—¿Esto es una fundación?
—Es el cóctel de una fundación.
—¿Una fundación creada para nutrir a millonarios?
—No. Para promover la lectura y los hábitos de estudio en niños y jóvenes.
El señor Grant me brinda contexto mientras entramos al hotel donde está llevando a cabo el evento que grita despilfarro, exclusividad y dinero en cada persona y rincón de metros cuadrados a la redonda.
Este hotel tiene toda la impronta de adentrarse en un cuento de Navidad lleno de luces parpadeantes y decoraciones opulentas. Tiene más pisos de lo que mi campo visual es capaz de ver desde abajo y hay una cantidad de espejos tan severa que me marea no saber hasta dónde llegan realmente las dimensiones de este espacio. Es raro, me gusta, pero no sé si mi visual podría acostumbrarse a este lugar por mucho tiempo.
Para mi sorpresa, sucede algo que me resulta completamente inesperado. Alexander Grant, mi compañero en esta aventura festiva, me ofrece su brazo con una elegancia que despierta cosquillas en mi estómago.
—Haré de cuenta que esa conversación que tuvimos antes nunca existió—asevera mirando al frente.
Yo podría rechazar su brazo, pero si le he declarado la guerra internamente a este hombre no puedo quedar tan en evidencia así que acepto y lo primero que me sucede es que quedo impactada con lo firme y ancho que es el brazo de este hombre, madre mía, qué delicia.
Bueno, recuerda Steph que este hombre es terrible, es malvado.
—Gracias, señor Grant. Me avisa si ve por ahí a un millonario atractivo que esté buscando decoradora navideña.
—¿Piensas renunciar en tu primera semana?
—Lo decía para mi condición de soltera.
Después de todo, no soy su pareja en este evento y estoy acá solo porque es mi jefe y decide lo que puede hacer conmigo como si fuese de su propiedad. Ufff, me frustra tanto no poder decírselo en voz alta.
—Buenas noches, señor y señora Grant. ¿Una copa?
Parpadeo, asombrada.
—No soy "señora Grant" solo soy una empleada de Alexander Grant. Y sí, quiero una copa, gracias—le contesto a un camarero que se acaba de acercar con una bandeja. ¿Conoce a Alexander? Por qué será que no me sorprende que el equipo del servicio esté preparado para tratar a la gente por su nombre en este sitio.
Todos parecen ser reconocidos en sus áreas a final de cuentas.
Alexander acepta una copa de vino y yo otra con un líquido rosas burbujeante con una copa larga muy bonita.
—No es necesario que debas aclararle a todo el mundo que soy quien liquida tu salario mes a mes.
—Me dijo, señor Grant, que no debo andar mintiendo. —Le doy un trago a mi bebida y me sienta fenomenal—. Woooow, ¿qué es esto?
—Champaña rosé. Bebe con moderación, Stephanie. ¿Seguiste los consejos de Judith, verdad?
—Claro, en eso estoy. —Otro trago y me quedo a mitad de camino—. Rayos, se me terminó demasiado pronto.
Inspira profundamente y termina por sacarme otra copa.
—Procura no andar con una copa vacía si no quieres que piensen que tienes problemas con el alcohol.
—¡Oh, Grant! Qué placer verte por aquí.
Mientras nos adentramos en el resplandor del lobby, las conversaciones elegantes y el tintineo de copas de champán crean una sinfonía festiva a nuestro alrededor. Alexander y yo nos sumergimos en charlas animadas, saludando a conocidos de él y haciendo comentarios cómicos sobre la extravagancia del evento, pero no me divierte en absoluto fingir amabilidad con personas que ni siquiera conozco y a las que no les importo tampoco en absoluto. Supongo que estarán pensando que soy la mujer florero.
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Chica nueva, jefe nuevo
RomanceStephanie, la reina indiscutida en quemar palomitas de microondas, aterriza en Grant Enterprises para una entrevista con Alexander Grant, el CEO con menos expresión facial que un emoji. Lo que debería ser una entrevista seria se convierte en un duel...