Capitulo 5

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—Casate conmigo, Rosario –le propuso Emilio.

—¿Vos sos güevón o qué? –le respondió ella.

 —¿Por qué? ¿Qué tiene de raro? Si nos queremos.

 —¿Y qué tiene que ver el amor con el matrimonio?

Descansé cuando supe su negativa. Emilio ya me había hablado de sus

intenciones, pero yo no le dije nada, primero porque conocía a Rosario, y

segundo porque la propuesta era más un acto de rebeldía de Emilio que un acto

de amor. La familia lo venía presionando fuertemente para que la dejara, le

cortaron entradas y privilegios y comenzaron a tratarlo como a un sospechoso.

—Imaginate que a mi mamá le dio por cerrar todo con llave– me contó—. 

Qué

tan raro. Lo único que le falta es que le ponga candado al teléfono o que me cobre

las llamadas.

Pero lo que me llamó la atención de la propuesta de Emilio, fue la respuesta de

Rosario. Ella le vio la discrepancia a esa asociación que todo el mundo hace entre

amor y matrimonio.

Confirmé que detrás de su belleza y su violencia, había un punto de vista,

sensato además. Cada cosa que descubría en ella me obligaba a seguirla

queriendo y cuanto más la quería más lejos me quedaba.

 —Entonces ¿qué? –le pregunté a Emilio—. 

Te vas a casar, ¿sí o no? 

—¡Qué va! –contestó—.

 Esa mujer sale con unas cosas más raras. Además, ¿con

qué plata?, no ves que en mi casa ya ni me saludan.

 —¿Y eso? 

 —Mi mamá, que se anda cocinando en su salsa.

La familia de Emilio pertenece a la monarquía criolla, llena de taras y abolengos.

Son de esos que en ningún lado hacen fila porque piensan que no se la merecen,

tampoco le pagan a nadie porque creen que el apellido les da crédito, hablan en

inglés porque creen que así tienen más clase, y quieren más a Estados Unidos

que a este país. Emilio trató de rebelarse contra el esquema. Se hizo echar del

colegio bilingüe y se metió a uno donde iban a parar todos los vagos. Quiso

entrar a la universidad pública, pero ahí no lo frenó su familia sino el promedio.

Y después, para rematar, les llevó a Rosario.

 —Se nota que no tiene clase –le dijo a Emilio su mamá el día en que la conoció—.

No sabe ni comer. 

—Me sabe comer a mí –les dijo él—. 

Y eso es lo que importa.

Aunque me molestaba cualquier tipo de rechazo a Rosario, me alegré al conocer

el que le manifestaba la familia de Emilio.

A pesar de su desobediencia, él nunca se atrevió a desafiarlos con un vínculo

Rosario tijeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora