neuf

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LOS DÍAS PARA LUCRE SE BASABAN EN LEVANTARSE, COMER Y HABLAR CON LAS CÁMARAS. Sacaba prendas de su armario y mostraba al público sus confecciones. Dando explicaciones sobre el paso a paso y detalles para quien lo quiera hacer. Opciones para crear conjuntos para cada temporada y consejos para diferentes tipos de cuerpos.

Así se mantenía ocupada. Evitaba interacciones innecesarias, es decir que no fueran para preguntar sobre qué hace falta o cuándo comen. Sabía que eso la llevaría a estar en la tercera placa, pero no podía ver a Martín y no sentirse culpable.

El muchacho había suprimido su tristeza en el rol de líder de la semana. Se mantenía ocupado dando indicaciones y pensando únicamente en quién salvar hoy, jueves.

Lucre se había mudado de pieza luego de que la mayoría de las chicas se había cruzado a la de los varones. Hubo muchos cruces y se dividieron fuertemente en la casa, y ella quedó en el medio junto con Lucia.

Sus únicos sostenes eran Nico y ella, pero el chico Grosman no se despegaba del chino, y no quería agobiar a la salteña. Después estaba Bautista, quien había vuelto a intercambiar palabras con ella, pero el chico no era tonto y había notado que ella quería evitar a todos. No era por otra cosa.

Era mediodía y todos se juntaron a almorzar en la larga mesa, en la cual la morena se sentó en unos de los lados, así las conversaciones ajenas la envolvían e invisibilizaban más.
De vez en cuando echaba un vistazo al asiático, no podía evitarlo. Había notado que cada vez comía menos, y le preocupaba.

Todos tenían la mente en la prueba para el presupuesto, así que comían y se levantaban rápido de la mesa.

Lucre sintió cómo alguien peinaba su cabello hacia atrás y dejaba un beso en su coronilla— ¿Vamos?

— Ya voy, Luchi.

Aún quedaban unos seis en la mesa, y a un asiento vacío de ella estaba Martín, mirando su plato vacío. Ella no tenía apetito estos últimos días, así que cuando se levantó y pasó detrás de él, dejó su plato y tomó el vacío para lavarlo. Y de paso todos los cubiertos que estaban allí.

No despegó su vista de la esponja, no quería ver si había aceptado o no su porción.

Soltó todo cuando sintió un ardor en su mano. Se había apenas cortado con el filo de un cuchillo. Maldijo en voz baja mientras se limpiaba. La sangre había caído en la bacha ensuciando lo que ya estaba enjuaguado, y ahora tendría que volver a lavar.

Abrió la canilla mientras seguía soltando su enojo, pero otra mano la cerró, tomando sus muñecas y sacandolas del mesón.

— Basta —le aplicó una servilleta para que mantenga presionada en su dedo mientras él tomaba los utensilios.

— Deja Martín, puedo seguir yo —intentó moverlo pero él ni se inmutó.

— Basta Lucrecia, anda a limpiarte eso.

ᏴᏞᎪᏟᏦᎠᎡᎬᏚᏚ | gran hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora