3. Decepción

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Eren Hawkins

—Eres un capullo. Un verdadero capullo.

Pongo los ojos en blanco, malhumorado. He estado escuchando sus reproches desde ayer por la tarde hasta hoy a la mañana que emprendimos viaje. Estoy manejando por una maldita carretera a una estúpida Universidad para dar una charla sobre mi libro, con demasiado tráfico, mucha tardanza y para colmo tengo al pesado de Patrick al lado llamándome capullo durante todo el trayecto.

Hermosa mañana, ¿verdad?

—... ¿acaso no podías responder cordialmente las preguntas y ya? —seguía Patrick refunfuñando—. Solo... fingir ser una persona gentil y sensata una vez en la vida.

Y de nuevo:

—No —es mi simple e inmediata respuesta totalmente desinteresada al respecto.

Patrick se me queda mirando con una expresión tan cabreada que advierte sus claras ganas de propinarme un golpazo en la nuca. Debo admitir que enfadar a Patrick —cosa sencilla— me animaba el día que él mismo empeoraba con sus protestas.

Patrick niega lento con la cabeza, como si toda esta situación lo sacara fácilmente de las casillas (o mi comportamiento).

—¿Entonces resultó ser otra niña con preguntas básicas sobre tu vida personal? —pregunta Patrick, por fin culminando con sus quejas.

Lo reflexiono.

Una de las razones por las cuáles dejé de aceptar entrevistas privadas a domicilio, es porque quien me entrevistara siempre hacía las mismas preguntas fuera de lugar: "¿Tienes novia?", "¿Te has inspirado en una chica para escribir tu libro?", "¿Qué nos cuentas de tu vida amorosa?", "¿Te han dicho que eres muy guapo?", y tantas tonterías que cuando las recuerdo me desploma la poca paciencia que tengo.

Durante toda mi trayectoria como escritor he visto muchos rostros deleitados y pocas eran las manos que sostenían mi libro ya leído. Esto me produjo demasiada inseguridad. Creía que solo me leían por "ser guapo". Y aunque varias personas quizás vieran esto como una estrategia de marketing para que compraran sus libros, a mí me frustraba.

Solía verme en el espejo y pensar que tal vez si no tuviera esta cara, solo quizás la gente no compraría el... no les interesaría mi... ¿y si en realidad todo mi éxito se debe a...?

Sacudo mi cabeza para apartar estas ideas que decidí olvidar hace tiempo y pienso qué contestar.

—No, de hecho no ha preguntado nada personal —respondo, recordando muy bien la entrevista, incluso las interpelaciones que ojeé—. Me preguntó cosas interesantes, como qué fue lo que me llevó a dedicarme a la escritura, me pidió un consejo para escritores principiantes, me discutió cuando le dije que deberían dedicarse a algo mejor, quiso saber sobre mi rutina para... —Recibo el esperado y vigoroso golpe en la nuca de parte de Patrick, lo que me hace poner una mueca y aferrar mis manos al volante—. ¡¿Pero y tú por qué coño me golpeas?!

—¡Porque eres un capullo de verdad! —sisea en réplica.

—¿¡Y ahora por qué?!

—¡Pues porque la pelirroja no ha sido imprudente ni planeó lo de la entrevista para intentar ligar contigo o alguna mierda como esa! —aclara con desdén, mirándome enojado—. ¡Y la has tratado de la putada cuando de esas preguntas dependía su nota final!

Vale, tal vez... solo tal vez, Patrick tiene razón. Pero eso jamás saldría de mi boca.

—¡Ay, por favor, lo superará! —resoplo sin importancia, y mis labios se curvan en una despreocupada sonrisa.

Dorado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora