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Los diecinueve años habían alcanzado a Jisung finalmente. El omega era el más joven en su manada, además de ser el único que jamás había vivido un celo. Ansiaba que el momento llegase, principalmente porque era consciente de la imagen infantil que el resto tenía sobre él, en especial el líder de su manada: Minho, su fantasía dentro de la misma.

La mañana transcurrió de forma aburrida para Jisung, quién realmente no tenía nada que hacer. Suspiró de forma sonora mientras giraba sobre su sitio en el colchón, poniéndose de pie y saliendo de su habitación para ir en busca de Minho, quién aparentemente se encargaría de la cena ese día. Lo encontró totalmente concentrado en la tabla de cortar verduras, acción por la cual no notó la presencia del omega. Sus ojos curiosos vagaron por la sala de estar, el comedor y nuevamente regresaron a la cocina, hablando por fin.

-Hey, Minho, ¿no hay nadie en casa? el mencionado dio un salto en su sitio por el susto, finalmente regresando a sus sentidos cuando el dulce aroma de su menor ingresó a través de sus fosas nasales. Oh, ¿te asusté? ¡lo siento!

Minho negó con la cabeza con suavidad. Un presentimiento extraño vino acompañado al aroma del omega, a lo que rápidamente se acercó a él.

-¿Estás bien, pequeño? ¿Te duele algo?- el apodo provocó un veloz e incontrolable enrojecimiento en el rostro del más bajo, que lo observó confundido al sentir la palma ajena en su frente -Estás hirviendo.

Alfa de la manada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora