2. La entrevista

468 45 50
                                        

Eren Hawkins

—Puedes pasarte mañana a primera hora, Becca. Será un placer para mí responder a todo lo que gustes.

¿Qué demonios acabo de decir?

Rebobinemos. 

Una pelirroja acaba de embestir la mesa donde firmaba mis ejemplares, pidiéndome una entrevista frente a todos los bookstagrams, otros autores —que se han presentado conmigo, pero sus nombres me importan un coño así que me he olvidado más de la mitad—, y lectores que estaban alrededor.

Y cedí.

Sí, al parecer es lo que acabo de hacer, como un completo imbécil.

No había cosa que aborrezca más que las entrevistas, por eso no me apetecía hacerlas. Contestar las preguntas en conferencias me jodía los cojones. Hoy me las ingenié para no poner mala cara por las estúpidas y repetidas dudas de los lectores. ¿Es que acaso no me han escuchado contestar mil veces "no, no habrá una secuela"? Yo creo que sí, pero solo preguntan para vacilarme.

La pelirroja me arranca el papel de la mano.

—¡¿De verdad?! —inquiere, muy sorprendida.

¿Es que está tonta o el tinte le afectó el cerebro?

Es pelirrojo natural, genio, dice mi conciencia.

¿Ah, sí? Pues me vale una mierda.

Me esfuerzo por arrojar una risita a boca cerrada.

—De verdad —le guiño el ojo.

La pelirroja pecosa suelta tantos agradecimientos histéricos que me abruma. Estaba tratando de mantener un buen humor —o simular buena cara— hasta ahora. ¿Por qué debió pedírmelo frente a todos? Hubiera sido fácil esquivarla, pero me ha tomado de puta sorpresa.

Cuando por fin la niña pecas desaparece de mi vista junto a otra chica que apareció atrás de ella para abrazarla, echo la cabeza hacia atrás y me reúno de paciencia para sonreirle al próximo grupo de chicas que se acerca y que pone el libro contra mi cara con la intención de que se lo firme, sin siquiera saludar antes.

Sinceramente no sé cómo pude mantener la amable sonrisa durante el resto de las firmas, pero lo hago. Incluso mi humor que tanto divierte —o solo se ríen para quedar bien conmigo— sigue intacto otras horas más.

—¿De verdad has aceptado una entrevista? —me pregunta Patrick nada más verme.

Casi gruño al verlo. Caminaba rumbo a mi coche cuando Patrick tuvo que aparecer a mi lado para seguirme el paso. 

Patrick es mi mejor amigo, pero también mi grano en el culo. Nos hicimos amigos porque nuestros padres, también amigos desde adolescentes, nos obligaban a llevarnos bien cuando éramos unos críos y, aunque al principio odiábamos tener la obligación de forjar una amistad, genuinamente la terminamos teniendo. Pero hay días en los que no tolero ni siquiera a Patrick, como hoy.

—¿Cómo sabes eso? —se lo pregunto a secas. No estoy de humor.

—Hermano, la caída de esa chica sobre tu mesa fue un espectáculo.

—Ridículo —completo a lo que dice.

—Fue divertido, seguro en su cabeza se vio épico.

—No lo dudo.

—Venga, no me has respondido.

¿Es coña?

—La tengo, Patrick.

—Guay, ¿y qué piensas ponerte?

—El seguro a la puerta.

—Venga ya... —chasquea.

Dorado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora