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Jackson

Se había desvanecido igual que aquella vez, pero esta vez pude sostenerlo para evitar que se golpeara.

Le hice una señal a Aarón para que se encargara de todo este desastre. ¿Ese tipo sabe los litros de sangre que se hubiera ahorrado si hubiera accedido desde un inicio? Pedazos de porquería inútil, dieron bastante guerra.

Lo cargué en mis brazos como si fuera una princesa, pero era lo contrario, era un príncipe, uno inteligente, fuerte y decidido. La pared de su habitación estaba repleta de medallas de oro y reconocimientos al mejor estudiante y al mejor promedio, también tenía un estante lleno de trofeos, había estado en unas olimpíadas matemáticas y había sido ganador durante 4 años consecutivos, simplemente impresionante.

Recordaba todo a la perfección desde la última vez que lo ví durmiendo plácidamente en su cama.

Caminé un poco lejos de la manada y subí una pequeña loma, lo que había ahí era una pequeña cabaña de madera. La puerta estaba abierta y la chimenea apagada.

¿Como obtuve la llave y supe de este lugar? Digamos que mí pequeño cachorro tiene unos cuantos enemigos que no lo quieren aquí.

Entré a la cabaña y cerré la puerta tras de mí, era pequeña y acogedora, aún se sentía el calor del fuego, entré a la única habitación que había después de un pasillo y lo recosté suavemente sobre la cama, estaba dormido.

Suspiré pesadamente recostandome de la pared, pudiendo respirar en su plenitud su olor, se veía tranquilo y sereno. Quería acostarme a su lado, abrazarlo y brindarle mi calor, pero no podía hacerlo empapado de sudor y sangre, salí de la habitación directo al baño donde me quite el pantalón y lo dejaba ahí tirado en el suelo, no cargaba más nada puesto, mi ropa interior había sido destruida cuando me transformé para pelear con William.

Dure lo suficiente como para quitarme aquellos olores, salí a tomar una toalla para secarme y tomaba otra para envolverla en mi cintura.

Fui a la cocina y tome un tazón con agua para regresar a la habitación donde tome una toalla más pequeña del gabinete al lado de la cama donde dormía mi pequeño cachorro.

Me senté a un lado de él y empecé a limpiarle la cara con la toalla húmeda, las lágrimas secas que bajaban de sus ojos celestes.

Pase la toalla por su pequeña y respingada nariz, por sus pómulos y mejillas en las que tenía unas pequeñas y visibles pecas.

Y por su mentón, no pude evitar mirar sus labios, pequeños y carnosos con ese suave color rosa. Se me subían los colores a la cabeza al recordarlos brillantes por nuestra saliva en ese fogoso y feroz beso que le dí.

Juro por todos los años que tengo que jamás había probado unos labios tan deliciosos, eran una exquisitez.

Dos pedacitos de carne jóvenes y virginales, su lengua pequeña, se vería tan bien lamiendo y besando mi verga, soltando gemidos o gimiendo mi nombre mientras le destrozó esas bonitas nalgas.

- Si continúas así le vamos a quitar la virginidad hoy. - espabile por la voz de Ragnar en mi cabeza, mi lobo.

Odiaba admitirlo pero tenía razón, debía controlarme si no quería lastimarlo.

Continúe pasando la toalla por su cuello, deje a un costado el tazón con la toalla para quitarle la franela que traía puesta, no estaba tan sucia pero igual, junto con eso le quite los pantaloncillos de mezclilla que si estaban hechos un lío, sus zapatos y calcetas, deje la ropa al pie de la cama. Mientras volvía con la toalla para seguir con el camino.

La pasé por su pronunciada clavícula, hombros y brazos, continúe bajando para encontrar sus dos botones rosados, eran lindos.

Esto era nuevo para mi, si bien a lo largo de mis años puedo decir que disfrute tanto con mujeres como con hombres, pero jamás me había detenido a detallarlos, solo hacia lo que quería y ya.

Un Omega Para El Alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora