualquier lugar y nadie se creería que había pisado la cárcel. En la pantalla se anunciaba que el susodicho se había escapado de la cárcel en un traslado hacia el hospital, así que la policía estaba como loca buscándolo.

—Espero que lo cojan pronto.

—¿Es muy peligroso? —pregunté.

—Exacto, no es un criminal cualquiera. Durante años ha sido el mayor asesino en serie de nuestro país. Todas sus víctimas se han encontrado en escenarios llenos de incógnitas, se rumorea que trabaja en equipo pero es solo una hipótesis, tampoco se conoce su nombre real, todos lo conocemos como el Golden Serial Killer.

—Vaya, exquisito hasta con el nombre.

—Solo tiene 21 años y ha conseguido acobardar a las cabezas más altas de la casa azul.

—Pues espero que lo encuentren pronto.

Decidimos dejar el tema a parte y decidimos ir a comer a mi casa para poder empezar nuestro trabajo de clase. Nos pasamos toda la tarde con ello y cuando fuimos conscientes del paso del tiempo decidimos salir a cenar fuera. Durante la cena nuestra conversación se centró en ella y el cambio de actitud que tuvo su mejor amigo hacía unas pocas semanas. Ella siempre estuvo colada por él pero al parecer él solo se dedica a alejarse cada vez más, dejándola totalmente confundida. Escuché a mi amiga e intenté aconsejarla a pesar de que era la primera vez que mantenía una conversación así, en el Pentágono nunca nos juntaban con más personas y mucho menos se creaban amistades o noviazgos entre los sujetos como yo. Así que tiré un poco de mi imaginación y más o menos reaccioné como los personajes de las películas de romance que veía de vez en cuando en la televisión local.

—En fin, necesito despejarme —concluyó con un suspiro.

—¿Quieres que vayamos al cine? Hace 4 días me dijiste emocionada que habían estrenado una película que querías ver, puedo mirar si hay alguna sesión para ahora.

—¿En serio harías eso por mí?

—Claro, eres mi amiga. ¿Por qué no?

—No sé, tal vez querrías estar en casa pronto, ya sabes, con ese loco por ahí suelto...

—Ni estaba pensando en eso, pero no hay problema. El cine está a 5 minutos de mi casa, no me pondré en peligro. Aunque no creo que sea un blanco para él, ¿qué tendré yo de especial para que quiera acabar con mi vida?

—A lo mejor no le gustan las chicas de ojos grises.

—No seas boba.

Terminamos de cenar y pillé un par de entradas para la película que Sangmi quería ver. La sesión era dentro de 30 minutos, así que nos daría tiempo a llegar e incluso comprar unas cuantas palomitas. La película se me hizo eterna, al parecer estaba categorizada como "fantasía" y básicamente contaba de forma irreal cómo tener "poderes sobrenaturales" te solucionaba la vida y eras la persona más guay del mundo.

—Me encantaría ser como la protagonista. Poder controlar los 4 elementos y un puñado de cosas, ¡incluida la telekinesis y la telepatía!

«Te gustaría porque no sabes que si pudieras hacerlo el gobierno te encerraría para convertirte en un arma militar».

Desvié la conversación a otro lado y esperé a que el hermano de Sangmi viniera a recogerla. Aunque no pensara mucho sobre el tema, no me gustaba en absoluto que una persona tan peligrosa como aquel chico estuviera suelto y que mi amiga tuviera que regresar a casa sola. Su hermano no tardó en aparecer en coche y mi amiga se subió en él, me ofrecieron llevarme a casa pero insistí que no, de alguna forma u otra, no le tenía tanto miedo a ese sujeto gracias a tener mis habilidades especiales.

«Esas que me condenaron a no tener una vida normal».

Volví a casa y me encontré con la cerradura forzada. Me puse en guardia, en este país no era muy común que entraran a robar pero eso no quitaba que fuera imposible. Entré al piso e intenté encender la luz, por mucho que pulsara el interruptor la lámpara no se encendía. Mi pulso se aceleró y decidí salir afuera pero antes de que consiguiera alcanzar la puerta de entrada, una sombra la cerró de golpe. No fui capaz de distinguir quién era, ni siquiera fui capaz de conocer un simple rasgo, no veía nada.

«Los del Pentágono me han encontrado».

—¡No pienso volver al Pentágono! ¡No pienso ser un arma de la CIA! —grité. Al mismo tiempo creé una llama de fuego en mi mano derecha. Intenté ver a alguien pero estaban camuflados.

—¿Y quién te dice que somos del Pentágono?

Me puse en guardia, escuché un pequeño golpe y seguidamente salieron de su escondite. No dudé en atacar, mi objetivo era alcanzar la puerta de entrada. Identifiqué a 6 sujetos, 6 chicos jóvenes que no sobrepasarían los 30 años. Por muy sorprendente que fuera para mí, parecía que conocían bastante bien mi forma de atacar, aunque no es que fuera la común. Parecía que mis poderes eran inútiles contra ellos. Cada vez me cansaba más pero la adrenalina no me dejaba respirar, tenía que salir de mi casa y correr hacia la comisaría más cercana.

Pero no fue así, uno de ellos me cogió por detrás, y por mucho que intentara electrocutarlo, tampoco le hacía efecto.

—A ver, podemos llegar a un trato —intenté negociar. Estaba asustada y me estaba viendo al borde de la muerte—. Os lleváis todo lo que queráis y no diré nada, os lo juro.

—¡Qué tonta eres! ¡Pero si te queremos a ti!

Un séptimo sujeto salió de entre las sombras, vestido con una camisa blanca y unos pantalones negros, su rostro estaba tapado por una máscara que simulaba la cabeza de un conejo. Me quedé paralizada ante tal escena. Antes de poder reaccionar sentí un paño húmedo en mi rostro, forcejeé todo lo que pude, pero fui perdiendo las fuerzas hasta que todo se sumió en una oscuridad absoluta.

Sujeto número 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora