—Casate conmigo, Rosario –le propuso Emilio.
—¿Vos sos güevón o qué? –le respondió ella.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de raro? Si nos queremos.
—¿Y qué tiene que ver el amor con el matrimonio?
Descansé cuando supe su negativa. Emilio ya me había hablado de sus
intenciones, pero yo no le dije nada, primero porque conocía a Rosario, y
segundo porque la propuesta era más un acto de rebeldía de Emilio que un acto
de amor. La familia lo venía presionando fuertemente para que la dejara, le
cortaron entradas y privilegios y comenzaron a tratarlo como a un sospechoso.
—Imaginate que a mi mamá le dio por cerrar todo con llave– me contó—.
Qué
tan raro. Lo único que le falta es que le ponga candado al teléfono o que me cobre
las llamadas.
Pero lo que me llamó la atención de la propuesta de Emilio, fue la respuesta de
Rosario. Ella le vio la discrepancia a esa asociación que todo el mundo hace entre
amor y matrimonio.
Confirmé que detrás de su belleza y su violencia, había un punto de vista,
sensato además. Cada cosa que descubría en ella me obligaba a seguirla
queriendo y cuanto más la quería más lejos me quedaba.
—Entonces ¿qué? –le pregunté a Emilio—.
Te vas a casar, ¿sí o no?
—¡Qué va! –contestó—.
Esa mujer sale con unas cosas más raras. Además, ¿con
qué plata?, no ves que en mi casa ya ni me saludan.
—¿Y eso?
—Mi mamá, que se anda cocinando en su salsa.
La familia de Emilio pertenece a la monarquía criolla, llena de taras y abolengos.
Son de esos que en ningún lado hacen fila porque piensan que no se la merecen,
tampoco le pagan a nadie porque creen que el apellido les da crédito, hablan en
inglés porque creen que así tienen más clase, y quieren más a Estados Unidos
que a este país. Emilio trató de rebelarse contra el esquema. Se hizo echar del
colegio bilingüe y se metió a uno donde iban a parar todos los vagos. Quiso
entrar a la universidad pública, pero ahí no lo frenó su familia sino el promedio.
Y después, para rematar, les llevó a Rosario.
—Se nota que no tiene clase –le dijo a Emilio su mamá el día en que la conoció—.
No sabe ni comer.
—Me sabe comer a mí –les dijo él—.
Y eso es lo que importa.
Aunque me molestaba cualquier tipo de rechazo a Rosario, me alegré al conocer
el que le manifestaba la familia de Emilio.
A pesar de su desobediencia, él nunca se atrevió a desafiarlos con un vínculo
ESTÁS LEYENDO
Rosario tijera
RandomOración al Santo Juez Si ojos tienen que no me vean,si manos tienen que no me agarren, si pies tienen que no me alcancen,no permitas que me sorprendan por la espalda, no permitas que mi muerte sea violenta,no permitas que mi sangre se derrame, Tú qu...