MARATÓN 2/3
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Me atrevo a cerrarle la puerta a Grant con toda la capacidad limitada que tengo a mi alcance y me excuso desde el exterior afirmada en el trozo de madera que nos separa a ambos:
—¡Lo siento! ¡Solo pasaba por acá!
Claro, como quien se anda dando un paseito por el parque.
No sé si haga sentido el excusarme, pero aún así lo hago e intento regresar a mi habitación. Le cedo mi mejor toalla y tomo otra para mí, no tengo muchas ya que tuve que ahorrar espacio en mi económico equipaje. Dispongo sobre la cama una falda y una camisa blanca sumada la chaqueta elegante que me compró Valerie en la tienda de Bronx anteriormente.
—¿Me vas a vestir tú, Valerie?
Me vuelvo donde han venido esas palabras y me encuentro al mismísimo David de Miguel Ángel de pie delante de mí con una toalla de mano cubriéndose la berenjena. ¡Ay, Virgen Santísima!
Me volteo lo más rápido que puedo.
—S-señor, le iba a dejar una toalla.
Desconozco la cantidad de cucarachas que han pasado por ese retazo de tela.
—Descuida, me las arreglo. Tuve buena compañía en la ducha.
—Yo... Lo siento, solo quería cerrarle la puerta—. Soy una vil mentirosa.
—Me refería a la cucaracha que me observaba fijamente desde una esquina.
—Es amigable. Tuvimos conversaciones matutinas ayer.
—Ya puedes voltearte.
Eso hago y descubro que se ha envuelto en el toallón que dejé para él. Se queda de pie, mirándome fijamente.
—Debemos darnos prisa—me recuerda que estoy ahí embobada tratando de buscar el borde de su miembro viril que se marca por debajo de la toalla.
—Sí, claro. Señor.
Me muevo y paso por su lado muy cerquita, arrastrando una toalla y también mi pierna mala.
Una vez que llego al baño, abro la puerta y me intento desvestir, arrojando mi bata sobre el lavatorio, pero en el esfuerzo de meterme a la ducha, me voy contra un costado perdiendo el equilibrio y quedo sujeta a tientas con el agua abierta cayéndome encima. ¡Es la caliente! Pero lo bueno es que va a demorar un poquito en subir la temperatura.
—Ve despacio.
Las palabras me llegan desde atrás.
Es el señora Grant quien me acaba de sujetar por la cintura. Él aún está envuelto en su toalla y la cucaracha desde arriba se debe de estar haciendo un festín contemplando la escena en su totalidad.
—Señor, yo...
—Me voy si así lo quieres, pero no te dejaré que te mates aquí, Stephanie.
Vaya, creí que me odiaba.
Me ayuda a incorporarme a un lado de la vieja bañera y me da un poco de asquito sentarme aquí, pero no me queda otra opción.
Él dispone el agua para que corra y me advierte que me esperará del otro lado de la cortina.
—Me avisas si algo necesitas.
Elevo la mirada al mueble donde está el champú.
—Bien—contesta.
Y me sorprende que en vez de pasarme el champú, se sienta en un borde de la bañera, me desliza hacia la parte baja y es él quien me lava el cabello a mí.
Quedo totalmente inhibida con la situación, probablemente mi sentido común se fue a cazar mariposas en mi estómago.
¿Alexander Grant lavándome el cabello envuelto él en una toalla y yo en ropa interior en la bañera?
Me sigue ayudando, podría hacer uso de mi lesión para aprovecharse de mí pero claro que no lo hace y claro que yo tampoco puedo gustarle a él.
Su gentileza y caballerosidad ponen a mil su atractivo físico hasta que me ayuda a levantarme, me seca él con la toalla que yo me traje, ayudándome con mi cabello y se voltea para que yo pueda envolverme con la toalla.
Creo que nunca antes había llegado a estar en ropa interior frente a un hombre y nunca un hombre estuvo con tan pocas prendas como una toalla devolviéndole la cintura, pero él ha logrado que me sienta increíblemente cómoda a su lado.
Me acompaña hasta la habitación, saca su traje y añade:
—Iré a cambiarme al baño. Avísame si necesitas ayuda. Pero avísame, Stephanie.
Asiento con el orgullo quebrado y la cacería de mariposas en su máximo esplendor dentro de mí.
Una vez que me quedo a solas, me muerdo el labio inferior tan fuerte que quiero gritar y me quedo totalmente extasiada con todo.
¿Qué demonios fue eso? ¿Qué rayos acaba de suceder entre el mismísimo señor Grant y yo?
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Chica nueva, jefe nuevo
RomanceStephanie, la reina indiscutida en quemar palomitas de microondas, aterriza en Grant Enterprises para una entrevista con Alexander Grant, el CEO con menos expresión facial que un emoji. Lo que debería ser una entrevista seria se convierte en un duel...