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Al llegar al hotel, ambas frenaron en el lobby y se miraron.

- Vic- - Victoria no dejó terminar de hablar a Isabella y le plantó un casto beso en sus labios.

- Me voy a volver adicta a esto... - dijo Victoria completamente sincera. Isabella tenía una sonrisa de oreja a oreja y unos ojos brillosos que apreciaban los hermosos ojos celestes de la cantante.

- Si vos te vas a volver adicta, imagínate yo. - al terminar de decir eso, Isabella le dió un largo y apasionado beso a la cantante el cual fue correspondido al instante con deseo por parte de Victoria. Ambas mujeres habían esperado esto por demasiado tiempo, más del que deberían.

La noche caía sobre Buenos Aires, y el bullicio de la ciudad parecía disolverse en la atmósfera cargada de emociones. Isabella y Victoria se separaron del beso. Se miraron con unas miradas que expresaban complicidad y deseo. Las mujeres, aún tomadas de la mano, atravesaron el lobby del hotel con la mirada fija entre ellas. Ambas querían fundirse con la otra, querían dar un paso más. Las puertas del ascensor se abrieron, y sin soltar sus manos, entraron con una complicidad que desafiaba cualquier comentario o juicio externo. Isabella y Victoria se daban besos pasajeros mientras las luces de los pisos del hotel se iluminaban. Victoria pasó sus brazos alrededor de la cintura de Isabella con la intención de atraerla más a ella. La deseaba completamente, necesitaba sentirla y estar con ella.

En las habitaciones contiguas, Bonaroti, Shota, Mariana y el resto del equipo comentaban entre susurros el inesperado desarrollo del día. La tensión se había esfumado, dejando en el aire una extraña mezcla de intriga y expectación. Ninguno de ellos sabía lo que había pasado entre Victoria e Isabella en el ateneo, ningún medio había salido a decir algo. Cómo estaban todos juntos en la habitación de Mariana, decidieron salir y dirigirse cada uno a la suya. Al entrar a sus habitaciones, todos, menos Mariana, se dieron cuenta que faltaban pertenencias de cada uno de ellos. Era claro que algo había sucedido allí adentro mientras ellos paseaban y disfrutaban los lugares turísticos de la hermosa ciudad de Buenos Aires.

Mientras tanto, Isabella y Victoria, se adentraron en un silencio cómplice en el interior del ascensor el cual solo contenía los jadeos que provenían de las bocas de ambas mujeres. Las miradas entre ellas seguían expresando más que las palabras. Los números de los pisos se iluminaban lentamente, marcando el ascenso hacia la privacidad de sus habitaciones. Ese ascensor se estaba volviendo interminable para ambas.

Al llegar al piso correspondiente, las puertas se abrieron con un susurro, y ambas mujeres salieron a un pasillo que parecía cargado de secretos. Se detuvieron frente a las puertas de sus habitaciones contiguas, y sin soltarse de las manos, cruzaron la línea invisible que separaba sus mundos individuales. Victoria e Isabella entraron juntas a la habitación de Victoria completamente dispuestas a dejar todo la una por la otra.

El interior de la habitación estaba impregnado de la energía acumulada durante el día. Isabella cerró la puerta detrás de ellas, sumiendo la habitación en un silencio que solo era interrumpido por el suave zumbido de la ciudad nocturna.

Sin mediar palabra, Victoria atrajo a Isabella hacia ella agarrándola de la cintura. La tensión acumulada desde el Ateneo explotó en un beso apasionado. Ambas mujeres comenzaron a saciar su deseo mutuo con besos y toqueteos por parte de ambas, las dos necesitaban esto más que nadie. Luego de un largo rato en el cual ninguna dió el siguiente paso, la ropa de ambas comenzó a separarse de día cuerpos y quedó dispersa alrededor de toda la habitación mientras sus cuerpos se entrelazaban en un ballet de deseo.

Cada rincón de la habitación se convirtió en testigo silente de la conexión ardiente entre Isabella y Victoria. La luna, cómplice en la ventana, iluminaba las sombras que se formaban en el interior. El tiempo parecía detenerse, y las respiraciones entrelazadas creaban una sinfonía de susurros que resonaba en la habitación.

Lo que pudo ser - Young MikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora