La última vez que volvió con nosotros tardó más en regresar.
Fueron casi cuatro meses en los que nos cansamos de llamarla y averiguar por
ella. Ese tiempo fue tan largo para mí que hasta llegué a pensar que Rosario se
había ido para siempre, que tal vez ellos se la habían llevado para otro país y que
definitivamente ya no la veríamos más. Durante ese tiempo hablé muy poco con
Emilio, él me había llamado a los pocos días de la vaciada que me pegó, no sólo
para suavizar su trato sino también para averiguarme por ella. Llegué al punto
de buscar a diario su foto en el periódico, en las mismas páginas donde había
salido la de Ferney, pero lo único que encontraba eran las reseñas de los cientos
de muchachos que amanecían muertos en Medellín.
Después opté por tomar esa ausencia de Rosario como una buena oportunidad
para sacármela por fin de la cabeza. Con tristeza tomé la decisión y a pesar de no
olvidarla sentí que la vida comenzaba a saber mejor, claro que no faltaron los
recuerdos, las canciones, los lugares que me la hicieron sentir otra vez de vuelta
para complicar mi vida. Pensé que separarme también de Emilio iba a ser útil
para mis propósitos, aunque a juzgar por su alejamiento sospeché que él debería
tener las mismas ideas en su cabeza. Pero como toda historia tiene un sin
embargo, el mío fue que las buenas intenciones no me duraron mucho,
solamente hasta esa noche, al igual que las anteriores, en que al amanecer me
llamó Rosario.
Con su habitual parcero me sacó del sueño y me hizo helar por dentro. Le
pregunté dónde estaba y me contestó que había regresado a su apartamento, que
no hacía mucho había llegado y que lo primero que hizo fue llamarme.
—Perdoname la hora –dijo, y yo encendí la luz para mirar esa hora en mi
despertador.
Le pregunté dónde había estado todo este tiempo y me dijo que por ahí, la
respuesta era la misma de siempre. Por ahí acabando con medio mundo, pensé
durante el largo silencio que siguió después.
—¿Y qué más? –preguntó por preguntar, por sacar algún tema y para echarle
una carnada a mis pocas ganas de hablar. No me sentía contento de que hubiera
vuelto a aparecer, ni de que me hubiera llamado, más bien todo lo contrario,
pereza, cansancio de quererla otra vez.
—Está muy tarde, Rosario –le dije—. Mejor hablamos mañana.
—Tengo que decirte cosas muy importantes, parcero. A vos y a Emilio, ¿has
vuelto a hablar con él?
Ya había cumplido con la razón de su llamada, que a la larga siempre era
preguntar por Emilio. Ya nos estábamos aprendiendo la historia de memoria, la
rutina que utilizábamos para engañarnos los tres. Algo así como lo que busca
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Rosario tijera
AcakOración al Santo Juez Si ojos tienen que no me vean,si manos tienen que no me agarren, si pies tienen que no me alcancen,no permitas que me sorprendan por la espalda, no permitas que mi muerte sea violenta,no permitas que mi sangre se derrame, Tú qu...