Capítulo 18.

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—¿Cómo que en el inframundo? —Gina no creía lo que le acababa de decir su amiga.

—Así como lo escuchaste —le aseguró Morgana—. Le permití a Daliana quedarse con mi espíritu familiar, aquel hurón blanco que compré el otro día. Y gracias a mi vinculación con él, pude ver que desde hace un día están en Helheim.

—¿Tu familiar aún sigue con ella? ¿Está ella bien? —le preguntó Beatriz al entregarle un poco de té.

—Ella está bien, pero la reina de Helheim no la deja salir.

En ese momento, Gina lloró por su hermana

—Debemos ir por ella —dijo—. ¿Sabes en que dirección está la entrada, Morgana?

—El más cercano está situado en Páramo oscuro.

—Entonces salgamos ahora.

Gina, en compañía de Darren y Morgana, emprendió su viaje hacia el Páramo oscuro. Finalmente llegaron hasta la entrada al Tártaro. El aire frío que salía de este les transmitía bastante pánico, pero debían entrar si querían sacar a Daliana de allí. Comenzaron el descenso, escuchando los continuos gritos de sufrimiento de los condenados. La entrada se cerró inmediatamente luego de ingresar. Escabulléndose entre las rocas, llegaron por fin hasta la puerta que custodiada el perro Garm. Frente a ellos, la bestia retrocedió de miedo al verlos. Extrañados, avanzaron hasta llegar al punto meridional, donde se encontraron a Daliana sujeta a la pared con cadenas.

—¿Se puede saber que estás haciendo en un lugar como este? —le reclamó Gina, intentando liberarla.

—Solo quería ver a mi abuela —le contestó sollozando—. Ella mató a Dante y me capturó. Me hostigan cada hora.

—Ya, escolecita, no te preocupes, te sacaremos de aquí. —Logró romper las cadenas con magia y la subió a su espalda—. ¿Cómo vamos a volver? —preguntó a los demás.

—Morrigan… —balbuceó Daliana.

—¿Qué?

—Morrigan está aquí. El sabe como salir de aquí con vida.

—¿Y dónde está Morrigan? —indagó Darren.

—En el Tártaro —indicó la pequeña a punto de desmayar.

Regresaron de nuevo al Tártaro sin percatarse de que unas de las sirvientas de Hela los estaba observando. Fue con ella y le dijo:

—Mi señora, dos elfas y un humano han entrado a sus dominios. Se llevaron a la niña y van por el dios que está en el Tártaro.

Hela soltó una carcajada y dijo:

—Esto se va a poner divertido. Trae mi guadaña.

La sirvienta obedeció sin rechistar y le trajo una guadaña hecha de un humo negro. La hoja era larga y estaba montada al final de un mango de unos 1,8 metros. Cuando por fin estuvo preparada, se dirigió al Tártaro seguida por algunos de sus guerreros. Al salir, se percató enseguida de que el perro Garm estaba en un rincón muerto de miedo.

—¿Garm asustado? Esto es extraño.

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Tras liberar a Daliana y volver al Tártaro, comenzaron a buscar por todos lados a Morrigan. Mientras Morgana se encargaba de inmovilizar a los enemigos con su magia, Darren se abría camino atacando con sus dos bracamarte, esas espada de un solo filo curvada en la punta que siempre llevaba consigo.

Les costó un poco dar con Morrigan, pero a la final lo encontraron y vieron que este estaba aprisionado con cadenas cubiertas con magia.

—Es magia hecha por un dios —agregó Morgana tras no poder liberarlo.

Morrigan alzó la mirada y los vio.

—Daliana puede —les dijo en voz baja, casi como un susurro. Morgana tuvo que acercarse más para escuchar—. El poder de Daliana puede romper estas cadenas.

Ayudándola a caminar, Gina acercó a su hermana hasta Morrigan. Este le susurró cuál era el hechizo. Y con tan sólo decirlo y hacer un signo mágico con los dedos en las cadenas, Daliana logró liberarlo sin mucho trabajo. Semejante acontecimiento alegró plenamente al dios, que abrazó muy agradecido a la pequeña. Vio después a Darren y supo que se trataba de él. Sin soltar a Daliana,  se acercó a él y lo abrazó; abrazaba a los dos con el mismo afecto que le tiene un padre a su hijo. Y tras aquel momento de dicha, les preguntó qué estaban haciendo en el Tártaro. Darren le explicó que Daliana estaba presa en Helheim y que fueron a salvarla, pero que ahora no saben como salir. Morrigan declaró que conocía una manera de salir.

Sin embargo, salir no les iba a resultar tan fácil.

—¡Vaya, pero que bonito encuentro! —deleitó Hela al llegar acompañada por sus guerreros. Morrigan se percató enseguida de que ella llevaba consigo su guadaña—. ¡Oh!, esta guadaña es tuya, ¿no, Morrigan? —le preguntó al notar que este no le quitaba la mirada de encima—. La he tenido todo este tiempo. ¿Por qué no intentas venir por ella? Quiero ver que tan fuerte eres sin tu arma. ¡Vamos, compláceme! ¡Hace tiempo que he querido enfrentarme al famoso dios de la guerra! —Comenzó a carcajear extasiada.

—¡Sí que eres estúpida, Hela! —replicó Morrigan—. Crees que estoy en desventaja solo por no tener mi arma. Pero te recuerdo que aún sigo siendo un dios.

Apenas terminó de decirlo, Hela se aproximó a él con sorprendente rapidez, realizando un corte diagonal sobre su torso. Pero con una increíble agilidad, este saltó y pudo esquivar el ataque.

Darren y Morgana iniciaron una lucha con los guerreros de Hela mientras que Gina y Daliana se ocultaron en un lugar seguro.

—¿Todo lo que sabes hacer es esquivar, Morrigan? —preguntó con tono alegre Hela mientras realizaba un ataque tras otro—. Mi padre te ha querido muerto desde hace mucho. Estará muy feliz cuando le lleve tu cabeza.

—Ese es un deseo bastante difícil de cumplir —le contestó, retrocediendo y esquivando los ataques—. ¡Vamos! ¿Es todo lo que tienes? ¿Mi guadaña te pesa mucho? Además, tienes tu defensa muy abierta. Esta, por ejemplo. —Golpeó con una patada el abdomen de la reina, lanzándola por los aires hasta aterrizar en una pared.

Hela logró recuperarse de inmediato y realizó otro ataque que no pudo acertar. La destreza de Morrigan era superior a la de ella. Se lanzó él después sobre ella y los dos se disputaron en una lucha terrible. Morrigan sabía que podía vencer con un solo golpe, pero hacía mucho que no luchaba, así que decidió divertirse un poco más. Y tras esquivar otros ataques, alcanzó a descargar un golpe seco en la mejilla que hizo vacilar a Hela, soltando así la guadaña.

Morrigan la volvió a empuñar después de miles de años y comenzó a girarla entre las membrana de sus dedos. Dio un salto de campana y, sin pérdida de tiempo, logró asestar un corte limpio en vertical, cortando justo por donde se unían las dos mitades de Hela.

Morrigan se volvió después contra los guerreros que luchaban con Darren y Morgana y los mató a cada uno sin nada de esfuerzo. Después de esto, sacudió el polvo de su cuerpo y se reincorporó con los demás.

—¿Están bien? —les preguntó jadeando.

—Lo estamos —le contestó Darren, mirando luego el cuerpo dividido que yacía en el suelo—. ¿No habrá consecuencias por haber asesinado a la reina de Helheim?

—Muchos problemas —le aseguró—. Debemos irnos de aquí cuanto antes.

—¿Y cómo es que vamos a salir? —cuestionó Morgana.

—Con solo un corte. —Le sonrió Morrigan.

El dios blandió la guadaña con las dos manos e hizo un corte en la oquedad de la cueva. El portal que se abrió daba directamente hacia la cabaña en donde estaban viviendo. El primero en cruzar fue Morrigan, luego Gina con Daliana,  seguido por Darren, y por último, Morgana. Sin embargo, antes de poder salir, la figura de la mitad mas horrible de Hela surgió a sus espaldas, tirándola al piso y arrastrándola de nuevo al Tártaro.

—¡¡¡Darren!!! —gritó.

Darren corrió hacia ella y pudo tomar sus manos, pero estas se iban resbalando por el sudor. Cada vez más, Hela iba ingresando a Morgana. Morrigan intentó ayudar, pero una esfera protectora se abrió alrededor de los tres.

—¡Eres mía! —le repetía Hela mientras continuaba jalando sus piernas.

Al final, Morgana vio a su mejor amiga y le sonrió.

—Váyanse —les pidió.

Dejó de aferrarse a las manos de Darren, haciendo que este cayera fuera de la esfera protectora. Sacó un cuchillo que tenía atado a su pierna y arremetió contra Hela, propinándole varias puñaladas.

Poco después, el portal se cerró. Morgana fue vista por vez apuñalando y siendo apuñalada.

Evangelio CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora